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Dos relojes de la política estadounidense

Opinión
En la historia de Estados Unidos siempre ha habido una tensión fundamental. Por un lado, se encuentra la idea de Estados Unidos como un Imperio. La Doctrina Monroe y luego el corolario Roosevelt a esa doctrina son parte de esta concepción imperial. Por otro lado, está la noción de Estados Unidos como una República. Los principios de la Declaración de Independencia y la estructura liberal bosquejada por la Constitución de 1787 son ejemplos de la vocación republicana de Estados Unidos.
La dialéctica de estas dos pulsiones explican muchas de las contradicciones de Estados Unidos. Octavio Paz en Tiempo Nublado decía que, si pudieran, los estadounidenses se apartarían del mundo para vivir en su utopía moderna. Esto es sólo parcialmente cierto. El analista neoconservador, Robert Kagan, en su libro - Dangerous Nation: America's Place in the World, from its Earliest Days to the Dawn of the 20th Century - sugirió que, desde su fundación, Estados Unidos ha tenido una vocación de intervención en los asuntos del mundo. Quizás los dos tengan razón.
Lo que ha ocurrido desde el arribo de Donald Trump podría ser instructivo. Hoy hay dos relojes corriendo que marcan las horas de la política imperial y de la política republicana en Estados Unidos.
Parece evidente que Trump se está enfocando más en la política exterior que en la interior, en sus primeras semanas de gobierno. Esto parece haber tomado por sorpresa a quienes suponían que Trump era un aislacionista. En cambio, Trump no ha dejado de estar presente en la política internacional. De su interés en comprarle Groenlandia a Dinamarca a anexarse Canadá. De cambiar el nombre al Golfo de México a proponer que Estados Unidos administre Gaza. De apropiarse el Canal de Panamá a querer explotar los minerales de Ucrania. No es arriesgado suponer que esto sea una estrategia quizás ideada por los ideólogos del trumpismo o por asesores cercanos a Trump con el fin de fortalecerlo afuera de su país. Una vez logrado, por ejemplo, un acuerdo con Moscú y Beijing, Trump podría robustecerse de tal manera como para imponerse a la oposición dentro de Estados Unidos.
Pero si el reloj de la política imperial está corriendo con rapidez, el reloj de la política republicana ya empieza a verse en el horizonte. Un juez federal, por ejemplo, detuvo la iniciativa trumpista que busca negar a hijos de padres no estadounidenses que nazcan en Estados Unidos el derecho a obtener, por ese sólo hecho, la ciudadanía americana. Muchas de las acciones de Trump son de naturaleza retórica. Sus decretos todavía deben pasar el ácido de la revisión del Congreso y de las decisiones del Poder Judicial. Estas instituciones republicanas pronto intervendrán y entonces tendremos una mejor idea del poder real de Trump.
A esto hay que agregar las manifestaciones masivas que se están planeando en contra de varias medidas tomadas por su régimen. Recordemos que, como lo vio muy bien Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, la sociedad civil estadounidense es la más poderosa del planeta.
Trump ha hecho su carrera haciendo creer a muchos que es más fuerte de lo que es. Pronto sabremos si su poder real empata con su retórica.