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Opinión

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México inundado de coches chinos

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Jorge A. Castañeda | Columna invitada

Jorge A. Castañeda Morales

Hace unos meses, en estas mismas líneas, mencioné el auge de los automóviles chinos y el riesgo que representaban para la que es, posiblemente, la industria más exitosa de México. Con los últimos datos disponibles, este riesgo parece haberse materializado.

En apenas un trimestre, México se convirtió en el principal destino de autos ligeros producidos en China, con la importación de más de 138,600 unidades durante los primeros tres meses de 2025, desplazando así a Rusia, que anteriormente lideraba esta categoría. Este fenómeno responde a una realidad industrial muy clara: China, con una capacidad instalada para producir alrededor de 50 millones de vehículos al año, actualmente opera a solo al 60-75%, lo que genera un enorme excedente estructural que impulsa agresivamente hacia los mercados internacionales.

Dentro de estos vehículos destacan dos tipos muy definidos: por un lado, las marcas chinas nativas —como Geely, BYD y Chery— que ofrecen vehículos altamente subsidiados; y por otro, marcas occidentales —como GM, Ford y Peugeot— que ensamblan vehículos en China aprovechando menores costos laborales y regulatorios, y que dirigen su producción hacia mercados como el mexicano ante la dificultad de acceder al estadounidense debido a restricciones comerciales y aranceles.

Este crecimiento está respaldado por factores externos significativos. Por ejemplo, Rusia impuso recientemente fuertes aranceles, lo que desvió gran parte de las exportaciones chinas hacia mercados más abiertos, beneficiando claramente a México. Sin embargo, este aumento vertiginoso de importaciones genera tensiones directas con la industria automotriz nacional, la cual produce cerca de 3.9 millones de unidades anuales, genera alrededor de 824,000 empleos directos e indirectos y representa casi 4% del PIB nacional. Los vehículos nacionales cumplen con reglas estrictas de contenido regional del 75% para beneficiarse del T-MEC, mientras que los vehículos chinos ingresan completamente terminados, sin aportar contenido nacional ni generar inversiones significativas adicionales en el país.

El ingreso masivo de estos automóviles chinos, fuertemente subsidiados —ya sea mediante apoyo financiero estatal directo o a través de inversiones pasadas a fondo perdido del gobierno chino— constituye un riesgo grave para la industria automotriz nacional. Como sucede en otros sectores estratégicos, como el acero o el aluminio, las empresas mexicanas o extranjeras establecidas en México simplemente no pueden competir contra “China Inc.”, cuyos costos y apoyos gubernamentales distorsionan severamente las condiciones de competencia.

Además, este flujo constante de vehículos chinos hacia México está destinado a complicar aún más la revisión del T-MEC. No cabe duda de que Estados Unidos observa con creciente preocupación que su vecino del sur se haya convertido en el mayor mercado de autos chinos, y teme que esto se transforme en una vía de acceso indirecto al mercado norteamericano.

Desde hace tiempo se ha anunciado que el gobierno mexicano tomará medidas para frenar —o al menos moderar— este fenómeno, presionado tanto por la industria automotriz local como por sus socios comerciales del norte. Hoy resulta evidente que dichas medidas ya no son una opción, sino una necesidad estratégica para salvaguardar el tejido productivo nacional. Ignorar esta realidad implicaría aceptar un daño irreversible a una industria que, durante décadas, ha sostenido el empleo, la inversión y el crecimiento económico en México.

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