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Bullying: La violencia silenciosa que envenena la salud mental de nuestros jóvenes
Opinión
Hay una forma de violencia que ocurre a diario frente a nuestros ojos, pero que seguimos minimizando como si no existiera. La llamamos bullying, acoso escolar o maltrato entre iguales. Pero sin importar el nombre, sus efectos son demoledores, especialmente en la salud mental de quienes lo padecen.
A diferencia de una agresión física visible, el bullying deja marcas que no siempre se notan a simple vista. Y esas son, justamente, las más peligrosas. Hoy sabemos que este tipo de violencia no es un simple juego entre niños ni un problema pasajero. Es un fenómeno repetido, sistemático, y deliberado que puede destruir lentamente el bienestar emocional de niñas, niños y adolescentes, afectando su autoestima, su capacidad de socializar e incluso sus ganas de vivir.
En México, el panorama es alarmante. Según cifras de Bullying Sin Fronteras y la OCDE, el país ocupa el primer lugar mundial en casos de bullying, con más de 28 millones de menores potencialmente afectados. En apenas cinco años, los reportes oficiales crecieron más del 200%. El dato debería sacudirnos, pero hemos aprendido a convivir con esta violencia como si fuera parte del paisaje escolar.
El acoso se manifiesta en múltiples formas: insultos, exclusión social, burlas constantes, golpes, amenazas, acoso sexual y ahora, con más fuerza que nunca, el ciberacoso. Las redes sociales han amplificado el alcance del bullying, permitiendo que la agresión continúe más allá del aula y durante todos los días. Para muchas víctimas, no hay un solo espacio donde puedan sentirse a salvo.
Las consecuencias son devastadoras. La salud mental de los jóvenes se ve gravemente afectada. Uno de los efectos más comunes es la depresión, que puede escalar hasta pensamientos suicidas. También se desarrollan trastornos de ansiedad, insomnio crónico, trastornos alimentarios y, sobre todo, una pérdida profunda de autoestima. El joven agredido comienza a creer que merece el maltrato, que no vale, que es invisible. Esas heridas emocionales rara vez se curan solas.
Más preocupante aún es que muchos casos terminan en tragedias. Las estadísticas y estudios, como los de la Norma BULL-LI-2015/A, documentan un alarmante aumento en suicidios relacionados con el bullying escolar. Hablamos de vidas truncadas por una violencia que pudo haberse prevenido con atención, escucha y acción.
Lo más indignante es que, a pesar de la magnitud del problema, las respuestas institucionales siguen siendo insuficientes. Afortunadamente, en México se está trabajando en una estrategia integral con la actualización de la Norma BULL-LI-2025/A, un instrumento clave para prevenir, detectar, intervenir y sancionar el bullying en todas sus formas. Esta norma propone una certificación que permitirá a las escuelas demostrar su compromiso real con una convivencia libre de violencia. Y, lo más importante, incluye medidas de apoyo emocional para las víctimas y procesos restaurativos para los agresores.
La revisión y actualización de la norma cuya revisión iniciará el 7 de mayo para concluir el 6 de noviembre con la presentación a nivel internacional de la norma “Competencia ante el bullying y ciberbullying”, no es un trámite técnico, sino una respuesta urgente y estructural ante una emergencia silenciosa que ha durado demasiado. El silencio en torno al bullying ha durado demasiado. Cada caso ignorado es una oportunidad perdida para salvar una vida.
La salud mental juvenil no puede seguir siendo la última prioridad. Es momento de dejar de minimizar el acoso escolar y empezar a tratarlo como lo que es: una forma de violencia con consecuencias permanentes. Si no actuamos hoy, seremos responsables del dolor de mañana.
*El autor es presidente del Premio Nacional de Salud y presidente del Consejo Directivo de Protocol AB, LLC en Estados Unidos.