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Arte e Ideas

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El show de Cate Blanchett

Un tour de force tan hilarante como fascinante; Blanchett brilla hasta recitando el directorio telefónico

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Foto: EspecialEspecial

¿Podemos convenir en una cosa? Venga, es algo que nos concierne a todos. Cate Blanchett es la mejor actriz viva. Punto. Vengan a hablarme del evangelio según Meryl Streep y yo les enseñaré cintas como Carol, Blue Jasmine, I’m Not There, Coffee and Cigarettes y la que ahora nos concierne: Manifesto.

Es posible que Blanchett tenga una filmografía menos impresionante que la de Streep, pero Blanchett tiene una plasticidad actoral que le permite hacer la locura que es Manifesto.

Algunos críticos han calificado la cinta del alemán Julian Rosefeldt como un acto autoindulgente, algo que parece más un videoarte que un trabajo narrativo.

No estoy de acuerdo. Si bien es cierto que Manifesto es difícil de clasificar (¿es una sátira, es un homenaje?), se trata de una experiencia dramática y visual impactante. Blanchett interpreta a 13 personajes diferentes que a su vez leen 13 manifiestos históricos, es decir, 13 declaraciones de principios de políticos o artistas.

La película va, pues, de los grandes manifiestos de la historia. A partir del siglo XIX, con el advenimiento de la revolución industrial y la modernidad, varios grupos se vieron compelidos a gritar a los cuatro vientos sus ideas. Una manifestación de individualidad y también de conciencia de clase, por usar los términos de Karl Marx, a quien también la cinta menciona.

De hecho es el Manifiesto Comunista el primer gran momento de Manifesto. Blanchett vestida de homeless recita en un megáfono todo el texto de Engels y Marx y el resultado es de verdad desternillante. Decía Umberto Eco que el Manifiesto Comunista fue el primer gran trabajo de mercadotecnia: aquí resulta un chiste de sabor amargo.

Y así, en situaciones inesperadas que funcionan de contrapunto a estos textos tan serios y solemnes, Blanchett (hay otros actores, pero el show le pertenece exclusivamente a Cate) interpreta cada una de estas grandes declaraciones de principios. Véanla juguetear con el Manifiesto Surrealista de Bretón, o hacer pedazos el de los situacionistas.

Manifesto es una crítica a la modernidad y sus vanguardias caducas, pero también es un juego sonoro con las palabras —medidas, cuidadas— de estos hombres blancos que se creían muy interesantes inventándose el mundo cada mediodía. ¿Y qué queda de ellos? Palabras que bien pueden recitarse a la hora de cenar. Podría ser el directorio telefónico, ésa es la cosa: ya no importan, son material de libro de historia antigua.

En una de las secuencias más divertidas, Blanchett aparece como conductora de un noticiero hablando con una corresponsal que es ella misma. El “diálogo” es el Manifiesto del Arte Conceptual del artista Sol LeWitt. Las palabras acaban perdiendo todo su sentido artístico y desafiante. Son un chiste y así pasa con el resto de los manifiestos de la cinta. Aquello que quería ser contracultural y hasta bélico es digerido por la corriente principal y se convierte en nada o casi nada.

Esta cinta curiosamente también podría funcionar como el manifiesto de la propia Cate Blanchett. Denme un texto bueno y yo lo haré brillar, abajo las películas intrascendentes. Manifesto es todo menos intrascendente. Tiene momentos brillantes y a pesar de no ser una obra necesariamente narrativa (funciona como una serie de cortos, cada uno ocupado por un manifiesto en una situación absurda) es de lo más entretenida.

Cate Blanchett es una bomba. Ojalá nadie la desactive.

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