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El infarto al corazón en México: Un reto nacional urgente y la ruta hacia la solución
"Cuida tu corazón, porque de él mana la vida" Proverbios 4:23
“Muere corredor no inscrito durante el medio maratón de la Ciudad de México” fue el encabezado que me envió el Dr. Francisco Javier Marín Gutiérrez, médico especialista en medicina interna y maestro en teoría cardiovascular el martes 18 de julio.
A mensaje seguido me envía un artículo médico publicado y mesajes cortos: “el nivel de medicina prehospitalaria” “Pobres los enlaces de las sociedades de cardiología con los diferentes deportes masivos que estimulan ganancias con una pobre cultura de la evaluación y el atleta es el que paga” “Por qué no se ofrece asesoría” “Código infarto no funciona, las evaluaciones son mortalidad a 30 días”. Le dije, ¿por qué no escribes tus preocupaciones y hacemos visible el tema? Aquí lo redactado en conjunto estimados lectores.
La cardiopatía isquémica en su variante infarto agudo al miocardio (IAM) es la principal causa de muerte en el mundo al cual se atribuyen un total de 3 de cada 10 muertes, sin embargo, para México el escenario es más complejo puesto que se estiman 4 de cada 10 muertes por IAM. En la última estadística publicada de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre el tema, en el indicador de mortalidad a 30 días por IAM a 30 días nuestro país ocupa ¡el último lugar! -27.5% - cuando la mortalidad del promedio de países de la OCDE fue de 6.6 % (2021).
Dentro de las mediciones de mortalidad a 30 días posteriores a la hospitalización del IAM; se evalúan las características del proceso de atención médica: la referencia oportuna de los pacientes a los centros especializados, la efectividad de las intervenciones coronarias realizadas, y como punto final el seguimiento especializado posterior al egreso del paciente exclusivamente por médicos cardiólogos.
El artículo que me envió Javier "Long distance transport for primary angioplasty vs immediate thrombolysis in acute myocardial infarction. Final results of the randomized national multicentre trial -PRAGUE-" dentro de los criterios de inclusión tenía que la referencia a los centros de angioplastia era máximo 120 km por vía terrestre. En México esto se vuelve crítico, por citar un ejemplo, en Querétaro no se cuenta con servicio de Hemodinámia en el IMSS, por lo que los pacientes son referidos al servicio de cardiología de la unidad médica de alta especialidad (UMAE) Siglo XXI en la CDMX, con una distancia de hasta 218 Km, prácticamente el doble de distancia de lo recomendado, lo que empeora el pronóstico de sobrevida al IAM.
Así mismo, posterior al intervencionismo los pacientes sobrevivientes son regresados a los hospitales de segundo nivel, donde las citas externas de cardiología tienen una espera que varía de una semana hasta meses en algunas entidades federativas, con lo cual se pierde el requerido seguimiento posterior al intervencionismo coronario por IAM.
El éxito del manejo oportuno en IAM es alrededor del 90%, sin embargo, el resto -10%- evolucionarán irremediablemente hacia el choque cardiogénico, que aún en centros de alta complejidad fallecen ocho de cada diez. Para tratar el choque cardiogénico con éxito, se requiere de atención de alta complejidad en unidades de cuidados cardiovasculares -escasas en nuestro país- para disponer de dispositivos de asistencia ventricular como el balón intraoórtico de contrapulso u otros que permitan el soporte mecánico ventricular hasta la recuperación del enfermo o bien, pasados los treinta días, someter al enfermo a trasplante cardiaco con pocas probabilidades de ocurrencia, pues por ejemplo, solo se hicieron 42 en todo México en el año 2022.
En resumen, en México estamos en riesgo de perder una batalla crucial: la del infarto al corazón. Para combatir esta amenaza, debemos fortalecer las medidas de promoción de la salud, prevención, atención médica y rehabilitación. Pero, ¿cómo podemos revertir esta situación? Necesitamos una hoja de ruta multifacética que incluya acciones a varios niveles.
Primero, debemos intensificar nuestras acciones de promoción de la salud y prevención. Esto significa educar a la población sobre los factores de riesgo del infarto al corazón, como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo y la obesidad. También debemos promover estilos de vida saludables, como una dieta balanceada, el ejercicio regular y la eliminación del consumo de tabaco. Los médicos, por su parte, deben recibir una formación adecuada para detectar a tiempo los factores de riesgo en sus pacientes y actuar en consecuencia.
En segundo lugar, necesitamos mejorar la atención médica. La referencia oportuna de los pacientes a los centros especializados es crucial para aumentar las posibilidades de sobrevivencia. Los hospitales y clínicas necesitan tener los equipos y profesionales adecuados para atender a estos pacientes de manera oportuna y efectiva. Debemos trabajar en crear una red de atención de emergencia que pueda atender a los pacientes en cualquier parte del país, sin importar las distancias.
Además, debemos hacer todo lo posible por mejorar la colaboración entre las diferentes instituciones de salud. Actualmente, la falta de convenios de colaboración entre las diversas instituciones (IMSS, ISSSTE, Pemex, SEDENA, SEMAR) dificulta la atención oportuna y efectiva de los pacientes. Es necesario trabajar en establecer mecanismos de colaboración para aprovechar mejor los recursos disponibles y proporcionar una atención más rápida y eficaz a los pacientes.
En tercer lugar, es fundamental fortalecer la rehabilitación. Los pacientes que sobreviven a un infarto necesitan un seguimiento estrecho y una rehabilitación adecuada para prevenir complicaciones y otro infarto. Esto requiere una mayor inversión en servicios de rehabilitación, así como una mayor capacitación para los médicos en este campo.
Finalmente, pero no menos importante, necesitamos aumentar el número de cardiólogos en el país. Actualmente, México cuenta con solo 0.8 cardiólogos por cada 1,000 habitantes. Esta cifra es insuficiente para atender a nuestra población. Necesitamos invertir en la formación de más especialistas y en incentivos para atraer a los cardiólogos a las áreas donde más se necesitan.
Estas medidas, aunque ambiciosas, son necesarias para cambiar el rumbo de la batalla contra el infarto al corazón en México. Debemos afrontar este desafío con determinación y con un espíritu de colaboración entre todos los actores implicados: los médicos, los pacientes, las instituciones de salud y el gobierno. Solo así podremos ganar esta batalla y garantizar un futuro saludable para todos los mexicanos.
*El autor es médico especialista en cirugía general, certificado en salud pública, doctorado en ciencias de la salud y en administración pública, y es diputado reelecto del grupo parlamentario del PAN en la LXV Legislatura.