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Miedo, rencor e ignorancia

Opinión
Los grandes tótems de la democracia, el libre mercado, la izquierda como opción y la derecha con valores están destruidos y, en general, lo que definíamos como cultura occidental se desmorona. Tal vez este proceso lleva muchos años y ahora que los pedazos caen sobre nuestras cabezas es que nos empezamos a dar cuenta.
Lo peor es que nos resistimos a ver lo que está ante nuestros ojos: gobiernos autoritarios que se aprovecharon de la democracia para llegar al poder y destruirla, la antesala de guerras proteccionistas, una nueva ola de expansionismo territorial, la indiferencia global ante las propuestas de limpieza étnica, gobiernos que se reclaman de izquierda que son corruptos, represores y tiránicos, gobiernos de derecha ídem, organismos internacionales rebasados y ya sin autoridad. Inclusive las viejas formas del capitalismo son subordinadas al capital financiero y tecnológico. El Big Brother vive en nuestras casas y nosotros lo invitamos a entrar, lo llevamos en nuestras manos y bolsillos y se ha convertido en una especie de dios omnipresente.
La culpa de todo esto no es Trump y sus equivalentes mundiales, en realidad, ellos son el resultado, el punto de arranque para desmontar relaciones, instituciones, avances en materia de derechos humanos, solidaridad, políticas de género, equidad e inclusión. NO, la culpa no es de ellos. Los responsables son masas anónimas que, llevadas por el miedo, la ignorancia y el rencor, les han dado el poder y, en muchas ocasiones, los sostienen. Pueden ser delincuentes probados, demagogos ineficaces, pero sus narrativas nacionalistas los hacen inmunes a su propio fracaso. Serán los enterradores del sistema.
Tal vez tenga razón Yanis Varoufakis (Tecnofeudalismo 2024) y estamos presenciando el cambio a un sistema poscapitalista o un capitalismo financiero-tecnológico, un tecnofeudalismo, como lo llama él, y ahora los señores feudales son los propietarios de las grandes empresas tecnológicas y sus siervos somos los consumidores de datos, los que vivimos pendientes de las imágenes, noticias, modas, de lo que es correcto o incorrecto. Entre la servidumbre también estarían los gobiernos ¿o acaso la relación Musk-Trump es casual?
Según la tesis de Varoufakis la moneda de cambio actual reside en los datos. Sistemas insaciables que recolectan cada vez más datos, saben quiénes somos, lo que comemos, lo que vestimos; conocen nuestros secretos más íntimos, amores ocultos o tendencias políticas racistas. Resulta que las aplicaciones gratuitas no lo son, dejamos un tributo informático que puede ser usado casi para cualquier cosa.
Los señores feudales de la nube son pocos, en especial Alphabet (empresa matriz de Google), Amazon, Meta (propietaria de Facebook e Instagram) Apple, Microsoft y la china ByteDance, propietaria de TikTok. En el pasado reciente, legisladores norteamericanos y gobiernos europeos manifestaron su preocupación por la cantidad de datos que tienen redes como Facebook. Cuando hubo una fuga masiva de información se investigó el tema. Musk encara varios señalamientos, pero su acceso al poder (¿o él es el poder?) lo librará de cualquier acusación. Así como Trump despidió a los funcionarios que lo investigaron y acusaron, Musk podrá desmontar el aparato burocrático estadounidense que lo obstaculizaba.
En varios de sus libros, Byung-Chul Han ya nos advertía que la falsa sensación de libertad que nos da el neoliberalismo, en la que ayuda de manera importante la tecnología, nos deja en una economía de la supervivencia, trabajar para solo llegar al siguiente mes, trabajar hasta el cansancio y la depresión como sujetos aislados. Los señores feudales de la nube nos ayudan a crear esa falsa sensación de libertad e igualdad.
Mientras, en otra esfera y tal vez en otra realidad, se agudiza la concentración de riqueza y poder en manos de los dueños de las grandes tecnológicas y los grandes circuitos financieros, se fomentan mayores desigualdades económicas entre países y sectores sociales. Se compra el poder porque se paga a candidatos de casi cualquier partido, se destruye a los enemigos de este nuevo sistema con solo un clic.
El siglo XX nos enseñó que una adecuada dosis de miedo, rencor e ignorancia convence a las sociedades de casi cualquier cosa, incluso de aceptar el menoscabo de sus derechos como la libertad de expresión o de información; las hace aceptar el odio racial, la limpieza étnica, las soluciones incluyentes, la persecución a los “traidores a la patria”, la anulación de los poderes. Si todo esto se logró antes de que existiera la penetración mediática actual, imaginemos las posibilidades de este siglo XXI.
Sí, los tótems de democracia y la libertad están heridos de muerte o tal vez ya fallecieron. ¿Qué debemos hacer? Cómo decía Camus es absurdo tratar de encontrarle sentido a la vida porque no lo tiene. Aceptando esto hay que optar entre el suicidio filosófico y la esperanza. Y como la esperanza es para los rebeldes, escojámosla.