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Entre mucha y poca madre
Hay de madres a madres. No es lo mismo Pelagia, la madre de la novela homónima de Máximo Gorki, que Yocasta, la mamá -y después esposa- de Edipo el rey de Tebas. O para aclarar: no es lo mismo Sara García que Libertad Lamarque.
(Sepa usted, lector querido que el cine nacional convirtió a la primera en una madre tan gloriosa que fue una gloria de abuela y a la segunda, en una lánguida, sufriente y tanguera mamá que en la dolorosa filmoteca de su vida fue engañada por un marido tras otro y apartada de sus hijos sin remedio).
También podríamos ponernos puntillosos. No todas las madres del antiguo y dorado cine mexicano son esta combinación de melodrama, corrección y sufrimiento: existen mamás cinematográficas como Dolores del Río en La malquerida que sufre porque la belleza de su hija -Columba Domínguez- está a punto de robarle a su marido -Pedro Armendáriz- y prefiere que se mueran todos antes de sufrir tan duro agravio. Hay toda clase de progenitoras en esta tierra y describirlas nos llevaría páginas enteras. (Habríamos de mencionar a la madre Teresa de Calcuta –la más buena del mundo- pero también a Joan Crawford, más mala que la bruja de Blancanieves.
En cuanto a definiciones podemos ir de un lado a otro. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por ejemplo, nos encontramos con que “madre” es un vocablo que viene del latín mater y que significa “mujer que ha concebido uno o más hijos”; “título que se da a ciertas religiosas; en los hospitales y casas de recogimiento”, animal hembra que ha parido una o más crías” pero también “causa, raíz u origen de donde proviene algo” ( y pone como ejemplo “la pereza es la madre de todos los vicios”); “aquello en lo que figuradamente concurren circunstancias propias de la maternidad” ( y para aclararlo ejemplifica con la expresión “la madre patria”). Sin embargo, no deja de agregar otros conceptos sorprendentes a su definición de madre: “cauce por donde ordinariamente corren las aguas de un río o arroyo”; “heces del mosto, vino o vinagre, que se asientan en el fondo de una cuba o tinaja” y “madero principal donde tienen su fundamento, sujeción o apoyo otras partes de ciertas armazones, máquinas, haciendo el oficio de eje.”
Buscando en distinto libro y con ánimo patriotero, si abrimos el Diccionario de Mexicanismos, miramos que “madre” es una cosa insignificante e inútil (de regalo me dieron una madre) o un objeto cuyo uso o función se desconoce (pásame por favor esa madre); que antecedido por “a toda” se refiere a alguien o a algo del todo bueno o magnífico (Margarita es a toda madre) y que si está precedido por “hasta la” se refiere a alguien o algo que nos tiene hartos o fastidiados (Estoy hasta la madre de la burocracia ) y también, aunque no se indica de manera muy precisa, que “estar hasta la madre” también significa que nos pasamos de copas, drogas u otros vicios. Mucho menos habla de la definitiva advertencia de partirle la madre a alguien, ni de la derrotada frase que usamos cuando ya nos rompieron la madre. Pero hoy, lector querido, éste no es el caso. Hablando de las madrecitas en su día, se trata de lograr que se la pasen poca madre.
Reflexiones cronológicas, históricas y hasta religiosas hay muchas. Se podría comenzar con la Virgen María, la más bendita madre de todas las madres (quizá aquello de “mi madre es una santa” mucho tiene que ver con su figura) y no olvidar que hasta los héroes y grandes hombres tuvieron madre, desde Olimpia, la madre de Alejandro Magno hasta las mamás de José María Morelos y Vicente Guerrero que apoyaron a sus hijos en todas sus hazañas y desmanes.
Habrá que decir también que el homenaje anual para aquellas que con abnegación mecieron nuestra cuna fue proyecto de la estadounidense Ana Jarvis para lograr que todas las progenitoras del mundo fueran reconocidas, y que en nuestro país el culpable de la existencia del Día de la Madre fue Rafael Alducin, director del antiguo periódico capitalino Excélsior, que en 1922 acogió con entusiasmo la idea de señalar fecha precisa para rendir merecido homenaje a las madres mexicanas: justo un día como hoy, el diez de mayo.
Para ellas las mejores frases y palabras: Honorato de Balzac afirmando: “Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre”; Abraham Lincoln diciendo en un discurso: “Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre”; Alejandro Dumas escribiendo que las madres perdonan siempre porque han venido al mundo para eso y Napoleón sentenciando que el porvenir de un hijo es siempre obra de su madre.
A las madres, dicen muchos con razón, no se les define, no se les acusa y no hace falta entenderlas. Ya sabemos cómo son. Y nos queda muy claro lo esencial: no hay, nunca hubo, mejor madre en el mundo que la nuestra. (¿O no?).