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Implosión demográfica, la otra bomba
Gabriel Quadri de la Torre | Verde en serio
El mundo se va a despoblar, contrariamente a lo que pronosticó Paul Ehrlich en 1968 en su célebre libro “The Population Bomb”. Ahí advertía sobre los efectos catastróficos del crecimiento demográfico desbordado: hambrunas bíblicas, millones de muertes por inanición, agotamiento de recursos naturales, contaminación infernal, devastación de ecosistemas, migraciones masivas, y conflictos y guerras por escasez de alimentos, agua y minerales. Esta obra hizo época y fue uno de los detonadores más influyentes de la conciencia demográfica y ambiental. Pero ninguna de sus previsiones su cumplió. La Revolución Verde de Norman Borlaug (Premio Nobel de la Paz) permitió aumentar espectacularmente la productividad agrícola a partir del mejoramiento genético de cultivos, riego tecnificado, y aplicación de fertilizantes. Así, ha sido posible alimentar a una población humana global que creció de 2.5 mil millones en 1950, a más de 8 mil millones en la actualidad. En 1961 se producían en el mundo 800 millones de toneladas de cereales, lo cual se multiplicó a 2.8 mil millones de toneladas en 2023. La disponibilidad per cápita de calorías creció, en el mismo lapso, de 2,300 a 2,900 kilocalorías diarias. Prácticamente desaparecieron los episodios recurrentes de hambruna (excepto por guerras). La oferta de minerales e hidrocarburos siguió creciendo exponencialmente, así como el acceso al agua, a electricidad y a saneamiento. Los impactos ambientales, es verdad, se acentuaron, pero sólo para revertirse a partir de un punto de inflexión en la famosa curva de Kuznets o “U” invertida, a través del proceso de desarrollo económico. Ciertamente, la emisión de Gases de Efecto Invernadero siguió una tendencia ascendente, lo que ubica al planeta sobre una ruta de crisis climática. (Aunque si quisiéramos, podríamos resolver ya este problema). En 1961, la tasa de fecundidad promedio en el mundo era de 5 hijos por mujer, en la actualidad es de 2.3 (la tasa de reemplazo es 2.1). En países africanos, en 1960, esta tasa promedio superaba 8 hijos por mujer, hoy va de 3 a 6, siendo más alta en países donde predomina el Islam. En México, en 1950 era de 6.7, hoy es de 1.6, por debajo de la tasa de reemplazo. (Debe reconocerse que la natalidad comenzó a reducirse en los años 70´s en nuestro país como resultado de las primeras políticas demográficas de Luis Echeverría). No obstante, en México, aún existen regiones con tasas de fecundidad muy elevadas, que rondan los 4 hijos por mujer en los Altos de Chiapas y Región (antes Selva) Lacandona, Mixteca, y Montaña de Guerrero.
En prácticamente todos los países desarrollados la tasa de fecundidad ha caído por debajo de 2, e incluso, ya se registran procesos de reducción absoluta de población en Corea de Sur, Japón, China, Italia, España, Portugal, Grecia, Rusia y en casi toda Europa del Este. En México, se estima que la población comenzará a reducirse en términos absolutos entre 2040 y 2050, y en el planeta, hacia 2070. En Corea del Sur, se proyecta que la población se colapse de 57 millones hoy en día, a sólo 5 hacia finales del siglo. La caída en la fertilidad se explica por la urbanización, educación y empleo a las mujeres, disponibilidad de anticonceptivos, acceso a servicios de salud, matrimonio a mayor edad, secularización, alto costo de educación para los hijos, y elevado costo de oportunidad de tener hijos. Intuitivamente la mayor parte de nosotros podría celebrar esta implosión demográfica, sobre todo, por el previsible relajamiento de presiones sobre los ecosistemas y sobre el clima del planeta. Aunque hay que recordar que el impacto ecológico y climático de la población está mediado por la tecnología y los patrones de consumo predominantes. Por ejemplo, una misma cantidad de población, con tecnología y patrones de consumo japoneses, no da el mismo resultado ecológico que con tecnología soviética y patrones de consumo norteamericanos. La caída demográfica plantea, por otro lado, graves problemas. Habrá más viejos, para cuya manutención los gobiernos tendrán que cobrar más impuestos. El tamaño de la economía se reducirá, y podrá cesar el crecimiento económico, lo que implicará consecuencias graves para la inversión, la innovación, el progreso tecnológico, y el bienestar. Se revertirá la reducción espectacular de la pobreza observada en el último medio siglo, y con ello las preferencias y la inversión en medio ambiente.
Una demografía desigual en el mundo (por ejemplo, entre Europa y África, o entre zonas rurales y las ciudades), generará conflictos y desequilibrios sociales y geopolíticos y mucho mayores tensiones migratorias. Sin embargo, hasta ahora, parece imposible revertir el colapso demográfico. No funcionan los subsidios por hijo, ni guarderías gratuitas, ni licencias generosas de maternidad en el trabajo. Todo parece indicar que grandes zonas del planeta quedarán semivacías en el siglo XXII, y otras, como África subsahariana, con densidades demográficas y tasas de expulsión y emigración inviables e insostenibles. ¿Se hará realidad el Gran Reemplazo en Europa y Norteamérica? La Bomba de Población quedó desactivada, pero no la Bomba Migratoria.