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Opinión

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Visas H-1B. El motor de la economía en riesgo

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Jorge A. Castañeda | Columna invitada

Jorge A. Castañeda Morales

Este fin de semana, miles de personas vivieron en incertidumbre. Miles de viajes, reuniones y actividades fueron cancelados por grandes empresas tras los anuncios —y contradicciones— sobre las visas H-1B.

El viernes pasado, Trump anunció un cargo de 100,000 dólares para nuevas solicitudes de este tipo de visado. Presentada como medida para “proteger el empleo estadounidense”, la proclamación desató confusión inmediata. Lo que parecía claro pronto se vio envuelto en explicaciones contradictorias: primero, funcionarios como el secretario de Comercio aseguraron que el cobro sería anual y que las grandes corporaciones estaban de acuerdo. Luego, la Casa Blanca corrigió y dijo que sería un pago único al presentar la petición, no recurrente. Tampoco estaba definido si la tarifa afectaría a quienes ya tenían la visa o buscaban renovarla, hasta que se aclaró que solo aplicaría a nuevas solicitudes. El anuncio generó pánico: empresas instaron a empleados con H-1B a evitar viajes, y aún tras las aclaraciones persisten dudas legales que evidencian la improvisación de la política y su impacto económico.

Las H-1B son un mecanismo esencial para la economía estadounidense: permiten a las empresas contratar talento extranjero altamente calificado en tecnología, salud, finanzas e ingeniería cuando no hay suficientes profesionales locales. Cada año el programa fija un límite de 65,000 visas generales y 20,000 adicionales para quienes cursaron un posgrado en universidades estadounidenses, cifra muy por debajo de la demanda. En el año fiscal 2025 se recibieron casi 480,000 registros válidos y se seleccionaron unas 120,000 peticiones. La asignación se realiza mediante sorteo electrónico y los beneficiarios pueden trabajar hasta seis años, siempre que sus empleadores acrediten que se trata de un puesto especializado y con salarios competitivos. La mayoría de estas visas las tienen ciudadanos de la India (71%), en sectores como medicina, tecnología e ingeniería.

Diversos análisis económicos y académicos han resaltado que el programa ha sido clave para que EU conserve su liderazgo en innovación, desarrollo tecnológico y crecimiento. Gracias a las H-1B, empresas y universidades acceden al mejor talento mundial, fortalecen el desarrollo de ecosistemas enteros, como Silicon Valley, y contribuyen al surgimiento de nuevas compañías y empleos. Lejos de desplazar a trabajadores estadounidenses, estos profesionales incrementan la productividad, la generación de riqueza y la creación de empleos complementarios, reforzando el músculo económico del país.

El físico teórico Michio Kaku, en un video de hace ocho años que se ha vuelto viral recientemente, afirma que la visa H-1B es “el arma secreta” de la prosperidad estadounidense, subrayando que cerca del 50% de los doctorados en ciencia en el país son extranjeros y que sin este flujo de talento la infraestructura científica y tecnológica colapsaría. Su argumento refuerza la idea de que la política de puertas abiertas al conocimiento global ha sido —y sigue siendo— uno de los activos estratégicos más importantes de EU.

Es cierto que se han documentado abusos, como empresas tecnológicas y de outsourcing que han pagado sueldos por debajo del estándar legal, o presentan múltiples solicitudes para aumentar sus chances en la lotería. Pero enfocar el debate solo en los casos problemáticos y buscar eliminar este mecanismo sería como tirar al bebé con el agua de la bañera: EU perdería un instrumento clave para el desarrollo y la competitividad de su economía.

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