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Opinión

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Cuando se dirige desde la falta de conocimiento

“La ignorancia es atrevida”. Heródoto.

Desde la investigación conductual, sistemáticamente se descubren o profundiza el conocimiento de la existencia y el efecto de diferentes los sesgos cognitivos, que tienen un efecto determinante porque inciden en decisiones cotidianas de las personas, pero también afectan a quienes diseñan políticas públicas y, en casos extremos, afectan la calidad de la percepción sobre los problemas y de sus posibles rutas de solución por parte de los gobiernos.

El llamado efecto Dunning-Kruger –identificado y caracterizado por los psicólogos David Dunning y Justin Kruger–, opera como un elemento fundamental en la percepción de los problemas que se enfrentan, porque hace que quienes menos saben de los temas se conciban como expertos, mientras quienes tienen un conocimiento más puntual y objetivo de los fenómenos, duden de sus capacidades o no se atrevan a hacer generalizaciones (que son las que con mayor frecuencia adoptan la mayoría de las personas).

Este que podría ser caracterizado como un reverso del síndrome del impostor, tiene consecuencias graves cuando escala al ámbito político.

En las últimas décadas, en los liderazgos de países con distintas traiciones políticas, este sesgo es evidente y encontramos figuras que confunden arrogancia con liderazgo y exceso de confianza con certeza de conducción. Pero peor aún, es el hecho de que una parte importante de la población cae presa de ese exceso de confianza y cree que la arrogancia que la acompaña es muestra de capacidad de liderazgo.

Recientemente, de manera relacionada, se ha extendido el uso del término kakistocracia –término griego que significa “gobierno de los peores”– que se refiere precisamente a situaciones en que los encargados de tareas fundamentales no sólo carecen de todo conocimiento sobre los temas y problemas que pretenden enfrentar, sino que lo hacen desde la arrogancia que les hace creer que sus suposiciones son verdaderas, aunque no tengas evidencia alguna.

Basta revisar por ejemplo las declaraciones y acciones del presidente de EU y los comentarios de sus secretarios de Salud, de Educación, de Defensa, por mencionar algunos, que no sólo reflejan una extrema ignorancia de los problemas sino una falta total de elementos técnicos y de pensamiento crítico para comprenderlos, así como una arrogante confianza en que sus propuestas son incuestionablemente válidas.

En el artículo Revisiting the Dunning-Kruger effect: Composite measures and heterogeneity by gender, de Adamecz et al, se muestra que el efecto Dunning-Kruger se manifiesta de manera diferente entre hombres y mujeres y que, si bien no difiere significativamente, se observa que los hombres tienden a sobreestimar sus habilidades, mientras que las mujeres tienden a subestimarlas.

Este efecto existe en todo el mundo y en todas las sociedades, pero a medida que personajes públicos muy notorios presentan esas características de la conducta y se generaliza en otros niveles y ámbitos; así, por ejemplo, de acuerdo con una reciente encuesta sobre cultura política, 61% de ciudadanos percibe la autoconfianza excesiva como señal de “liderazgo fuerte”.

En otro estudio en México, por ejemplo, sobre toma de decisiones en servidores públicos, revela que más de la mitad de los funcionarios de mandos medios sobrestimaron su comprensión de indicadores económicos básicos, pero además 43% consideró innecesario consultar expertos externos al diseñar políticas sociales.

Existen desde la economía conductual, propuestas para enfrentar este fenómeno.

Como ciudadanos, premiamos discursos simplistas (desde cualquier lado del espectro político) sobre soluciones complejas. En experimentos sociales se ha encontrado que los candidatos que admitían “no saber” algún dato técnico perdían puntos en preferencia electoral, aunque ofrecieran consultar expertos.

Ninguna democracia o país es inmune la incompetencia en los gobiernos o las instituciones privadas, por ello es fundamental contribuir al desarrollo del pensamiento crítico.

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El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo.

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