Lectura 3:00 min
¿Ya se olvidó? (II)
Si el Congreso fue escenario de atronador palmoteo, no estamos libres, a menos que olvidemos el pasado, de caer en similares sinrazones dictatoriales.
En mi artículo anterior escribí sobre la nacionalización de la banca vista por la hormiga, o sea, la impresión de los que atestiguamos el atraco cuando se cometió, el 1 de septiembre de 1982. Trato en este segundo, último, las investigaciones realizadas sobre la materia a toro pasado, sobre causas del terrible accidente y sus efectos, económicos (agravamiento de la crisis), jurídicos (ilegalidad del decreto, puntilla al Estado de Derecho), sociales (desconfianza por el fortalecimiento del presidencialismo autoritario) y políticos (tres poderes y democracia barridos). Sobresalen los debates promovidos y los análisis realizados por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, publicados en varios volúmenes. Por este tipo de esfuerzos la historia no se evapora. Tal como está escrita, o reescrita, es como el lenguaje, un espejo de la sociedad. Como éste lo fueron los diputados, que ovacionaron la medida a rabiar. Si el Congreso fue escenario de atronador palmoteo, no estamos libres, a menos que olvidemos el pasado, de caer en similares sinrazones dictatoriales. Muy saludable sería, como hace mucho aseveró Rafael Sánchez Ferlosio en un artículo en El País, “suprimir, en nuestra democracia, esa manifestación mezquina que da pena ajena: el aplauso nacido del servilismo. Empero, insisto, hay quienes retrotraen el pasado y lo mantienen vivo. Así el tiempo no es el devorador y consumidor de todas las cosas”, como leemos en el capítulo IX de Don Quijote. En el mismo apartado asienta Cervantes que “los historiadores deben ser puntuales, verdaderos y nada apasionados, que nada los haga torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia”.
Consigna Enrique Pérez López, exjefe de Estudios Económicos del banco central: “La expropiación derivó del derrumbe de la economía y de una de sus consecuencias: la fuga de capitales, de la que el presidente JLP culpó a los bancos privados, como pretexto para expropiarlos, y con esto desviar la atención de la sociedad civil, intentando ubicar el fracaso económico en un contexto político populista, para justificarlo”. Y la académica Soledad Loaeza: López Portillo consideró perfectamente legítimo “expropiar los bancos sin necesidad de consultar o discutir esta medida extrema con nadie más allá de cinco asesores personales...”. Y Rubio-Gil Díaz: en 1982, cuando cesó el financiamiento externo, la economía colapsó y “este año de desastre concluyó con la expropiación de los bancos privados y la imposición de controles de cambios”.