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¿Otra “casa gris”?
Pocos aspectos de la vida de Andrés Manuel López Obrador han quedado vedado al escrutinio público. Sin más oficio que la política ni más ingreso que los derechos de autor de sus libros, el presidente de México decidió donar sus inmuebles a sus hijos y atar su historia personal a La Chingada, la finca que edificó en Palenque, en un predio que heredó de sus padres.
El notario Adán Augusto López Hernández dio fe del traslado de dominio de las propiedades que su primera esposa, Rocío, les dejó hace 20 años. Los terrenos en Teapa —municipio natal de los abuelos maternos—quedarían a nombre de Andrés Manuel, el segundo de los tres hijos de la familia López Beltrán. Los departamentos ubicados en Copilco Universidad, para José Ramón y Gonzalo.
López Obrador vivió casi una década en la Colonia del Valle, a unos metros de la estación Universidad, de la Línea 3 del STC, antes de mudarse a Tlalpan, con Beatriz Gutiérrez Müeller y Jesús, hijo de ambos. En ese departamento —ubicado en un edificio de cinco pisos, sin elevador— vivió Gonzalo López Beltrán hasta que se mudó a California, hace un par de años.
El primogénito de los López Beltrán estudiaba derecho en la Universidad de las Américas, mientras que sus hermanos se matricularon en la facultad de Ciencias Políticas, en la UNAM. Andy también fue inquilino de la casa de Coyoacán, adquirida hace 20 años por Guillermina Aurea Álvarez, en la que José Ramón ha vivido desde el 2015 y a la que regresó después de pasar dos años (2019-2021) en Houston, Texas.
¿Otra “casa gris”? ¿O persecución amparada en el periodismo de investigación? La divulgación del expediente médico —sin testar— quedó justificada, otra vez, por el hackeo (sic) de Guayama.
La propietaria de la casa que habita José Ramón López Beltrán con su esposa y sus hijos, es amiga de la familia desde hace dos décadas, por lo menos. Su adscripción a La Jornada es aún más añeja: apenas si terminó sus estudios universitarios, cuando ingresó a la redacción, en la época de Carlos Payán Velver, con quien fungió como encargada de Mundo, la sección de asuntos internacionales.
Su cercanía con los López Beltrán trasciende lo estrictamente editorial. Estuvo casada con Rafael Barajas El Fisgón, caricaturista del diario dirigido por Carmen Lira, quien hace casi 30 años comenzó una sólida amistad —propiciada por el escritor Carlos Monsiváis—con el actual Ejecutivo federal.
Lira Saade tomó las riendas de La Jornada en 1996 y entonces designó a Álvarez como asistente de la dirección general, mientras que Socorro Valadez se hizo cargo de El Correo Ilustrado.
López Obrador asumió la dirigencia nacional del PRD ese año y de su nexo con otros consejeros y periodistas de la publicación se ha sabido por los testimonios del dirigente tabasqueño. Su relación con Jaime Avilés y Antonio Helguera —ambos ya finados— era entrañable y en su equipo de trabajo destacan Rosa Icela Rodríguez, (secretaria de Seguridad Ciudadana) y Luis Gutiérrez Reyes, director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior.
AMLO siempre se ha quejado de hostigamiento y espionaje. Alguna vez dio un sentido testimonio de la ayuda que Lira Saade y Lourdes Galaz brindaron a sus hijos, cuando el acoso al líder tabasqueño era más burdo, aunque no tan virulento.
Efectos secundarios
DISPUTAS. Los trabajadores de la industria de la radio y la televisión están en pugna, por la titularidad del STIRT, tras de la reciente destitución de Ricardo Acedo Samaniego como secretario general. Un grupo cercano al exlíder Gustavo Macías Sandoval —quien formó un sindicato independiente, tras de ser expulsado— ahora busca recuperar el control de esa organización, adscrita a la CTM y han desconocido al secretario general sustituto, Francisco Contreras Vergara. En medio, la disputa por las arcas gremiales y una denuncia por el desfalco de 70 millones de pesos, presuntamente cometido por el depuesto líder, entre los que se incluyen cuatro millones pagados por Grupo Radio Fórmula por la renta de la sede sindical, en Polanco.