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Opinión

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Los primeros 100 días y el anhelo común

Se debe pasar por la circunferencia del tiempo antes de llegar al centro de oportunidad.

Baltazar Gracián

Al igual que las más de 350,000 personas que se reunieron en el zócalo el domingo pasado, celebro los 100 primeros días del gobierno de Claudia Sheinbaum. Y no por estar sorprendida con logros más allá de lo esperado o con alguna política pública que me haya beneficiado directamente, no. Celebro este tiempo por la ausencia de los exabruptos que tanto nos molestaron en el sexenio pasado, las respuestas más valientes que negativas, pero, sobre todo, por la seriedad de nuestra presidenta y un proceder que nos habla de confiabilidad; a estas alturas, un destello de luz en el horizonte.

Como las encuestas lo confirman, la mayoría de los mexicanos anhelamos vivir con la certeza de que volveremos a nuestra casa por la noche, sin la necesidad de pagar derecho de piso, recibir llamadas de extorsión o sobrevivir o no, al fuego cruzado de las balaceras que se dan en calles, restaurantes y carreteras, dejando huérfanos, viudas, viudos y desaparecidos.

Aún incipientes, las esperanzadoras acciones de Claudia Sheinbaum en materia de seguridad y su atención a la identificación de las causas de la violencia, la consolidación de la Guardia Nacional, el uso de inteligencia contra el crimen y la coordinación entre las autoridades federales y estatales, prometen cierta tranquilidad, aunque todavía están muy lejos de detener al crimen, mucho más preparado y capaz que las fuerzas dedicadas de contenerlo.

Quizá por eso nos resulta tan fuera de lugar y hasta ingenua, la propuesta “Sí al desarme, sí a la paz”.

No creo que nungún país del mundo que prohiba la portación de armas, premie con dinero a quienes las entreguen. Hacerlo implica aceptar y magnificar el error. Es un discurso contradictorio.

En México, las agresiones no provienen de las personas de a pie, ni de las armas de fuego que hoy se cambian por dinero y promesas. La violencia que se ha adueñado de nuestro país es conscecuencia de la forma en que operan los ejércitos paralelos a la ley. Una ley que a veces le abre paso a la impunidad y le ha otorgado al narcotráfico la libertad necesaria para posicionarse como uno de los negocios más rentables y mortíferos de la actualidad.

Cambiar la pistola de juguete de un pequeño de cuatro años por un peluche, un súper héroe o unas canicas, no va a despertar en nuestra infancia la conciencia de la no violencia y menos cuando el niño, al que seguramente se le obligó a desistir de su espada o metralleta de plástico, sabe de la conocida del barrio que nunca regresó o presenció un asalto en el transporte público o en su propio hogar.

Abrir el debate y plantear la consciencia sobre la paz y la violencia implica mucho más que que el plan de “Sí al desarme, si a la paz”. Se necesita llegar al fondo. A la paz hay que conocerla para valorarla.

En el su análisis comparativo de 2021 de la contención del crimen organizado en Chicago, Sicilia y La Laguna en México, Sergio Aguayo menciona como constante “la existencia de un límite en la tolerancia social y gubernamental a la violencia criminal”, al que explica como un “umbral variable, pero cuando se cruza, da lugar a la reacción de alguno o varios de los actores sociales mencionados” a los que después suma a los empresarios y los medios.

De acuerdo con la lógica de Aguayo, México ya sobrepasó -desde hace más de un década- el umbral de la tolerancia de una sociedad civil harta de la violencia y la impunidad. Por eso cada vez existen más instancias civiles que luchan por los Derechos Humanos y unen su impulso al de las autoridades, muchas de ellas bastante limitadas, pero deseosas de actuar, y de que los planes, como el de seguridad de Claudia Sheinbaum, erradiquen algo de la tremenda violencia que paraliza a nuestro país.

Ojalá el gobierno enfoque todos sus esfuerzos a apoyar a la sociedad civil en una lucha que empezó gracias a su falta de acciones. No hay tiempo que perder y menos para pedirle a las personas vayan a canjear su pistolas por dinero, porque todavía las necesitan para defenderse del crimen.

Será más adelante cuando puedan entregarlas sin miedo.

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Linda Atach Zaga es historiadora de arte, artista y curadora mexicana. Desde 2010 es directora del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México.

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