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Las grandes heridas que arrastramos los hombres
El cuentista y académico, reconocido como uno de los más notorios de su generación, reflexiona sobre el vínculo paternal y el modelaje de las masculinidades como el punto definitivo de la gestación de nuestras violencias. Como género, reconoce, nos hemos negado a asumir un nuevo papel en el mundo que plantean las mujeres.

Hiram Ruvalcaba, escritor y académico. Foto EE: Cortesía
¿En qué momento comenzó la volcadura de nuestro tren? ¿Cuándo fuimos rebasados por una serie de hechos tan violentos en la vida diaria, en la cultura, en el deporte, aquellas actividades que debían de ser nuestro desahogo y un paliativo? ¿Cómo es que ahora todos eso planos están manchados de sangre?
Domingo por la mañana. Los reportes de la golpiza multitudinaria en un partido de futbol en el estadio Corregidora, en Querétaro, presentan dos extremos: los comunicados oficiales reportan masculinos heridos en un enfrentamiento masivo entre fanáticos de los equipos involucrados, pero sin víctimas mortales, se subraya, como si entonces lo que sucedió se estuviera sobredimensionando desde la opinión pública. Por otro lado, los videos e imágenes que se dispersan rápidamente por todas las vías son atroces. En ese quiebre de violencia las consecuencias deben ser más graves que solamente masculinos heridos, pensamos.
¿Qué hacemos desde una sección de cultura, cómo reaccionamos sin tener que caer en el oportunismo? ¿Qué es esta sensación de impotencia y rechazo a la indiferencia? Los hombres, ¿cómo darnos cuenta del patriarcado como aquello que, mucho más allá de los privilegios que nos da, nos ha hecho tanto, tanto daño, que nos estamos matando en su nombre? Es mejor iniciar por algún lado que no hacer nada.
El año pasado desde esta sección presentamos una serie de cuatro entregas de nombre “Hablemos de masculinidades”, con voces desde la sociología, la comunicación y la antropología que, a grades rasgos, coincidían en que las pedagogías multifactoriales de género, en particular para modelar nuestras masculinidades, es un influjo que ha desembocado en circunstancias como la sucedida el sábado en el futbol profesional mexicano. Consideramos propositivo insistir con una entrega más.
Paternidad y arquetipos masculinos
El escritor y académico jalisciense Hiram Ruvalcaba ha sido calificado por críticos y autores como uno de los mejores cuentistas de su generación. La estimación no es solo afectiva. Lo confirma su ramillete de premios prácticamente para cada libro que publica. En octubre pasado se llevó el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez por el libro De cerca nadie es normal; en 2020, el Nacional de Cuento José Alvarado por Padres sin hijos; en 2018, el Nacional de Cuento Joven Comala por Heraldos de la noche y en 2016 le fue conferido el Nacional de Narrativa Mariano Azuela por Me negarás tres veces. Los anteriores, por mencionar los más importantes.
En el libro Padres sin hijos, Ruvalcaba presentó ocho cuentos que abordan ese asunto esencial que nos tiene aquí y lo define todo en nuestras vidas personales y colectivas: la paternidad y sus senderos tortuosos, el plano volátil del vínculo entre padres (hombres) y sus hijos que miran a sus mayores con admiración o repudio, porque es ahí donde comienza la formación de nuestras masculinidades y el tema de la conversación con Ruvalcaba.
“No soy especialista en el tema de las masculinidades, pero soy académico y no me es indiferente. La paternidad es una de las empresas humanas que están más abocadas hacia la tragedia. Demanda absolutamente todo de ti, los más pequeños errores pueden resultar fatales, lo hace una vocación trágica. Y por eso creo que en México las paternidades suelen ser fallidas. Y hablo específicamente del vínculo padre e hijo, porque el plano entre madre e hijos suele ser diametralmente distinto”, refiere el autor y académico de la Universidad de Guadalajara.
Algunas cifras y comentarios
La tasa de ausencia del padre en los hogares mexicanos presenta una tendencia a la alza. De acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2009 el 41.5 %de hogares en nuestro país carecía de una figura paterna, mientras que para 2015 el porcentaje de hogares sin padre creció a 47%. Los asuntos pueden ser multifactoriales, desde la ausencia de los padres por migración o la evasión de las obligaciones de paternidad, pero no dejan de ser resultado de procesos violentos.
Ahora bien, un hogar con la presencia masculina tampoco ha sido un sitio seguro para las hijas, los hijos y las madres. De acuerdo con datos a 2021 del instituto, el 81.7% de las mujeres en el país ha reconocido una percepción de inseguridad en su propio hogar.
“Las grandes heridas que llevamos los adultos vienen desde muy atrás, desde la infancia y la adolescencia, que van desde heridas efímeras hasta asuntos muy graves. En la relación de los hombres con los padres hay un asunto de poder bastante delicado porque el hombre definitivamente no ha sido educado para la crianza.
“A los hombres no se nos ha metido el chip del autocuestionamiento. En mi generación (los nacidos en los años 80) aún hay muchos hombres que esperan casarse con una mujer. La sociedad impulsada por las mujeres que expresan un hartazgo insostenible se dirige hacia un lugar diferente. Pero los hombres, por nuestra parte, debemos evaluar cuál será nuestra posición en estas nuevas circunstancias o de lo contrario nos vamos a ver perdidos. Nos urge que los hombres asumamos nuestro papel en este contexto, porque nos estamos llevando este mundo al carajo”.
El mundo que viene, con sus problemas ambientales, de igualdad, movilidad, territorio, identidad y género, concluye Ruvalcaba, requerirá de individuos críticos y remata: “en este país nadie se ha levantado ni se va a levantar por las muertas, por los desaparecidos, más que las morras. Y si eso implica quemar lo que sea, es lo menos, porque estamos de la chingada”.