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Opinión

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¿Los premios Nobel de Economía son unos estúpidos?

Gerardo Flores Ramírez / Ímpetu Económico

Gerardo Flores Ramírez / Ímpetu EconómicoEl Economista

Vaya pronunciamientos que hizo ayer el ingeniero Carlos Slim durante la muy extensa conferencia de prensa a la que convocó desde la semana pasada. En diversos momentos a lo largo de las casi cuatro horas que duró el encuentro con medios, el empresario articuló diversas expresiones que vale mucho la pena analizar y comentar, pero por límites de espacio me enfocaré en una. 

La que me ocupa hoy, surgió derivado de la primera pregunta que se le hizo, en la que la periodista Claudia Villegas le pidió que se pronunciara sobre qué les diría a Daron Acemoglu y James A. Robinson, los economistas reconocidos con el Premio Nobel de Economía 2024, sobre el capitalismo de cuates, que abordan el tema en su libro “Por qué fracasan los países”. Para dar contexto a su pregunta, citó el caso de la privatización de Telmex a la que dichos autores se refirieron en su libro, y que a partir de la privatización del entonces monopolio telefónico estatal, ha explotado una renta. De inmediato, se notó la contrariedad del Ingeniero Slim. Se mostró molesto con el análisis que hicieron los economistas premiados.

Hizo unos comparativos sin contexto para presumir lo bien que, desde su óptica, Telmex ya privatizado hizo desde el principio, y cómo después Telcel supuestamente sin ser el primer operador celular en el mercado, logró convertirse en líder, que nunca fue monopolio y que compitió intensamente contra AT&T y Telefónica. Para rematar su respuesta, planteó si era malo que Telcel fuera competitivo y que tuviera alrededor del 70 por ciento del mercado móvil (o menos, según quiso corregir), lo que coronó con una frase que quedará grabada y que refleja la poca tolerancia a la crítica: “Si eso es malo pues entonces no sé, si eso piensan los premios Nobel, son unos estúpidos”.

Lamentablemente para la narrativa del ingeniero Slim hay muy diversos hechos y datos que contradicen su versión romántica de la férrea competencia que según han dado Telmex y Telcel. En el caso de Telmex, durante la década de los noventa y fácilmente los primeros cinco años de la primera década de este siglo, Telmex obtuvo ganancias extranormales por la prestación del servicio de larga distancia internacional, entre otras razones, gracias a las generosas reglas que diseñó el gobierno en aquellos años. Fue de tal magnitud el problema, porque le permitía a Telmex comportarse de manera poco competitiva, que los Estados Unidos nos llevaron a un panel de solución de controversias en la OMC, y lo perdimos.

Paralelamente, en aquellos años, una débil autoridad en materia de competencia económica, la entonces COFECO, documentó y resolvió que Telmex gozaba de poder sustancial en diversos mercados relevantes de telecomunicaciones, pero nunca pudo lograr que se le impusiera la regulación que se requería, por la litigiosidad emprendida por ese operador. Luego, se documentó el enorme daño que Telcel causaba en el mercado móvil con una perniciosa práctica de no cobrar las llamadas dirigidas a otros números Telcel, lo que provocaba el fenómeno conocido como “efecto club” que se retroalimenta, y ocasiona que la red que lo utiliza se vuelva cada vez más grande que sus rivales. La OCDE documentó que todas estas prácticas impedían que hubiera competencia efectiva en México y que ello ocasionara una pérdida en bienestar para los mexicanos de cerca de 26 mil millones de dólares por año.

Lo anterior ocurría en un contexto de órganos reguladores débiles, cuyas resoluciones no lograban la efectividad que se requería, en buena medida por un diseño institucional que es un ejemplo del tipo de instituciones que Acemoglu y Robinson señalan como ejemplo de instituciones extractivas, que son instituciones que permiten que las rentas de una economía puedan ser atrapadas por unos cuantos. Se ve a leguas que el ingeniero Slim ha leído bien ese análisis, y se nota no solo que no lo digiere, sino peor, que lo desprecia, al grado de referirse a los autores como estúpidos.

En ese contexto, me llamó la atención que al hablar de la reforma al Poder Judicial la calificara inicialmente como un absurdo. Lo cual comparto, porque justamente, el andamiaje resultante es uno que fomentará el capitalismo de cuates.

*El autor es economista.

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