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Los próximos 120 días

Los resultados de la elección del domingo transformaron el escenario político de una manera que pocos anticipaban. Más allá de las razones —que, a mi parecer, se deben a los incrementos de los ingresos laborales en la segunda mitad del sexenio por una combinación de buenas políticas, como el salario mínimo, y situaciones fortuitas, como el fortalecimiento del sector exportador— de la arrolladora victoria de Morena, lo más importante ahora es ver hacia adelante. ¿Qué sigue y qué podemos esperar en estos meses de transición?
Los mercados mandaron señales de alerta el lunes, aunque el peso y la bolsa mexicana se recuperaron parcialmente hacia finales del martes y el miércoles. A mi parecer, más que por la conferencia telefónica de Ramírez de la O, fue el resultado de que existe un poco más de ambigüedad sobre la mayoría calificada en ambas cámaras. En primer lugar, en el Senado les faltarían 3 o 4 senadores y habrá que ver qué pasa con la enorme sobrerrepresentación implícita en las estimaciones del conteo rápido.
El miedo de los mercados no fue la victoria de la presidenta electa, eso ya estaba más que descontado, sino lo que pueda pasar en la época de transición. En pocos escenarios se anticipaba que la coalición gobernante obtuviera la mayoría calificada en ambas cámaras y pudiera impulsar cambios constitucionales, el famoso Plan C. El principal problema en este momento son los cambios que se quieren llevar a cabo en el poder judicial y la SCJN, que de facto eliminarían el contrapeso del poder judicial, que todos los inversionistas consideran crucial. A fin de cuentas, para bien o para mal, el poder judicial es el mecanismo de resolución de conflictos entre privados y el Estado, que son inevitables y existen aquí y en todo el mundo. Crear incertidumbre sobre la autonomía de este contrapeso es una gran bandera roja.
Las palabras del presidente el lunes, con los resultados todavía frescos, sobre la prioridad de la reforma al poder no hicieron más que profundizar estos temores. Pero a mi parecer, esto no es más que la primera señal de un equilibrio muy delicado del que depende mucho y que habrá que observar durante los próximos cuatro meses, con especial énfasis en septiembre.
Sería deseable que quien tomará las decisiones durante los próximos seis años sea quien dé los mensajes de importancia, pero es algo que probablemente no va a pasar. Daría mucha tranquilidad que se anunciara que las reformas constitucionales se llevarán a cabo en la próxima administración, después de un periodo de consulta. También sería preferible que cualquier anuncio o comunicación de relevancia económica, como por ejemplo qué se piensa hacer con los 66 mil millones de dólares de pasivos corrientes de Pemex o con el déficit de generación eléctrica en los meses de verano, vinieran del equipo de transición o de la próxima presidenta. Pero pensar que AMLO seguirá un camino como el de su antecesor y poco a poco se alejará de los reflectores para dejar espacio a la presidenta electa sería una ingenuidad.
No hay duda de que el electorado votó de forma masiva por la continuidad del proyecto de la 4T. Eso es un hecho, y en democracia el deseo de las mayorías expresado en las urnas debe ser respetado. Pero, a pesar de que Claudia Sheinbaum prometió el segundo piso de la 4T, es inevitable que surjan discrepancias en los tiempos o formas de implementar políticas públicas o reformas. Mientras, en estos meses de interregno, ¿a quién debemos creerle, a la mañanera o al equipo de transición?

