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Parábola de la quinceañera que no quería fiesta
Altagracia está a punto de cumplir sus 15 primaveras -así se dice aunque la adolescente haya nacido en verano-, la edad de las ilusiones -lugar común que se aplica en estos casos-. Pero ¿qué ilusiones puede tener la joven púber cuyo hogar está en ruinas? Más que a la edad de las ilusiones, Altagracia se prepara para llegar a la edad de las ficciones: alcanzar cupo en una universidad pública y poder estudiar una carrera sin tener que suspenderla para ayudar a los gastos de la familia- y una vez titulada tener acceso a un bien remunerado empleo relacionado con su carrera.
A dos meses del decimoquinto aniversario del natalicio de Altagracia, su padre don Gobierno anda metido en broncas: la familia es un caos, a la numerosa parentela de pobres se agregan -en proporciones geométricas- la prole de desempleados y subempleados. Y eso no es nada comparado con la sangrienta lucha que el papá de Altagracia sostiene -de manera contumaz- contra la progenie de desalmados a los que no ha podido derrotar y que han convertido la casa en un charco de sangre. Por si esto fuera poco, un huracán llamado Alex azotó sin misericordia el hogar de la próxima quinceañera, inundándolo de tragedia social y económica. Y lo peor, para el mes del aniversario de Altagracia, se presagian más fenómenos meteorológicos ante los cuales Alex quedará en condición de aprendiz. (Hagan de cuenta Gerardo Ruiz cuando estuvo al frente de la Secretaría de Economía).
Por más que don Gobierno prescribe decálogos -que jamás aterriza o ejecuta- para corregir la marcha de la disfuncional familia, por más que hace llamados desesperados a la unidad familiar, unidad que él mismo contradice y pone en duda cuando toma partido por sus allegados más afines.
Llamados que los consanguíneos de otras tendencias políticas se pasan por el arco del triunfo y hacen oídos sordos. Por más que cambia de brazos ejecutores -tan cerca del jefe y tan lejos de la experiencia-, la familia de Altagracia se encuentra dividida; el hogar semidestruido y sin recursos económicos para su reconstrucción; inundado de corrupción y agua; anegado de impunidad y lodo; salpicado de sangre e ineficacia y, sin embargo, dispuesto a festejar a su quinceañera.
Las fiestas -según Octavio Paz- son nuestro único lujo; ellas sustituyen, acaso con ventaja, al teatro y a las vacaciones, al weekend y al cocktail party de los sajones, a las recepciones de la burguesía y al café de los mediterráneos .
La casa por la ventana
Somos, los familiares de Altagracia, fiesteros por naturaleza. En opinión de nuestro Premio Nobel: Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias, hombres y acontecimientos . Pero de ahí a gastar lo que no tenemos o lo que hace falta para emergencias prioritarias en celebrar unos 15 años argumentando que es una ocasión única e irrepetible la que viviremos hay un abismo. (Hagan de cuenta la misma distancia que existe en cultura, sapiencia y experiencia entre don Jesús Reyes Heroles -de los pocos priístas decentes que ha habido- y don José Francisco Blake Mora actual secretario de Gobernación, cuyo único mérito es ser amigo de Felipe Calderón-).
Para festejar los XV años de Altagracia no se han escatimado gastos: el vestido de la quinceañera será un diseño original de Marc Jacobs, el mejor diseñador de moda del mundo. (¿Por qué no el vestido se lo hizo la tía Chofi que por algo estudió corte y confección en las afamadas Academias Vázquez?). La elaboración del pastel, de varios pisos, se le encomendó a la pastelería de Pierre Hermé en París y cada una de las 15 velitas será una pequeña escultura en cera de la agraciada cumpleañera. (Hubiera sido suficiente comprar una tartaleta en la pastelería La Esperanza y ponerle una vela con el número XV así en romanos-). El banquete será preparado por el chef Ferrán Adrià Acosta, considerado entre los mejores del planeta. (Bien pudo la tía Enriqueta hacer una ensalada de codito y gelatina de grosella que tan bien le salen ambas cosas). El vals de la quinceañera -de la autoría de Johann Strauss- será montado por tres coreógrafos que vendrán desde Viena para ocasión tan señalada. Asimismo, Altagracia será escoltada por 15 uno por cada año- cadetes de la Academia Militar de West Point que serán sus chambelanes, el más apuesto de ellos bailará con la agasajada y el resto con 14 bellas botellitas de coñac, perdón 14 agraciadas jovencitas elegidas personalmente por Kamel Nacif. (Lo correcto hubiese sido montar Payaso de Rodeo con la colaboración del coreógrafo Félix Greco los quiero ver bien coplados , les diría a las parejas- y únicamente siete chambelanes para que no se les haga bolas el engrudo coreográfico, sacados del CCH, de los cuales uno, el menos desmadroso, sería la pareja de la festejada y los otros seis de sus amigas, las más feas de su elenco de amistades con objeto de que contrastaran con los no muy abundantes encantos -entre los que sobresale su bonita letra- de Altagracia). Como fin de la fiesta inolvidable habrá un espectáculo multimedia para el cual se contrataron los servicios de la misma empresa que produjo la inauguración y la clausura de los Juegos Olímpicos de Sydney. (¿Por qué no mandar hacer unos juegos pirotécnicos a Tultitlán con base en cohetes chifladores?)
Como toda fiesta de XV años que se respete, no podrán faltar las palabras del padrino, en este caso el conocido literato e historiador don José Manuel Villalpando, que bien podría ofrecer a los presentes algo similar a los spots de la campaña radiofónica que considera hermosísima: Felicidades porque cumples 15 años y eres el pito del globero, la sandía de tu tía, el cobro del abonero y la vieja del otro día. Eres flor, eres tallo y eres hoja: chingue a su madre el primero que te coja .
Para pagar la fiestecita de Altagracia, evento con el que no toda la familia estamos de acuerdo, su papá don Gobierno empeñará hasta la camisa -una verde de militar que le queda grande-.
¿Alguien se habrá tomado la molestia de preguntarle a Altagracia si quiere fiesta? A lo mejor prefiere festejar su cumpleaños con la familia reunida en torno de ella, sin odios ni rencores, sin intereses particulares ni partidistas, todos con un objetivo común: salvar la casa que se desmorona.
Extraoficialmente sabemos que Altagracia, al igual que muchas otras quinceañeras, no quiere fiesta, quiere viaje. Prefiere viajar a Estados Unidos de Norteamérica donde piensa quedarse a trabajar aunque no tenga papeles.
Oí por ahí
El martes de la semana pasada, cuando los rumores sobre la salida de Fernando Gómez Mont del gabinete estaban en su apogeo, un hombre llegó a Los Pinos tocó la puerta y cuando le abrieron sin más dijo: vengo por el trabajo de Secretario de Gobernación que están ofreciendo. Sorprendido el encargado de la puerta, le pregunta: ¿Qué es lo que quiere? Vengo -repite el individuo- a ofrecer mis servicios como Secretario de Gobernación. Casi dándole con la puerta en las narices, el portero le dice: ¿Está usted pendejo o qué? ¿A poco es un requisito?