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Opinión

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La Cultura de la Paz, Ser Ciudadano

Pobre mayoría gobernante sería la que se atemoriza con una minoría ruidosa.                                                                 

José Francisco Ruiz Massieu

La ciudadanía es una condición jurídica y política que otorga derechos y deberes a los miembros de una comunidad, es un concepto que ha evolucionado desde su origen en la antigua Grecia hasta las sociedades modernas. En México se define esa condición en el artículo 34 de la Constitución.

En términos generales ser ciudadano implica la participación activa en la vida de un tejido social, de una comunidad, así como el respeto y cumplimiento de las leyes y normas establecidas por el Estado y para una vida armónica.

Entre los derechos más importantes se encuentran el de votar en las elecciones, a la libertad de expresión, a los servicios públicos, destacadamente los de educación, los de salud y los de seguridad pública.  

Sorprendentemente en el presupuesto presentado por el presidente para 2024 habrán de reducirse, en términos reales, las partidas en materia de salud y de educación, en perjuicio de todos. Esta situación propicia una perversa especie de privatización ya que la falta de acceso a los servicios públicos de salud y educativos –que son derecho de todos- obliga a que la población acuda a los servicios que se ofrecen en el mercado, ello en perjuicio de los más pobres. En el caso de beneficiarios de los programas de pensiones gubernamentales, deben aplicarlas para pagar por los servicios que debiera proporcionarles el gobierno. 

La responsabilidad ciudadana implica el compromiso de cumplir con sus deberes y también de exigir y ejercer sus derechos de manera responsable y consciente.

En la Constitución, su artículo 35 reconoce el derecho ciudadano a votar, derecho que también es considerado como una obligación en el artículo 36. Nos costó mucho conseguirlo. Tristemente, como se sabe, la apatía de la gran mayoría de la ciudadanía es una característica de nuestro tejido social que se presenta en el ejercicio de sus derechos, particularmente en el derecho al voto. La apatía tiene su más nociva expresión en el abstencionismo. Los pocos que votan lo hacen sin analizar a los candidatos y luego se decepcionan de los resultados de su desempeño, aunque fuesen predecibles. 

Los partidos políticos son financiados principalmente con recursos públicos que se compone del dinero que se les asigna y entrega directamente a cada uno, así como de los bienes y servicios que el Estado les otorga tales como franquicias postales y el acceso a espacios de radio y televisión. También cuentan los partidos con financiamiento privado proveniente de dinero, bienes y servicios que se les proporcionan sus militantes o simpatizantes. En la actualidad el financiamiento público es muy superior a lo que los partidos puedan recibir por aportaciones privadas.

El financiamiento público quedó inscrito en la Constitución a partir de la reforma de 1996 y se privilegió sobre el apoyo privado. Esa puede ser la razón principal por la que los partidos –sobre todo los de oposición- desatienden a sus simpatizantes a nivel territorial en vez de organizarlos y estimularlos para que participen, mantengan vigente sus credenciales de elector y –principalmente- acudan a votar en las elecciones. 

Por su parte el partido gobernante, con el ilegal apoyo de los denominados “servidores de la nación”, que son trabajadores al servicio del Estado, no ha cejado en perseguir a los beneficiarios de los programas gubernamentales de bienestar, para presionarlos a que voten por el partido del mandatario, con la amenaza de perder las dádivas gubernamentales de no votar por ese partido.   

Para patrocinar el proceso electoral del próximo año, conforme a lo previsto en el presupuesto del INE para 2024, derrocharemos casi 9,500 millones de pesos para su organización, además de los 10,444 millones de pesos que recibirán los partidos políticos, ello sin contar los gastos de operación del mencionado instituto. Es decir, gastaremos prácticamente 20 mil millones de pesos, además de lo que ya se ha gastado en las acciones de la sucesión adelantada. 

Sin embargo, una vez que ocurran los procesos electorales del próximo año, volveremos a constatar que los partidos políticos olvidarán nuevamente a la ciudadanía. Se trata de que el ciudadano sólo legitime y patrocine una competencia del poder por el poder, casi nadie parece percibir que los ciudadanos sólo somos instrumentos de los mencionados partidos para votar por los candidatos que sus jerarcas postulan en los procesos electorales y para que financiemos, con los impuestos que pagamos, campañas, dietas y salarios de funcionarios de elección popular y las prerrogativas de sus institutos políticos. 

Eso es posible porque nuestra cultura cívico democrática, que forma parte de la cultura de la paz, es de muy bajo nivel. Si bien es cierto que hemos avanzado en la construcción de nuestra democracia, no hemos aprendido a utilizar sus elementos como el diálogo, el debate, la crítica y la tolerancia ante la pluralidad. No hemos adoptado una cultura de la paz que nos permita negociar, escuchar al otro y dirigirnos al desarrollo tan anhelado para todos.

Con la sucesión anticipada promovida desde Palacio Nacional, se confirma que el mandatario ha mantenido un ambiente permanente de campaña electoral tendente a influir en los próximos procesos electorales, particularmente en las elecciones presidenciales de 2024 y de más motivos de polarización, tensión y controversia. Padecemos algunos síntomas de democracia disfuncional con un autoritarismo encubierto, la simulación, la falsificación de la voluntad ciudadana, la violación sistemática de la Ley, así como en el populismo, que es una expresión de la corrupción política al ser un instrumento para dividir a la sociedad.

No olvidemos que nuestro padrón electoral tiene registrados a casi 100 millones de ciudadanos y que nuestro papel es protagónico, no de subordinación a partido alguno. 

Si nuestra pretensión es que todos vivamos mejor en un ambiente de solidaridad, respeto, concordia y de dialogo, debemos sacudirnos la apatía por los asuntos de la democracia y apostar a la generación de una verdadera cultura de avenencia en la sociedad e involucrarla en la cultura de la paz.

*El autor es abogado, negociador y mediador.

Twitter: @Phmergoldd

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