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Opinión

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En tanto cambian las familias, también debe cambiar la red de protección

Los programas de protección social históricamente se han centrado en reducir la pobreza familiar. Pero, en cambio, los gobiernos deberían fortalecer la agencia de las familias, permitiéndoles actuar como amortiguadores naturales contra las crisis económicas y sociales, a través de políticas que promuevan la integración y la solidaridad intergeneracional.

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Happy,Family:,Mother,Father,And,Child,Daughter,On,Nature,OnCopyright (c) 2017 Evgeny Atamanenko/Shutterstock. No use without permission., Shutterstock

NUEVA DELI. Este año se celebra el 30 aniversario del Año Internacional de la Familia (AIF) de las Naciones Unidas. En las décadas que transcurrieron desde que se proclamó el AIF, los cambios demográficos, las transformaciones tecnológicas, la migración, la urbanización y el cambio climático han afectado a las sociedades en todo el mundo. Responder de manera efectiva a estos cambios exige revisar las estratégicas prevalecientes en materia de protección social y modificar el foco de las políticas para fortalecer la solidaridad intergeneracional.

La Convención 102 de la Organización Internacional del Trabajo, el primer (y, hasta el momento, el único) tratado internacional que se ocupa de la seguridad social, establece estándares mínimos para la provisión de beneficios familiares (o infantiles) en forma de transferencias periódicas de dinero, asistencia en especie (alimentos, vestimenta, vivienda) o una combinación de ambas cosas. Al momento de su adopción en 1952, muchos países europeos comenzaron a desarrollar sistemas generosos de asistencia social. En 2020, el gasto en beneficios familiares/infantiles en la UE representaba el 8.3% del gasto total en beneficios sociales. Esta cifra llegaba al 16.2% en Polonia y al 15.7% en Luxemburgo; Estonia, Alemania, Lituania, Rumania, Hungría, Dinamarca y Suecia también registraban porcentajes de dos dígitos. Pero no son los únicos: más de 120 países de bajos y medianos ingresos han adoptado programas de transferencia de dinero para las familias pobres.

La mayoría de estas políticas se centran en reducir la pobreza familiar u ofrecer protección con un eje en las familias, como transferencias de efectivo condicionales o asignaciones por nacimiento de un hijo, atención médica y matrículas escolares, así como raciones de alimentos para los hogares encabezados por mujeres. Estas medidas han ayudado a las familias a lidiar con la carga de cuidar a parientes enfermos, han mejorado la condición nutricional de las familias y han reducido la mortalidad infantil, el ausentismo escolar y el trabajo infantil.

En el futuro, sin embargo, será necesario un enfoque más holístico. El marco de políticas actual conceptualiza a la familia dentro de categorías demográficas o grupos etarios específicos, no como una unidad integrada. Los programas de protección social, por el contrario, deberían fortalecer la diligencia y la capacidad de las familias para actuar como amortiguadores naturales contra los shocks económicos y sociales. Esto se puede lograr mediante políticas que promuevan la solidaridad entre las generaciones.

La investigación indica que los lazos familiares fuertes contribuyen a la resiliencia económica. Por ejemplo, en países con conexiones familiares robustas, como Italia y España, las pérdidas de consumo son mucho más bajas durante los periodos de desempleo, debido a la red de contención familiar. La gente se siente más libre de gastar cuando sabe que, en caso de una crisis financiera, sus parientes la ayudarán a volver a ponerse de pie. Los lazos familiares son una forma de seguro contra las fluctuaciones de ingresos, ya sean temporarias o de largo plazo.

En tanto el cambio climático empeora y los gobiernos transitan el camino accidentado hacia emisiones cero netas, la solidaridad familiar se vuelve imprescindible. La familia se desempeña como una fuente vital de cohesión social, mediando entre los individuos y el Estado, así como internalizando el riesgo social al aunar recursos entre las generaciones. La convivencia intergeneracional, por ejemplo, está en aumento: aun en países desarrollados como Estados Unidos, el porcentaje de la población que vive en hogares multigeneracionales, según datos de 2022, se ha duplicado con creces en los últimos 50 años. Frente a una población global que envejece aceleradamente y al aumento del desempleo juvenil a nivel mundial, este tipo de acuerdos, probablemente, se vuelvan más comunes.

Los responsables de las políticas pueden alentar este tipo de integración y solidaridad generacional a través de beneficios impositivos, licencias familiares pagas y apoyo para el cuidado intergeneracional. Esto podría incluir subsidios para los abuelos que cuidan a sus nietos –una iniciativa que representa el concepto de economías de alcance, donde una intervención única tiene un efecto positivo en varias cuestiones y poblaciones.

Las intervenciones en el terreno de la vivienda también pueden fomentar activamente la convivencia multigeneracional. En Singapur, el Programa de Prioridad Multigeneracional favorece a las familias extendidas que quieren vivir una cerca de la otra, mientras que existen varios subsidios para compradores calificados que buscan adquirir un departamento con sus padres o hijos, o cerca de ellos. En Canadá, el Programa de Asistencia para la Rehabilitación Residencial Bajo Reserva de la Corporación de Hipotecas y Viviendas de Canadá ofrece a los integrantes de las Primeras Naciones asistencia financiera para sumar habitaciones secundarias y jardín a sus hogares. Si bien su escala es pequeña, estas políticas permiten estructuras familiares más fluidas y sustentan el envejecimiento en el lugar.

Mientras las normas sociales evolucionan, es esencial reconocer la definición maleable de “familia”. La familia nuclear ya no es la norma, debido al crecimiento de las familias mixtas, la cohabitación y otros acuerdos alternativos de los hogares. Asimismo, las sociedades que envejecen rápidamente aumentan la probabilidad de que más miembros de la familia vivan bajo el mismo techo. Frente a estos cambios, el 30 aniversario del AIF es un momento oportuno para reevaluar nuestra estrategia frente a la protección social. Al implementar políticas que promuevan la solidaridad familiar y la integración intergeneracional, los gobiernos pueden fomentar la estabilidad económica y la cohesión social en un momento de creciente incertidumbre.

La autora

Neha Bansal, exespecialista en Políticas de las Naciones Unidas y del G20, es fundadora del grupo de expertos Asianism Retold-Development Pathways from the Global South (Asianismo Reformulado-Sendas de Desarrollo del Sur Global).

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