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¿Salvados por la pandemia?

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Después de que la economía de Estados Unidos cayera por el suelo en marzo y abril del 2020, los exitosos esfuerzos de estímulo por el Covid-19 por parte del gobierno brindaron a muchos estadounidenses la rara oportunidad de restablecer sus vidas financieras
WASHINGTON, DC – Todo cambió a comienzos del 2020, cuando quedó claro que el Covid-19 había llegado para quedarse. Repentinamente, la vida en Estados Unidos y muchos otros países casi se paralizó: las escuelas y empresas cerradas y los confinamientos y cuarentenas dieron una nueva forma a la sociedad.
Algunos empleados siguieron trabajando desde sus hogares, tratando de arreglárselas como fuera. Otros pronto fueron despedidos o quedaron bajo licencia. Desde mediados de marzo, cuando Estados Unidos comenzó a poner en práctica los confinamientos, hasta mediados de abril, 22 millones de personas perdieron sus empleos. Aquellos que fueron considerados “esenciales” -como médicos, enfermeras, empleados de tiendas de alimentos y plantas de envasado de carnes- todavía tenían que presentarse al trabajo, pero a costa de enfrentar riesgos nuevos y aterradores.
La mayoría de los estadounidenses no estaban preparados para un colapso económico de esta magnitud. Incluso antes de la pandemia, muchos no podían pagar sus cuentas. La primera versión de la encuesta Making Ends Meet (Llegar a fin de mes), que ayudé a diseñar e implementar en junio del 2019, concluyó que dos de cada cinco familias podían cubrir los gastos por menos de un mes si perdían su principal fuente de ingresos. Una de cada cinco no era capaz de hacerlo por menos de dos semanas.
En el punto más crítico de la economía, marzo y abril del 2020, parecía que era inminente una crisis financiera generalizada. La respuesta dada al colapso del 2008 y a la Gran Recesión sugería que el gobierno no intervendría para ayudar. Tras ese desastre, millones perdieron sus hogares y muchos más cayeron en años de desempleo en un mercado laboral debilitado.
Las familias tuvieron que considerar los recortes que tendrían que hacer esta vez. Sofía, una de las personas que respondieron las encuestas de Making Ends Meet, de quien hice un perfil en mi nuevo libro The pandemic paradox: how the covid crisis made americans more financially secure (La paradoja de la pandemia: Cómo la crisis del covid dio más seguridad financiera a los estadounidenses), perdió su empleo en abril del 2020. Ella y su familia tuvieron que reducir su gasto en alimentos y no pudieron pagar una cuota de su hipoteca. Parecía el inicio de una profunda caída económica.
Entonces ocurrió algo notable: para junio del 2020, la mayoría de los estadounidenses, incluida Sofía, estaban mejor financieramente que un año antes. Tres leyes de estímulo masivo, comenzando con la Ley CARES del 27 de marzo del 2020, asignaron un presupuesto de más de 5 billones de dólares (aunque no toda esta cifra se gastó de inmediato), transformando la economía de la pandemia.
Este alivio para la pandemia quintuplicó el paquete de estímulo adoptado en respuesta a la crisis del 2008. El gobierno federal aumentó los beneficios del seguro de desempleo, dándoles una elegibilidad más amplia y prolongada. También hizo pagos directos equivalentes a varios miles de dólares a la mayoría de los estadounidenses, evitando con ello que las familias en dificultades cayeran al precipicio financiero. El Programa de Protección Salarial proveyó dinero a casi la totalidad de las pequeñas empresas. Otras medidas ayudaron a los propietarios de viviendas que tenían problemas para pagar las hipotecas y evitaron que mucha gente fuera desalojada.
Al mismo tiempo, el gasto se redujo significativamente. Muchos dejaron de ir a restaurantes y bares, y cancelaron sus vacaciones. Puesto que el gasto iba a la baja y la ayuda del gobierno hacía que los ingresos de los estadounidenses se mantuvieran iguales o mejores -incluso si estaban desempleados- los ahorros del ciudadano promedio aumentaron de manera importante. Las deudas de tarjeta de crédito se redujeron en cerca de mil dólares por titular en esos primeros meses, a medida que la gente pagaba balances largamente postergados.
Con su libertad financiera recobrada, muchos estadounidenses iniciaron empresas y, a medida que la economía se iba recuperando vigorosamente, los trabajadores se volvieron más selectivos a la hora de escoger trabajos y exigieron mejores condiciones a sus empleadores. El sólido mercado laboral hizo que gente que, a menudo, había quedado marginada volviera a trabajar. Menos personas tuvieron problemas para pagar sus cuentas. Inesperadamente, la pandemia creó una rara oportunidad para que una gran proporción de la población estadounidense restableciera sus vidas financieras.
Al mismo tiempo, la pandemia cambió de manera fundamental la sociedad de modos más perjudiciales. El ámbito de la educación fue gravemente interrumpido, lo que podría afectar adversamente el potencial de aprendizaje de largo plazo de los menores. La generación del milenio enfrentó la segunda catástrofe económica de sus vidas laborales, lo que afectó su capacidad de pagar la deuda estudiantil, adquirir una vivienda y ahorrar para la jubilación.
De manera similar, cuando las escuelas y las guarderías cerraron sus puertas, millones de mujeres dejaron la fuerza laboral para cuidar a sus hijos e hijas, haciendo que sus carreras profesionales sufrieran un retroceso o acabaran del todo. Millones más prefirieron la jubilación anticipada, aunque muchas volvieron a trabajar finalmente.
Además, con más de un tercio de la fuerza laboral trabajando desde la casa, la pandemia cambió la naturaleza del trabajo, haciendo que empleadores y empleados reconsideren el propósito de la oficina y la necesidad de hacer los estresantes viajes cotidianos para ir a trabajar.
La pandemia mostró que es posible que la sociedad estadounidense cambie de rumbo con rapidez. Al igual que el resto del planeta, Estados Unidos enfrentó una nueva amenaza con inmensas implicaciones económicas y sanitarias, y respondió de maneras novedosas. En lo individual, aprendimos a enfrentar nuevas condiciones y factores de estrés muy específicos. En lo colectivo, aprendimos a protegernos mutuamente de la ruina financiera.
Es cierto que el país lidió con una mayor deuda y la aceleración de la inflación a medida que salíamos de la pandemia, y muchos de los programas del gobierno fueron ineficaces o habrían podido lograr lo mismo con menos recursos. Lo más importante es que les fallamos a mucha gente: más de un millón de estadounidenses falleció y la esperanza de vida bajó radicalmente, especialmente para los hogares de personas de raza negra y latinos.
Sin embargo, la pandemia demostró que existe una mejor manera de hacer las cosas. Si entendemos qué políticas tuvieron éxito y por qué, podemos construir un nuevo camino hacia la estabilidad financiera para todos. La respuesta estadounidense al Covid-19 demostró que todavía es posible desarrollar una sociedad más justa y productiva. Ahora que la emergencia está atrás, tenemos que decidir si eso es lo que queremos.
Las opiniones expresadas aquí no son necesariamente las de la Oficina de Protección Financiera para el Consumidor de Estados Unidos.
El autor
Scott Fulford, economista senior de la Oficina de Protección Financiera para el Consumidor con sede en Washington, DC, es autor de The Pandemic Paradox: How the COVID Crisis Made Americans More Financially Secure (Princeton University Press, 2023).
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
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