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Opinión

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Trump se envenena con aranceles

Donald Trump deja en huesos a la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) al recortar 82% de sus proyectos, y con ello manda varios mensajes al mundo. Uno de ellos: Washington no quiere aliados pobres.

El Departamento de Estado demuestra que su diplomacia será a partir de hoy dogmática, es decir, dejará de ser una diplomacia de Estado.

El presidente asesta un golpe a dos de las tres patas que soportan la estrategia de seguridad de Estados Unidos: diplomacia y ayuda en el desarrollo internacional. Trump se queda con la única que le interesa: defensa.

Internamente, Trump (como se publicó aquí en diciembre pasado) profundiza una guerra en contra de la administración pública federal: una especie de guerra civil en la burocracia encabezada desde la Casa Blanca por Musk.

Trump también ha emprendido una guerra en contra de los organismos multilaterales porque el derecho internacional, que mide por igual a los países, le quita grados de libertad a Estados Unidos.

El presidente estadounidense toma distancia sobre la Unión Europea. Washington tiene en Israel y Arabia Saudita a sus dos grandes aliados. No es casualidad que la negociación de Marco Rubio con los ucranios, ayer, se haya llevado a cabo en Yedá. Al príncipe heredero saudí le interesa que su país tenga mayor exposición frente al mundo. A Trump le interesan las inversiones sauditas.

Trump no tomó en cuenta a los europeos en la negociación con Ucrania porque su interés principal está en las tierras extrañas de Ucrania, y no en lo que pasará el día después que termine la guerra con Rusia.

Trump, de seguir con el ritmo acelerado de cambios, detonará un estado de emergencia en Washington.

De manera simultánea abre diversas crisis sin contar con gente capacitada para manejarlas. El presidente cree que el cuarto de máquinas de la Casa Blanca le otorga el control total del país. Falso. Las variables exógenas son igual de determinantes que las variables endógenas. Por ejemplo: la guerra arancelaria.

La eficiencia de los mercados expulsa de manera inmediata el mínimo sesgo de manipulación política. Son los índices de los mercados, es decir, las decisiones de millones de inversionistas, los que ajustan las decisiones irracionales de Trump.

Sin la existencia de motivos, Trump le declara una guerra sin diplomacia a Trudeau. Es un berrinche mal desarrollado desde su primer Gobierno. Tienen razón los canadienses al decir que, a diferencia de México, la migración y el fentanilo no son problemas bilaterales entre Canadá y Estados Unidos.

En códigos diplomáticos Donald Trump hace hasta lo imposible para que Trudeau rompa relaciones. No lo hace por el componente estratégico en la relación con Estados Unidos, pero motivos los hay, y son muchos.

Trump confunde a los casinos vegasianos con Wall Street; los estudios de televisión con el Despacho Oval y a la administración federal con Tesla.

Los aliados de ayer serán los enemigos del futuro. Algunos enemigos de ayer serán los amigos del futuro.

La crisis en Oriente Medio se va a potenciar, China irá por Taiwán en el 2027 y Trump seguirá amenazando con aranceles. Su palabra favorita, arancel, lo está envenenando.

Aclaración: el embajador de Corea del Sur Hu Tae-wan, no asistió al hospital para ver a la niña Fátima, agredida al ser lanzada del primer piso de su escuela en Iztapalapa, como escribí el pasado lunes en este espacio. Una disculpa.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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