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El papa en la tele
La transmisión de la visita papal: la televisión abierta todavía tiene músculo.
Uno de los aciertos más importantes de la oficina de Enrique Peña Nieto ha sido la invitación al papa Francisco a nuestro país. En uno de los momentos más difíciles del sexenio, la llegada del sumo pontífice de la Iglesia católica le ha venido como una visita angelical al presidente de México.
Más allá de un acontecimiento populista y taquillero, como muchos se empeñan en verlo, la visita papal ha logrado sensibilizar a la sociedad mexicana y dar un voto de confianza y esperanza ante el difícil escenario social, político y económico que la mayoría de los mexicanos vivimos.
Desde los primeros momentos de su visita, el papa cautivó por igual a escépticos de su labor apostólica y críticos de la Iglesia. Sus discursos directos, sin caer en lo ofensivo, han tocado a la clase política como nadie ni nada lo ha hecho a lo largo del sexenio. Las miradas atentas, la relajación en la expresión facial e incluso auténticas lagrimas se han dejado ver en la pareja presidencial y algunos otros mandatarios.
Con una humildad inspiradora, el líder espiritual de más de 80% de los mexicanos habló de temas que la estirpe política del país no se atreve ni a voltear a ver: narcotráfico, miseria, desigualdad social y corrupción.
Un papel sumamente importante durante estos últimos seis días lo han tenido los principales medios de comunicación que han entablado una eficiente dinámica comunicativa entre la audiencia y el papa. La labor de las televisoras y de la radio ha sido la forma como millones de mexicanos hemos seguido las actividades papales a lo largo y ancho del país. Tanto TV Azteca como Televisa y otras grandes cadenas radiodifusoras han cedido gran parte de su tiempo aire e invertido fuertes cantidades de dinero en la transmisión de estos programas.
De hecho, Nielsen Ibope reporta que tras los primeros tres días en que el papa Francisco ha estado en suelo mexicano, más de 41 millones de personas han sintonizado alguna de las transmisiones de la cobertura de su visita en los canales nacionales. Asimismo, los mexicanos en promedio han visto dos horas con dos minutos de programación al respecto. Tan sólo el sábado hubo 23 millones 219,000 televidentes viendo alguna de las transmisiones de la cobertura del papa en México, mientras que el viernes hubo 20 millones 330,000 y el domingo 19 millones 561,000. El punto más alto de audiencia fue el viernes justo a las 8:30 de la noche, en el que hubo 9 millones 363,000 personas; es decir, que casi una de cada tres personas con el televisor encendido estaba viendo la llegada del papa a nuestro país.
La transmisión de programas sobre la visita del papa en México sirvió para tener altos niveles de televisores encendidos durante el fin de semana y retomar el músculo que la televisión abierta aún tiene. Este sábado ha sido el de mayor audiencia en lo que va del año, superando en 4% el promedio de lo que se venía registrando en los anteriores sábados del año.
Cabe reconocer el trabajo sin tregua de reporteros, camarógrafos, locutores y el resto de los equipos de transmisión, policías, guardias del Estado Mayor Presidencial y miles de voluntarios que han pasado, hambre, frío y sueño, muy probablemente sin que esto les sea retribuido económicamente.
En lo personal, he disfrutado inmensamente del profundo conocimiento que Valentina Alazraki tiene sobre temas del Vaticano, siguiendo las transmisiones por Canal 2. De igual forma me ha gustado el trabajo alegre y entusiasta de Jesús Barba reportando para Foro TV y la simpatía y optimismo de Mariano Osorio por 88.1 de Radio Centro.
De igual manera, creo importante reconocer el trabajo y dedicación por parte de las distintas instancias del gobierno desde el Ejecutivo hasta dependencias municipales o delegacionales que han hecho un importante esfuerzo por que la visita papal se lleve a cabo con los mayores beneficios para todos.
Si bien el amor de los mexicanos por el papa se remonta a 1979, cuando Juan Pablo II visitó por primera vez México, las muestras de cariño, alegría y festejo vistas estos últimos días nos dejan con una refrescante sensación de que los altos muros que se han edificado entre las distintas clases de la sociedad mexicana, incluida la política, pueden desaparecer.