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Opinión

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Lukashenko, el dictador a quien no le gusta Telegram

Fausto Pretelin Muñoz de Cote

Aleksandr Lukashenko cree vivir en el 2021, pero sus reflejos pertenecen a uno conjunto de épocas que van desde el siglo V a.C., cuando ocurren los primeros actos de piratas, hasta la época del estalinismo, cuando la tortura servía para emitir comunicados de prensa.

No contento con haber ordenado el pasado domingo el secuestro de un avión Rayanair donde viajaba el opositor Roman Protassevich, la dictadura de Lukashenko utiliza la herramienta de la tortura para obligar al joven de 26 años a admitir que participó en los disturbios ocurridos por motivo del fraude electoral que mantiene por secta vez en el poder al decrépito Lukashenko.

Es una broma ubicar al opositor Roman Protassevich en una lista de supuestos terroristas. Tener WhatsApp o Telegram, ser opositor y salir a las calles de Minsk para protestar por un fraude, son rasgos suficientes para ser considerado terrorista por el dictador Lukashenko..

Protassevich es un joven que editó el influyente portal Nexta. Asentadas en Varsovia, las oficinas de Nexta distribuyeron a través de Telegram información relativa sobre las manifestaciones que estallaron unas horas después de las elecciones fraudulentas del 9 de agosto pasado. Nexta fue una herramienta esencial para los organizadores de las manifestaciones pues a través de su plataforma pudieron dar a conocer fotografías de la represión policiaca.

Se estima que por día salían a las calles de Ucrania hasta dos millones de personas (el país tiene 9.5 millones de habitantes) para protestar contra el fraude. El equipo de Nexta recibe 10,000 mensajes por hora, muchos de ellos provenientes de gente que trabaja para el gobierno de Lukashenko, pero que está en su contra.

Nacido el 5 de mayo de 1995, un año después de que Lukashenko se instalará en el poder, Roman Protassevich no ha vivido en democracia, pero sí en un mundo globalizado; conectado lo suficiente para poder realizar conjeturas sobre la dictadura de su país. En el momento de enterarse que el destino del avión era controlado por el dictador, supo que iban sobre de él.

Fue en 2012 cuando Roman salió por primera vez a las calles a protestar contra el régimen pocos días antes de unas elecciones legislativas. Estudiaba la secundaria, tenía 17 años y fue golpeado por la policía. “Oriné sangres durante tres días por los golpes que recibí en los riñones y en el hígado”, le confesó a la agencia AFP (Le Monde, 24 de mayo).

Tras su arresto en 2012, Roman trabajó como fotógrafo para varios medios bielorrusos. Cinco años más tarde recibiría la beca Vaclav Havel. Al dejar Nexta, fue editor en jefe de la plataforma BGM.

El lunes, en un mensaje transmitido por la televisión controlada por Lukashenko, Roman fue obligado a decir que el personal lo tratra muy bien y conforme a la ley. No es aventurado pensar que dettrás de la cámara se encuentraban herramientas de tortura y fusiles de la policía. La intención del mensaje es un acto idiota del régimen por su nula credibilidad.

La primera víctima de una dictadura es la verdad.

Los 27 países de la Unión Europea reaccionaron en conjunto (incluyendo al húngaro Orban quien recientemente votó en contra de posturas sobre Israel y Hong Kong), y lo hizo a la altura de las circunstancias. Ha decidido, como primera medida, aislar a Bielorrusia. Después vendrá la investigación y seguramente un endurecimiento de sanciones ya aplicadas después del fraude electoral.

No deja de sorprender que, a estas alturas del siglo, ocurran acciones que solo son entendibles desde la ficción. En la serie de televisión Teherán, la primera escena es muy similar a lo que le ocurrió a Roman Protassevich: el desvío de un avión detona la historia.

En el siglo XXI ya no se puede tolerar que una especie de determinismo político cancele la oportunidad de millones de jóvenes que desean vivir en democracia.

A Lukashenko no le gusta Telegram.

@faustopretelin

Fausto Pretelin Muñoz de Cote

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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