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¿Por qué los mercados podrían pronto descubrir el engaño arancelario de EU?
Hasta ahora, los mercados financieros han mitigado el impacto de las amenazas arancelarias del presidente estadounidense Donald Trump, obligándolo repetidamente a dar marcha atrás. Pero si los inversores se vuelven insensibles a las maniobras comerciales de Trump, podrían animarlo a seguir adelante.

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NEW HAVEN - Tres meses después de que el presidente Donald Trump anunciara sus planes de imponer nuevos aranceles radicales a la mayoría de los países, la economía estadounidense se muestra sorprendentemente resiliente. El mercado bursátil se ha recuperado de su caída inicial, la inflación se mantiene bajo control y los temores de una recesión han disminuido, o al menos lo habían hecho antes de que Trump anunciara un nuevo arancel del 30% a las importaciones procedentes de México y la Unión Europea, dos de los principales socios comerciales de Estados Unidos.
En los meses transcurridos desde el anuncio inicial de Trump, varios países han iniciado negociaciones con Estados Unidos, ofreciendo concesiones a las que se habían resistido durante mucho tiempo. Muchos observadores consideran esto una prueba de que las agresivas tácticas comerciales de Trump están funcionando y de que los economistas podrían haber sobreestimado los costos potenciales.
Sin embargo, esta interpretación pasa por alto un detalle crucial: muchos de los aranceles que Trump anunció en los últimos meses no se han implementado en su totalidad. De hecho, el gobierno se ha retractado repetidamente de sus amenazas iniciales, un patrón tan consistente que se ha ganado el acrónimo TACO: “Trump siempre se acobarda”.
A pesar de su abierta desconfianza hacia los expertos, en particular hacia economistas, científicos y profesionales de la salud, la administración Trump se ha mantenido siempre atenta a los mercados financieros. Desde principios de abril, los anuncios de aranceles nuevos o aumentados han provocado repetidamente caídas en las bolsas. En respuesta, la administración ha suavizado su postura con frecuencia, emitiendo exenciones, retrasando algunos aranceles y renegociando otros, lo que ha provocado rápidas recuperaciones en los precios de las acciones. Los anuncios de acuerdos bilaterales han generado optimismo entre los inversores, mientras que las nuevas amenazas de escalada han provocado ventas masivas.
Hasta hace poco, este ciclo de retroalimentación ha ayudado a frenar las políticas comerciales del gobierno. Pero la última escalada -que incluye un arancel del 50% al cobre, aranceles superiores a lo previsto a los productos de Vietnam y el estancamiento de las negociaciones con la UE- apenas ha afectado a los mercados, y los precios de las acciones se mantienen elevados. La explicación más plausible es que los inversores ya no creen que el gobierno cumpla sus amenazas. En cambio, las ven como parte de un ciclo ya familiar: proclamaciones audaces seguidas de retrasos o una implementación parcial.
Sin embargo, la complacencia introduce un nuevo tipo de riesgo. Si los mercados se insensibilizan a las amenazas arancelarias de Trump, podrían dejar de ser un freno eficaz a políticas potencialmente perjudiciales. Liberado de esa restricción, Trump podría animarse a avanzar con medidas que su gobierno hasta ahora se ha mostrado reacio a implementar.
Es la clásica dinámica de “el niño que gritó lobo”. En las primeras etapas, la retórica agresiva de Trump ayudó a reunir a los socios negociadores sin desencadenar los peores escenarios económicos, en gran parte porque la reacción negativa del mercado actuó como disuasorio. Pero a medida que los inversores desestiman cada vez más sus amenazas arancelarias, aumenta la probabilidad de que las cumpla. Y si eso sucede, las consecuencias largamente temidas podrían finalmente materializarse: aumento de los precios al consumidor, reducción del comercio, interrupción de las cadenas de suministro y una desaceleración del crecimiento a largo plazo.
Esta dinámica se extiende más allá de los mercados financieros. Muchos países que antes estaban firmemente comprometidos con el multilateralismo ahora buscan acuerdos bilaterales con Estados Unidos con la esperanza de evitar aranceles punitivos. Algunos ven estos acontecimientos como una reivindicación del enfoque actual de la administración: evidencia de que Estados Unidos puede usar su poder económico para remodelar un sistema que se considera desfavorable para los intereses estadounidenses.
Pero el cambio hacia el bilateralismo no es tanto un respaldo al enfoque de Trump como una respuesta pragmática. Enfrentar a Estados Unidos directamente sería costoso. Al encontrarse en un terreno cada vez más hostil e impredecible, muchos gobiernos están ganando tiempo y cubriendo sus riesgos.
Esta evasión solo puede ir en una dirección: alejarse de Estados Unidos y acercarse a socios comerciales alternativos, en particular a China. Para la mayoría de los países, ese no es el resultado deseado. Vietnam, por ejemplo, ha expresado abiertamente su deseo de fortalecer los lazos con Estados Unidos en lugar de profundizar su dependencia de China. Pero a medida que la política comercial estadounidense se vuelve más errática, los gobiernos se ven cada vez más obligados a elegir entre las dos potencias.
La ironía es que los esfuerzos de Trump por intimidar a los gobiernos extranjeros acabarán disminuyendo la influencia global de Estados Unidos. Al fin y al cabo, la influencia económica depende de la interacción. Estados Unidos puede presionar a sus socios comerciales hoy precisamente porque sigue profundamente integrado en la economía global.
En consecuencia, los responsables políticos estadounidenses se encuentran ahora en un doble dilema. A corto plazo, los mercados financieros han mitigado el impacto de la retórica agresiva de Trump al desalentar la implementación de las políticas derivadas. Pero si los inversores siguen considerando sus amenazas como puras palabras, ignorarán al lobo cuando aparezca.
Además, dado el papel central de Estados Unidos en el sistema comercial mundial, su retirada del multilateralismo impulsará a otros países a buscar alternativas y diversificar sus relaciones comerciales. A medida que se vuelvan menos dependientes del mercado estadounidense, el poder de negociación de Estados Unidos disminuirá inevitablemente.
Si bien la estrategia de la administración Trump puede parecer estar funcionando, la ausencia de costos inmediatos no es evidencia de su viabilidad a largo plazo. Más bien, es una señal de que las advertencias fueron escuchadas y, durante un tiempo, atendidas. Si la administración ignora esas advertencias, las predicciones pesimistas de los economistas podrían hacerse realidad.
La autora
Pinelopi Koujianou Goldberg, execonomista jefe del Grupo del Banco Mundial y editora en jefe de American Economic Review, es profesora de Economía en la Universidad de Yale.
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