Lectura 8:00 min
Ciudad Juárez en vivo
Escribo el principio de esta columna que usted leerá el próximo jueves, hoy martes, a bordo de un avión que me traslada a Ciudad Juárez (¡gulp!). ¿Por qué -dos días después del primer aniversario de la masacre de Villas de Salvárcar, donde pandilleros del crimen organizado asesinaron a 14 estudiantes y a dos padres de familia- viajo a la ciudad considerada la más peligrosa del mundo?
Antes de decirles a los lectores a qué voy a Ciudad Juárez, les diré a qué no voy. Obviamente, no voy en carácter de consultor gubernamental para investigar y establecer un diagnóstico sobre el fracaso de la estrategia Todos somos Juárez, que no ha logrado reducir la violencia en la mártir ciudad fronteriza. En mi itinerario no tengo contemplado la práctica del turismo extremo: visitas guiadas a narcofosas y narcotúneles; contemplar, en vivo (je-je), levantones y ejecuciones, una balacera entre cárteles enemigos o un tiroteo de uno de éstos contra el Ejército o la Policía Federal. Tampoco pienso asistir, como espectador con derecho a tomar fotografías de recuerdo, a una decapitación; ni observar, in situ, el proceso denominado empozolamiento -tecnología mexicana de punta-, o echar un vistazo a los encobijados y colgados. Mucho menos soy un suicida en potencia que al no atreverse a provocar su muerte por mano propia recurre a este viaje con la esperanza de quedar en medio de un fuego cruzado que ponga fin a su infeliz existencia en calidad de daño colateral.
Ya dije a qué no voy, ahora les diré cómo voy: viajo un tanto cuanto intranquilo y con un nido en la garganta. (Ojo correctores: no hay error de dedo, no quise escribir nudo; con toda intención escribí nido: lugar donde se ponen los huevos). A estas alturas -10,000 pies sobre el nivel del mar- del trayecto diré sin rodeos como el juarense, Juan Pablo Carrasco, que se hizo célebre en aquel video de YouTube cuando por manejar su coche a exceso de velocidad fue detenido por la temible policía: Tengo miedo, tengo miedo .
La sensación de espanto que traigo no me permite saborear la colación que a la manera de desayuno -dos galletas de avena y un refresco- brinda a sus pasajeros la generosa aerolínea.
Pero creo que sobreponiéndome al pánico y a la perturbación tengo ya que explicar a los lectores porqué me dirijo a Ciudad Juárez: Voy a seleccionar, para un próximo programa de televisión, talento artístico infantil -niñas y niños entre los 4 y los 12 años-. Lo más curioso del caso es que pudiendo haber elegido otra región del país, pedí a los productores me enviaran a esa localidad. Pudo más la curiosidad que el temor. Hay una fase del proceso clasificatorio en donde se les pregunta a los infantes su opinión sobre su entorno familiar y social. Muero -toco madera- de ganas por saber la percepción de la infancia de esta peligrosa comarca sobre estos temas.
Tengo que interrumpir la escritura porque empezamos a descender. Guardaré mi computadora con el deseo y la promesa de proseguir con mi reporte. La temperatura, anuncia el piloto, 4 grados centígrados, mucho frío para una plaza tan caliente.
Si en Juárez no hubiera muertos
Nada más al bajarme del avión veo tres soldados, dos de ellos armados y uno con un aparato de intercomunicación. De pronto tengo la impresión de que mi presencia se les hace sospechosa. Ni me pelan, lo que pasa es que tengo inclinación a la paranoia. Esta tendencia, en opinión de mi analista, tiene su origen en un trauma sucedido durante la temprana infancia: de un día para otro mi amiguito imaginario dejó de hablarme...
Afuera de la terminal aérea proliferan las camionetas con elementos de la Policía Federal bien armados. También, aunque en menor cantidad, hay vehículos del Ejército, uno de ellos blindado. El taxista que me lleva al hotel me explica que esto es cosa de todos los días, que los juarenses ya están hasta la madre, sobre todo, enfatiza, de los policías federales, orita se está viendo que no anden encapuchados para siquiera saber con quién pierde uno .
Me quedo callado pero pienso, con este frío no se van a quitar la capucha. Me dice que él es de San Luis Potosí, está en Juárez porque lo regresaron luego de andar un tiempo del lado americano. Por allá anduve de hindú . ¿? Sí -contesta- de indu-comentado y suelta una risa chimuela.
Llegué con bien al hotel, desde la ventana de mi cuarto, observo dos retenes policiacos. Me tocó, pienso, una habitación con vista al mal. En la administración me agencié de un periódico: El Diario de Juárez que junto a su logotipo, en la primera plana, trae impreso un crespón y junto a éste la leyenda: Presidente Calderón: exigimos justicia para Armando y Luis Carlos . Las noticias principales del día: Señala madre de la jovencita a federales asesinos; Fiscalía ofrece pruebas de que si fue operativo vs robacarros donde murió la menor. Acusaron a El Farnero por Villas de Salvárcar, pero no hay causa penal en su contra. Iban a notificar a jueces destituidos -por el caso de Rubí Marisol Frayre Escobedo-, pero no los hallan. Apoyará fondo estatal también a hijos de sicarios asesinados. Cierra enero con 216 muertos; matan a 11 ayer. En contraste: Padres de familia hicieron fila desde anoche en algunos planteles escolares en busca de lugar para sus hijos al arrancar las preinscripciones.
Los niños de Juárez
Como sucede en todo del país, la generalidad de los niños que asisten a las audiciones lo hace más por el deseo de sus padres, sobre todo las mamás, que por su propio gusto. La afluencia de chiquillas y chiquillos es un poco menor que en otras localidades a las que he asistido. Tal vez sea por el frío. La temperatura ha descendido, se anuncia que nevará.
Me llama la atención que según se constata en el cuestionario previo que tienen que contestar los aspirantes -aunque éstos sepan escribir en la mayoría de los casos lo llenan las mamás donde describen inusitado talento y maravillosas facultades que con su actuación los frutos de sus entrañas se encargan de contradecir- las niñas y los niños juarenses hayan nacido en El Paso, Texas, infiero que esto tiene como objetivo la doble nacionalidad que en su momento les permita emigrar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades tanto de estudio como de trabajo.
En el proceso selectivo -me niego a llamarlo casting- a mí me corresponde examinar a los infantes con cualidades actorales, concretamente con vocación hacia la comedia. Un morrillo -sinónimo norteño de chamaco- de 5 años me cuenta un chiste: ¿Qué le dijo la gallina a sus pollitos? Cuídense para que no les pase nada. No se les olvide que me costaron un huevo.
En lo concerniente al tema social de mi interés, no necesito rascarle para que aflore el problema de la violencia como el principal que ellos perciben en su entorno. Hay mucho vandalismo , no me gusta que maten a gente inocente , es muy triste que haya violencia y que por venganza maten a las personas . Un niño de 8 años quiere ser policía: Pero de los buenos, porque aquí los policías no actúan . Otro me cuenta: Nosotros teníamos un puesto y nos asaltaron, mi papá le habló a la policía y nunca llegaron . Desgarradora la descripción de una niña de 10 años sobre un primo al que mató la policía, se le atoró el huarache en el piso, se cayó y le metieron de balazos . Un chavito de 7 años sugiere que en lugar de policías en las calles debería haber cámaras de televisión que captaran a los que cometen delitos. Uno de 9 años me platica que a su tío en un retén los policías le pusieron droga en el coche, en el siguiente retén se la encontraron y les tuvo que dar 50,000 pesos para que lo dejaran libre.
Miércoles. Amanece nevando. Para un capitalino como el que escribe no deja de ser un espectáculo sorprendente. Con una capa blanca en calles y banquetas, la ciudad se ve más triste y desolada que ayer.
A pesar de la nieve hay concurrencia -mucho menos que ayer, por supuesto- de críos con ansias artísticas en la televisora donde se lleva a cabo la selección. La primera niña -6 años- con la que platico me pregunta: ¿Qué hace un pollito vestido de azul? ¿Qué hace? -digo yo- Es pollicía .