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Mujeres adictas, sin apoyo y bajo la violencia de género
Algunos de los seudo centros de tratamiento avalan los ingresos forzados, además de que una vez ingresados, las personas pierden contacto directo con sus familiares.

Gisselli, Mariana y Lizbeth no se conocen, sin embargo, han compartido los mismos problemas: la dependencia a sustancias, la violencia de género que han padecido al momento de buscar apoyo para tratar su trastorno, y la falta de acceso a un tratamiento digno.
En Ecatepec, los abusos, y malas prácticas se han convertido en recursos habituales en los centros privados de rehabilitación contra las adicciones, también conocidos como anexos.
Gisselli Ruíz tiene 22 años y ha sido anexada tres veces para tratar su consumo de alcohol y marihuana. En ninguno de los centros del municipio, en los que fue internada, encontró una solución para cortar con su dependencia.
Como sucede regularmente, cuando aún era menor de edad y en contra de su voluntad, Gisselli fue anexada a los 16. Al observar los abusos y el poder que tenían algunos de los pacientes del anexo para administrar los recursos del lugar, decidió escapar.
“Había gente drogándose, y cualquier persona podía entrar. Nos cooperábamos para comprar mota a la gente que entraba”.
Un año después, Gisselli fue nuevamente anexada, como parte de un trato con los policías que la detuvieron por portar mayor gramaje de marihuana al permitido. Ella y otra chica eran las únicas mujeres que residían en el centro mixto.
“Sufrí acoso y muchas situaciones fuertes. Cuando estaba barriendo, pasaban y me decían lo bien que me veía haciéndolo, no decía nada porque estaba rodeada de puros hombres”.
Para poder salir, Gisselli amenazó al padrino (coordinador) con contar las irregularidades que vio, tras lo cual la liberaron. De su tercer anexo salió a los 19. En la actualidad, la joven continúa consumiendo las mismas sustancias.
Ser madre y adicta
Mariana es madre soltera de tres niñas a sus 34 años. Pensó en buscar ayuda para tratar su alcoholismo y así convertirse en lo que considera “una buena madre”. Por decisión propia ingresó en un anexo de Ecatepec.
A lo largo del proceso para tratar su adicción, Mariana logró identificar que su problema tenía origen en el abuso sexual que sufrió cuando era niña.
Pese a esto, relata que al buscar ayuda se encontró con violencia psicológica, como cuando su madrina (encargada de su rehabilitación) le quitó la ropa que llevaba “y me dio no más que unos trapos viejos porque me dijo que mujeres como yo, sólo buscaban provocar a los hombres”.
Tras un mes de soportar tratos indignos, Mariana tomó la decisión de salir por su propio pie, rehabilitarse ella misma y alejarse de sus hijas hasta estar completamente sobria. Ante esto, su madre asumió la responsabilidad de cuidarlas.
Cuando mis hijas fueron a visitarme al anexo me dio mucha tristeza que me preguntaran si me daban de comer bien. Ellas no sabían que dormía en el piso y que comía cosas echadas a perder”.
En la actualidad, Mariana se mantiene lejos de sus hijas por su adicción.
Violencia replicada
Lizbeth Martínez tiene 43 años, desde los 28 se consideró adicta al alcohol y otras drogas. Tras pasar por diversos anexos y considerarse curada, se convirtió en madrina en centros de Ecatepec.
Pese a ser víctima de malos tratos en persona, Lizbeth reconoce que replicó dichas conductas con otras mujeres que buscaban apoyo. Ejemplo de ello era lo que sucedía con aquellas que tenían hijos en periodo de lactancia, ya que no se les permitía que los alimentaran.
“Les enfatizábamos que ellas lo tuvieron que haber pensado antes de drogarse o de que anduvieran de cabronas”, afirma y agrega: “Hay gente que se resiente, porque te dicen que eres una mala madre, una culera, una adicta y una vil mierda, pero a mí me funcionó porque tengo carácter fuerte”.
Lizbeth reconoce también que, durante su tiempo como madrina, en los anexos era frecuente la violencia psicológica, emocional y/o física.
Traumas y adicciones
Corina Giacomello, investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Chiapas, explica que la violencia es un elemento recurrente en las historias de vida de las mujeres con dependencia a sustancias.
“En el caso de las mujer es una manera de hacer frente al dolor, buscar seguridad o tratar de escapar de la situación que se está viviendo”, expone.
Giacomello refiere que el uso de sustancias se presenta generalmente durante la adolescencia, donde las drogas se convierten en un recurso para enfrentar situaciones traumáticas, entre ellas la violencia basada en el género.
Claudia Rafful, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM detalla que, para algunas mujeres, el primer contacto con las drogas fue a través de sus parejas.
“Existen casos de mujeres que no saben cómo inyectarse a sí mismas, por lo que el hombre puede controlar qué y cuánto consume”, afirma.
Sin regulación
Rafful indica que el tratamiento ideal para atender las adicciones en mujeres debe tener perspectiva de género, pero más importante, tiene que estar basado en evidencia; esto no sucede en los anexos.
En dichos centros, el ingreso forzado es una práctica común. Sólo se necesitan cubrir cuotas que rondan los 3,000 pesos para el traslado, y 1,500 a la semana durante 6, 9 y hasta 12 meses de su estadía (el tiempo que están ingresadas depende de los padrinos y madrinas), además de la entrega de una despensa con arroz o frijol, según un sondeo, vía telefónica, realizado por El Economista en anexos de Ecatepec.
Una vez dentro, se prohíbe la comunicación con sus familiares al menos durante el primer mes, mientras que, en algunos anexos, la única forma de conocer su estado es mediante cartas controladas por los responsables de los centros.
Juntas grupales, la enseñanza de la biblia y una revisión médica general por semana, es el “tratamiento” que implementan en estos lugares. En el mejor de los casos, una psicóloga acude a dar terapia colectiva de vez en cuando.
Rafful asegura que es necesario un cambio en la educación de proveedores de servicio y las políticas públicas contra las drogas, así como contar con tratamientos con perspectiva de género.