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El libro electrónico es el futuro, pero no mi futuro
Durante el Hay Festival Xalapa charló sobre la era digital y su amor por James Joyce.

Malcolm Otero Barral (Barcelona, España 1973) es, entre los jóvenes editores de habla hispana, uno de los más adelantados. Cuando los editores españoles miraban hacia dentro, hacia la propia España, Otero Barral miró hacia afuera: fue de los primeros en publicar en español a Dave Eggers, a Jonathan Franzen y a Jhumpa Lahiri.
Ha, además, trabajado con los textos de autores hispanos contemporáneos como Eduardo Lago y Jordi Soler. Y no está de más agregar que, junto con los dos mencionados y Enrique Vila-Matas, Antonio Soler y Marcos Giralt Torrente conforma la Orden del Finnegans, cofradía moderna cuyo único objetivo es adorar a James Joyce y al Ulises.
Otero Barral platicó, durante el Hay Festival Xalapa, con El Economista sobre el paso del papel a la era digital, su trabajo como editor y su amor por James Joyce.
En el Hay del año pasado usted hizo una declaración que por rotunda se me quedó grabada. Dijo: El paso del papel al formato digital es irreversible, pero ?cuando esa transición esté completa yo ya no seré editor . ¿De verdad es tan radical su postura?
Es así de radical, pero no es porque sea un talibán del papel, aunque quizá sí lo sea. Uno trabaja en la vida por dos cosas: para ganar dinero y para encontrar satisfacción. A mí me satisface el objeto libro en el que yo aprendí a leer. Mi vida son los libros y el aparato, sea un Kindle o cualquier reader me parece útil, me parece entretenido, y es posible que sea un futuro inevitable pero no es el mío.
Tal radicalismo es difícil ?de creer en estos días
Qué quieres, estoy enamorado de los libros. Uno se enamora de una mujer o de un hombre y no es fácil cambiarlo por una muñeca de plástico. Y para mí un e-book es una muñeca de plástico. No creo que el libro electrónico sea el fin de la literatura para nada, pero sí es mi fin como editor. Para mí entender la edición nada más como contenido me parece reduccionista.
El objeto libro es perfecto: no se le agota la batería, aguanta muy bien el tiempo Decía Juan Ramón Jiménez: Los libros dicen cosas distintas en ediciones distintas y yo así lo creo.
Además, leer en el reader no está resultando lo que se esperaba porque la gente se distrae más: a los aparatos cada vez les ponen más funciones, uno puede leer y revisar el e-mail al mismo tiempo. No, leer es una actividad solitaria y el libro es perfecto para lograr esa simbiosis con el lector como individuo.
Acaba de comparar los libros ?con mujeres. ¿Cuál fue el primer libro del que se enamoró?
A los 18 años leí el cuarteto de (Lawrence) Durrel y pensé: Esto es la literatura . Varios años después lo leí de nuevo y me pareció el ejercicio de pedantería más insoportable que jamás he visto. Lo que quiere decir que los libros son más o menos como las relaciones: esa novia que tuviste en la prepa ahora te parece terrible, o al revés, una novia que tuve en el instituto que diga: Cómo me enamoré de este perdedor dedicado a los libros .
Definitivamente, como caballero de la Orden del Finnegans, está enamorado del Ulises. ¿Cuándo lo leyó por ?primera vez?
La primera lectura del Ulises la hice con 17 años. No entendí nada de nada.
¿Pero lo terminó?
Casi no acabo nada en la vida pero los libros sí. Releí el Ulises en la universidad y me cautivó: empecé a encontrar la broma, los juegos fonéticos, la irreverencia. La tercera vez que lo leí, ya en inglés, ya era editor. Recuerdo que nunca estuve más agradecido de que alguien me hubiera enseñado inglés. Fui de la risa al llanto y de ahí a la contemplación serena. El Ulises de Joyce es varios libros en uno; eso se dice de muchos libros y es una pendejada, pero en el caso del Ulises es cierto.
¿Finnegans Wake o Ulises?
En la propia Orden del Finnegans hay división al respecto. Yo creo que el Finnegans Wake es una tomadura de pelo de Joyce. Yo me decanto por el Ulises y después Dublineses.
¿Por qué ser editor y no escritor?
Cuando era joven ya me sentía escritor. Entré a trabajar al mundo editorial y me la pasaba diciéndole a otros lo malos que eran escribiendo; me dio pudor darme cuenta que el malo podía ser yo.
Los editores somos los tontos que tienen que trabajar con gente inteligente, que son los escritores. Vamos, el error más grande de un editor es creerse al nivel de los autores. Como editor uno debe sacar lo mejor de cada escritor con el que trabaja. Uno está todo el tiempo trabajando con la vanidad y el talento ajenos, el problema es que la vanidad se pega pero el talento no.
Le ha tocado lidiar con ?prima donnas, se entiende.
Recuerdo que una vez me tocó un escritor que me llama diciéndome que había que sacar toda la edición de su libro de la calle. Me asusté, pensé que habíamos equivocado el título o algo peor. Resulta que no, que su foto salía oscura.
concepcion.moreno@eleconomista.mx