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Un día de ópera en el Cervantino (y angustias) en la playa
La ópera-performance ganadora del León de Oro en la Bienal de Venecia 2019 no ha parado su gira mundial y se presenta en el primer fin de semana del Festival Internacional Cervantino.

La puesta en escena busca crear una reflexión sobre la crisis ambiental que azota el mundo mostrando una playa llena de vacacionistas. FOTO: CUARTOSCURO
El calor en Guanajuato hoy es particular. Ha estado nublado toda la mañana y media tarde, pero la humedad preserva una sensación bochornosa.
Se ve prometedora, ¿no? –Comentó un colega de la televisión allá afuera, en la fila de la prensa, junto a la fila del público con boleto, misma que se extendió hasta doblar la esquina, a la espera de la primera función de la ópera-performance lituana “Sun & Sea”, que se estrena en el primer fin de semana de la edición 53 del Festival Internacional Cervantino.
No pocos carteles de publicidad del festival incluyen imágenes de ésta que, se anticipa, es una ópera, pero un performance, pero una instalación, que tiene programadas 16 funciones, cuatro por día, seguiditas, sin descanso pero descansando, como si fuera un día de playa.
“Sun & Sea” fue inscrita por Lituania como su instalación o pieza performática para la Bienal de Venecia –la Bienal de Arte, aunque pudo haberse inscrito en la Bienal de Teatro– de 2019, y se llevó el León de Oro. Desde entonces, se dedicó a recorrer el mundo.
La crítica ha sido generosa con la pieza. En 2021, The New York Times, durante la estancia en la Brooklyn Academy of Music, no dudó en concederle el valor de obra maestra, una de las mejores de la última década, destacada por plantear una crisis de aspiraciones apocalípticas pero en un tono “peligrosamente gentil”.
Y cuando “Sun & Sea” estuvo en el Teatro Colón Fábrica, en Buenos Aires, para 2023, El Clarín identificó en ella a una pieza donde cunde el sosiego y el beneplácito, pero en la que subyace un fondo inquietante, “quizás potencialmente trágico”.
Playa, sol y angustias
Se pide al público que, por favor, suba al primer piso de la Casa de Cultura de Guanajuato, donde puede apostarse alrededor del pasillo que circunda, como un balcón, el patio de la planta baja, sobre el que se han volcado 25 toneladas de arena de playa sobre la que posan al menos unas 30 personas en ropas ligeras. Hacen algo de calistenia, se recuestan sobre las toallas y camastros de este corte enfrascado de remanso.
Aquí y allá, algunas personas están absortas en sus libros y revistas. Un padre y sus hijos juegan con una gran pelota impresa como un globo terráqueo. Un grupo de jóvenes está jugando con una enorme lotería. En la esquina de este terrario humano, un individuo le da la penúltima mordida a su manzana.
Aquí el escenario se disuelve en la arena. Es una costumbre preponderante en el teatro, que el público tenga frente a sí un escenario y un proscenio que es esa cuarta pared con la cual, solamente así, se da sentido a una especie de juego voyerista, de ganas de contarnos las historias, las tragedias o las comedias, a través de este invento llamado teatro, sobre todo cuando las actuaciones están bien remarcadas por los matices dramáticos. Pero aquí no hay mucho de eso, aquí lo más incómodo es que el público contempla una especie de bucle donde la vida pasa lenta y serena, pero en el subtexto, esa misma vida se presiente huidiza, como la arena del mar.
Muchos de ellos cantan, en total son trece los personajes que tienen turno para cantar lo que parecen ser sus disertaciones, sus pensamientos, temores o reprimendas. Mientras tanto, el resto de habitantes de este extracto de falso sueño idílico, cambia de postura, boca arriba, boca abajo, de ladito, para asolearse perfectamente.
Se trata de una obra sin progresión dramática entre las piezas, sino que es, digamos, un biombo musical interpretado por 13 cantantes que visten de bañistas. A lo largo de una hora, parte del público, sobre todo el que alcanzó una buena posición, pegado al barandal, observa con vehemencia voyerista, y el resto escucha las bellas melodías con letras que amenazan con romper la sensación de comunidad que exuda en este edificio donde la ardentía del clima es más perceptible.
“Los párpados me pesan. La cabeza me da vueltas. Mi cuerpo está ligero y vacío. No queda agua en la botella. Los párpados me pesan. La cabeza me da vueltas. ¡Tengo un tumor en la cabeza del tamaño de un huevo! ¡Me provoca un dolor que no puedo soportar!”.
Esto canta uno de los personajes de esta historia. Por poco no se advierte de quién es la voz, porque no hay expresiones dramáticas y las angustias se reprimen en este supuesto día soleado e impecable.

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Con Reino Unido y Veracruz, Arranca la “Fiesta del espíritu”
“En estos momentos, es evidente que el lenguaje del arte y su poder para tejer vínculos, unen más allá de las diferencias y nos hacen reconocernos en las historias y encontrarnos en diálogo con los otros. En sus 53 años de historia, este maravilloso festival se ha consolidado como uno de los más importantes del mundo. Es un festival que está reconocido no sólo por su calidad y programación, sino por la capacidad de reinventarse y porque coloca a las culturas de México en un punto central de esta programación.
Esto declaró la secretaria de Cultura federal, Claudia Curiel de Icaza, durante el acto inaugural de la edición 53 del Festival Internacional Cervantino, el cual arrancó el fin de semana con la presencia de Reino Unido y Veracruz como país y estado Invitados de Honor.
A lo largo de 17 días, hasta el próximo 26 de septiembre, de esta celebración participan más de 3,400 artistas de 31 países.

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“Sun & Sea”
- País: Lituania
- Compositora: Lina Lapelytė
- Directora y escenógrafa: Rugilė Barzdžiukaitė
- Intérpretes: Aliona Alymova, Annapaola Trevenzuoli, Artūras Miknaitis, Claudia Graziadei, Daniel Monteagudo Garcia, Eglė Paškevičienė, Elisabetta Trevenzuoli, Roxanne Tania Tataei, Šarūnas Visockis, Saulė Dovydėnaitė, Sebastian de la Cour, Svetlana Bagdonaitė, Thuthuka Nkosinathi Sibisi.
- León de Oro de la Bienal de Venecia
