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Opinión

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México se encamina a la mediocridad en medio de la oportunidad

El gobierno enfrenta dilemas complejos mientras Morena llama a la unidad. La lealtad a AMLO roza la sumisión, agravando problemas internos. Además, los aranceles de Estados Unidos reflejan la desatención a la migración y la tolerancia al crimen organizado en años recientes.

La economía enfrenta serios problemas prospectivos. Los internos: estancamiento de la actividad económica y pobres perspectivas de inversión productiva suficiente para alcanzar un crecimiento significativo, sólido y estable. Los de fuera: amenazas de los Estados Unidos con medidas que impondrían graves costos a México. 

El gobierno enfrenta dilemas difíciles y Morena llama a la unidad. Suena bien, pero una cosa son los problemas que el mismo régimen ha generado al continuar políticas con una fidelidad a AMLO que parece sumisión, y otra son las dificultades “exógenas”, hasta ahora en forma de aranceles a bienes mexicanos en EU, arbitrarios, sí, pero relacionados con la desatención a la migración en tránsito a los Estados Unidos y con la tolerancia al crimen organizado en años recientes. Morena y aliados insisten en que la unidad nacional para enfrentar los problemas requiere el apoyo de la oposición… en todo, lo que recuerda aquello de que la pandemia “nos cayó como anillo al dedo”.

El apoyo debe darse ante el enemigo común, Trump, pero no procede para las políticas internas.

La facilitación de la inversión productiva ya era necesaria e inminente ante la oportunidad de la relocalización o nearshoring, pero ahora es urgente. Con la amenaza de los aranceles y lo que venga en adelante, habría que remover todos los obstáculos a la inversión originados por la política interna.

La presidenta actúa fiel a la herencia del gobierno, resguardada por su movimiento. Continúa nutriendo la incertidumbre, notablemente con la aprobación de la reforma judicial, las reformas constitucionales en materia de energía y la desaparición de la autonomía de reguladores, evaluadores autónomos y del Instituto de Transparencia, además de la aprobación de la reforma al Infonavit.

Mucho se ha escrito sobre cómo esas reformas eliminan sanos contrapesos al Ejecutivo. Implican riesgos de indefensión a la inversión por parte del sistema judicial, debilitan la regulación independiente, ponen en riesgo la inversión, el acceso y la actividad de las empresas privadas frente a las estatales, y revelan la intención oficial de apropiarse del control de recursos privados. O sea, incertidumbre, inseguridad jurídica y riesgo en los derechos de propiedad.

El sector privado ha apostado, sin éxito, por el diálogo para “descafeinar” las reformas. Expertos independientes lo intentan también, por el bien público y sin interés económico. Quizá se logre algo en la implementación de los planes oficiales de energía. Pero todo indica que el resultado será, si acaso, mediocre.

Entendiendo, sin justificar, el comienzo del gobierno bajo la convicción de cumplir la voluntad de Morena y su líder fundador, las condiciones cambiaron. México se podrá defender, pero no ganará respecto a la perspectiva previa a Trump. Con esta nueva realidad, ahora es cuando hay que cambiar el rumbo: detener la multiproblemática reforma judicial, eliminar los efectos de las leyes que obstaculizan la inversión y aprovechar al máximo las oportunidades todavía vigentes de la relocalización. De otra forma, el país se encaminará a la mediocridad nacionalista en medio de la gran oportunidad.

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