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Opinión

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Fitch advierte sobre reforma judicial y Pemex, ¿cuánto caso debemos hacerle?

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Luis Miguel González

¿Cuál es la nota? Fitch mantiene la calificación crediticia de México o Fitch advierte de algunos riesgos para México: finanzas públicas, Pemex, reforma judicial y riesgo de deterioro en la calidad institucional.

En los últimos años, la agencia calificadora Fitch ha sido la más “dura” con el gobierno mexicano. De las tres principales calificadoras del mundo, ésta ha puesto las calificaciones más bajas para la deuda que emite el gobierno mexicano. En 2020 bajó la calificación a BBB- y desde entonces no la ha movido. 

Esto importa porque caer abajo de este grado significa perder el grado de inversión y entrar en el terreno de los bonos especulativos. En otras palabras, una baja en la calificación se traduce en el pago de tasas de interés más altas y mayores costos financieros para el emisor. 

Mantener el grado de inversión es muy importante en estos momentos para el gobierno federal porque ya está incurriendo en altos costos por el servicio financiero de la deuda. Son alrededor de 1.2 billones de pesos anuales. Leyó usted bien: uno de cada siete pesos del presupuesto de egresos se va a pagar capital o intereses. Para ponerlo en perspectiva, el servicio de la deuda es 60% del gasto en pensiones para adultos mayores.

El mejorar la calificación de la deuda soberana del gobierno mexicano no está en el radar de Fitch. Así lo dice la agencia calificadora: “La calificación está constreñida por la debilidad de los indicadores de gobernanza, un récord de pobre desempeño en el crecimiento de largo plazo y los riesgos fiscales relacionados con pasivos contingentes de Pemex y rigideces presupuestales crecientes”.

¿Por qué importa la calificación o el rating que ponen las calificadoras? El costo del servicio de la deuda depende principalmente del nivel de las tasas de interés, pero también cuenta (y mucho) el perfil de quien emite la deuda. Aquí es donde las calificadoras entran en escena. Ellas evalúan al emisor de la deuda, con criterios que tratan de ser objetivos, pero no pueden evitar cierta subjetividad. El gobierno mexicano es respetado porque siempre ha cumplido sus compromisos de pago de deuda y porque tiene una historia de manejo responsable de las finanzas públicas, desde tiempos de Zedillo, hace tres décadas. Los déficits de 2014 y 2024 son anomalías, en una historia reciente de disciplina.

A Pemex los mercados lo “castigan” con tasas mucho más altas que las del gobierno federal y de otras petroleras. Si le preguntan al director de Pemex, dirá que el castigo a la empresa es por “mala leche” de las calificadoras. Éstas contestarán que la empresa ha sido incapaz de ejecutar la transformación que prometió. El tablero de Pemex está lleno de focos rojos: su alto nivel de endeudamiento, sus malos resultados operativos en producción y refinación y hasta el número de accidentes en las instalaciones productivas de la empresa.  

Pemex es un riesgo, porque el esfuerzo de salvar a la petrolera puede complicar la salud del “salvador”. Uno de los escenarios, el optimista, es que el apoyo del gobierno permita flotar a Pemex. Otro escenario, el pesimista, es que el esfuerzo del gobierno no alcance para salvar a Pemex y, en cambio, comprometa las finanzas públicas del gobierno federal. 

¿Cuántos recursos fiscales recibirá la mayor empresa de México en el próximo sexenio? Ésta es una de las grandes preguntas. En la administración de AMLO fueron alrededor de 1.3 billones de pesos, entre reducciones de impuestos y aportaciones de capital. ¿Quién será el próximo director de Pemex? Hay versiones que colocan a Octavio Romero Oropeza, otra vez, a cargo de la empresa. Si así fuera, el mensaje es de continuidad en la forma de manejar Pemex. ¿Cómo reaccionarían las calificadoras? Pueden ustedes apostar que sacarían la pluma roja para anotar la calificación. 

¿Qué opina Fitch de la reforma al Poder Judicial? Creemos que esas reformas afectarán negativamente el perfil institucional de México, dice el documento donde mantiene la calificación, aunque advierte que el impacto dependerá de lo que pase en la aprobación e implementación. Cierran el comentario con una valoración más abstracta: “La gobernanza de México es relativamente débil, con un score en el Indicador de Gobernanza del Banco Mundial, ubicado en el percentil 32, muy abajo de la media de BBB del percentil 58”.

¿Qué tanto caso debemos hacerles a las opiniones de las agencias calificadoras? El presidente López Obrador quizá diría que nadie les preguntó y que no tienen derecho a participar en una discusión nacional, entre otras cosas porque nadie voto por ellas. Será el sereno, pero las calificadoras tienen el poder de encarecer el costo del crédito para el gobierno mexicano y complicar el escenario para el próximo gobierno. Si existe la reencarnación, yo quisiera reencarnar en agencia calificadora, ya lo dijo el clásico.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Luis Miguel González

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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