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Las ventajas competitivas de la “Red Latina” Global

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OpiniónEl Economista

Como consultor, siempre es fundamental mantener presentes las dimensiones globales y estratégicas para identificar nuevas sinergias y fuentes de ventaja competitiva, pero también para anticipar posibles problemas que pueden descarrilar no solo acuerdos, sino incluso proyectos nacionales enteros. 

Como rumano de nacimiento y viajero global por vocación, observo en nuestras dos regiones, América y Europa del Este, un reflejo de los mismos desafíos: una excesiva dependencia de una economía regional particularmente fuerte, falta de diversificación, necesidad de mayores fuentes de valor agregado y un potencial diplomático aún no realizado en un mundo que sigue estando estructurado, a nivel sistémico, por sus actores principales.

Mi mayor preocupación, tras el impacto de la guerra en Ucrania, es que mi país y otros puedan caer en la llamada “trampa del ingreso medio”, es decir, que no logremos transitar más allá de los modelos económicos que nos han traído hasta aquí, pero que ya han agotado su potencial. Los países que entran en esta trampa encuentran grandes dificultades para salir: el estancamiento aumenta la intensidad de las disputas políticas en torno a una torta fija y dificulta tanto la implementación de reformas necesarias como el apoyo a empresas y emprendedores para orientar la economía hacia el sector terciario y hacia un mayor valor agregado.

Mi respuesta a empresas y responsables de políticas en Rumanía es la visión de una “Rumanía Global”, un conjunto de iniciativas mediante las cuales los campeones nacionales se internacionalicen y, finalmente, se globalicen. Con este esfuerzo, los costos laborales dejarían de ser el factor determinante de competitividad y mi país movilizaría todos sus recursos y fuentes de valor agregado, incluidas su capacidad de innovación, su potencial de marca y su diplomacia económica en todo el mundo.

Una de estas iniciativas se apoya en la “Red Latina” global, un espacio amplio de países que comparten lenguas de raíces latinas, culturas compatibles (o al menos expectativas culturales afines) y la fluidez derivada de la historia común, lo que habilita triangulaciones comerciales y de proyectos a través de un tercer país. Estas triangulaciones son posibles gracias a las extensas diásporas, a una ventaja comparativa en el mapeo cultural y a la flexibilidad y agilidad que caracterizan a nuestras economías en rápido desarrollo. Este espacio latino incluye a los países hispanohablantes, francófonos y lusófonos, además de aquellos que conservan competencias significativas y memoria histórica (como Marruecos con el español y el francés, o Somalia y Eritrea con el italiano).

Los miembros de esta red comparten rasgos comunes: organizaciones jerárquicas, la importancia de las relaciones interpersonales en los negocios, el rol de redes empresariales basadas en familias y diásporas, y la combinación entre empresas familiares y gestión profesional. Estas características suelen debatirse en clave negativa, pero también constituyen fortalezas y una base válida para construir, pues alinean intereses de accionistas y de la gestión en el largo plazo. A través de la “Red Latina” podemos acelerar la internacionalización de nuestras principales compañías, crear mecanismos para reducir las asimetrías de información entre países y comunidades empresariales nacionales, y utilizar fórmulas de cooperación triangular para acceder a nuevos mercados.

Creo que México y Rumanía son similares en cuanto a sus competencias de mapeo cultural. Para muchos, esto se interpreta como hospitalidad acompañada de calidez personal y amistad; sin embargo, esta es solo la lectura superficial de una verdadera capacidad para generar interacciones sociales de suma positiva basadas en flexibilidad, pluralismo, no agresión cultural o identitaria, y también respeto mutuo. Estas interacciones pueden derivar en oportunidades de comercio e inversión, pero también de aprendizaje al observar modelos exitosos de otros países y adaptarlos a las condiciones locales.

Aunque el comercio entre Rumanía y México creció desde una base baja, las similitudes económicas que limitan la complementariedad comercial ya han dado lugar a diversas iniciativas de inversión transfronteriza. México cuenta con posiciones sólidas en Rumanía, como la adquisición de Caroli por parte de Sigma Alimentos (ejemplo de triangulación dada la dimensión libanesa de la transacción con la familia El Solh) o la compra de Vel Pitar por Bimbo. La entrada prevista en Rumanía de Nemak, gigante automotriz y líder mundial en componentes de aluminio, mediante la adquisición de operaciones de Georg Fischer (GF), es otro caso ilustrativo.

Del lado rumano, destacan la joint venture entre el reconocido productor de bebidas espirituosas y vinos Alexandrion y Casa Aceves de Jalisco para incorporar tequila a su portafolio; la apertura de un estudio de desarrollo de videojuegos móviles por parte de Amber en Guadalajara; la presencia de UiPath en Ciudad de México como base para sus operaciones latinoamericanas; y la expansión de Bitdefender en el mercado mexicano. Todos estos ejemplos confirman el interés que México despierta en Rumanía, no solo por su mercado interno en crecimiento, sino también como plataforma para la expansión en América Latina y, en el futuro, para atender a los demás mercados norteamericanos con sus segmentos latinos en auge.

En este contexto, conviene subrayar que México atraviesa hoy un momento de gran dinamismo económico y político, marcado por políticas de nearshoring que buscan atraer manufactura avanzada, el lanzamiento del Plan México para diversificar la economía y la introducción de aranceles estratégicos para proteger sectores clave frente a la competencia asiática. A ello se suman megaproyectos de infraestructura como la expansión del puerto de Manzanillo o el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, que conectará Pacífico y Atlántico mediante puertos, ferrocarril y parques industriales. Estos desarrollos no solo refuerzan la competitividad mexicana y su capacidad logística global, sino que también abren oportunidades concretas para la cooperación triangular en el marco de la “Red Latina”, permitiendo que empresas de Rumanía y de Europa del Este se integren en nuevas cadenas de valor y participen activamente en la transformación de México en un nodo regional de referencia.

México y Rumanía pueden alcanzar una dimensión estratégica en su cooperación. México ya es una base de operaciones para la expansión regional; Rumanía puede desempeñar el mismo papel en Europa del Este. Sus vínculos tradicionales con África y Medio Oriente también pueden facilitar contactos empresariales y nuevas oportunidades de expansión para los intereses mexicanos. Además, tanto México como Rumanía son actores geopolíticos benignos, con quienes la cooperación económica no arrastra subtextos geopolíticos ni implicaciones sistémicas. Muchos países buscan diversificar sus inversiones y relaciones económicas con socios “no problemáticos”, lo cual también abre la puerta a cooperar en agendas regulatorias comunes. Un área destacada es la ciberseguridad, donde las respuestas a desafíos como la integración segura de tecnologías emergentes (por ejemplo, la inteligencia artificial) deben considerar los intereses y perspectivas de la comunidad internacional, no solo los de los líderes tecnológicos como Estados Unidos o China.

Dentro de esta “Red Latina” concibo además un enfoque triangular adicional: productores de bienes y servicios respaldados por productores de conocimiento (cancillerías, universidades, consultorías) que fomentan la innovación de nuevos productos y servicios, pero también generan inteligencia empresarial para apoyar una expansión exitosa. Finalmente, todo esto debe contar con facilitadores tales como comunidades locales, foros empresariales, asociaciones industriales y sectoriales, e iniciativas estatales que respalden la internacionalización reduciendo la aversión al riesgo.

El crecimiento no es solo cuantitativo, sino también cualitativo. Internacionalizando a sus empresas clave, nuestros países pueden asegurar una base sólida para crecer más allá del punto crítico de la trampa del ingreso medio. Así podremos seguir financiando programas estatales, sacar a más personas de la pobreza y converger con las economías desarrolladas, que transitaron exactamente por este mismo camino.

Radu Magdin fue asesor honorario del primer ministro rumano (2014-2015) y del primer ministro moldavo (2016-2017). Actualmente se desempeña como analista global y consultor.

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