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Opinión

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Oda a la escritura

“La escritura es la pintura de la voz”

Voltaire

Fallecido a los setenta años y sin haber recibido nunca el Premio Nobel, Javier Marías nos abandona cuando más ávidos estabamos de esa magia suya, tan afín a la contemplación de la crítica como al universo sensible de los visitantes de a pie. 

Y es que que cuando un lector decide acudir a Marías sabe que accederá a un espacio de descubrimientos. Irá camino de encontrarse, de adivinarse en las reacciones de sus personajes y ubicar su humanidad en la irregular geografía de sus escenarios.

Al final, eso es lo que sucede con la buena literatura; quizá por eso son tan pocos los autores que permanecen en la memoria, lo mismo en una charla de sobremesa, que en acciones “reales” inspiradas en en relatos de ficción: fraudes perfectos, el rapto de un enamorado, suicidios por amor o los crímenes pasionales que castigan una infidelidad.

El vacío que deja Marías me hace reflexionar sobre el poder de la escritura. Pienso en la indiscreptible luminosidad que invade al ser confiado -que se dice escritor- en el momento de teclear el punto final en un ensayo o libro, pero también en el estado de plenitud al que se accede leyendo.

Para muchos de nosotros, tomar un libro es lo más parecido a escapar, los efectos son similares a los que brindan las sustancias que invitan a ver y sentir otros mundos. La única distinción es que los paraísos artificiales que se construyen con los libros educan, y como dice una amiga mía amante de las páginas escritas, “obligan a aprender de las experiencias de otras gentes”. En pocas palabras, nos hacen mejores, más humanos y decentes, incluso amorosos. 

La muerte de un creador suena a violencia. Viene a reiterar lo que ya no podrá ser, negándole la continuidad a más ensayos, a otros cuentos, más personajes y nuevas vidas.

En esta óptica, vuelve a aterrarme lo sucedido en Alemania el 10 de mayo de 1933. En la escena, que podría ocupar el capítulo principal de un escrito apocalíptico, un gobernante recién electo llamado Adolfo Hitler, abjura del conocimiento y alimenta un hoguera incandescente en la Opernplatz de Berlín con más de veinte mil volúmenes. Convertidos en  cómplices, miles de estudiantes universitarios participan activamente en lo que futuro dictador bautiza como una “Acción contra lo antialemán”.

"Donde se queman libros se terminarán quemando personas", profetizaba el poeta judeo-alemán Heinrich Heine en 1817, sin saber que sus ideas arderían en esa pira junto a las creaciones más de los grandes Thomas Mann, Albert Einstein, Stefan Zweig, Ernest Hemingway, Sigmund Freud, Bertlolt Brecht, Karl Marx, Vladimir Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburg, Marcel Proust y March Bloch.

En aquellos tiempos, la televisión norteamericana definía el hecho como un “holocausto de libros”. Hoy sabemos que ese atentado en contra del saber desencadenó una de las mayores matanzas registradas en la historia de la humanidad.

Siempre hay justicia. A pesar de las llamas, la memoria sobrevivió a la masacre. El sencillo, pero detallado relato de una niña a su diario hizo las veces de testigo. Hoy, la célebre Casa de Ana Frank en Amsterdam revela la barbarie que Hitler buscó borrar.

Nota final. Hablando de los alcances de la escritura y la instrucción, deberíamos interesarnos en el contenido y la entrega, hasta hoy incompleta, de los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública. Faltan varias localidades por recibirlos.

Heredera de la inspiración y valores de grandes escritores y filósofos como Justo Sierra,  gracias al cual se instituyó la obligatoriedad de la educación primaria, José Vasconcelos, Narciso Bassols, el mismo Porfirio Muñoz Ledo, Jesús Reyes Heroles y Fernando Solana entre otros, la Secretaria de Educación Pública es piedra angular en la narrativa de nuestro país, aunque también ponga en evidencia sus carencias y tareas pendientes. 

No olvidemos, recordando a Javier Marías, que los libros de texto gratuitos son en muchas ocasiones, la inspiración primera del futuro escritor.

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Linda Atach Zaga es historiadora de arte, artista y curadora mexicana. Desde 2010 es directora del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México.

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