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Opinión

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La guerra de los chips

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Jorge A. Castañeda | Columna invitada

Jorge A. Castañeda Morales

Los chips están hoy en el centro de la batalla geopolítica entre Washington y Beijing. El último capítulo de esta saga –de la que depende mucho más de lo que imaginamos– ha mostrado hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno de EU. Pero ¿de dónde viene esta disputa?

Los semiconductores o chips se han convertido en uno de los bienes más preciados de la humanidad: están en todo. Son fundamentales para tareas cotidianas, como lo que hacemos con nuestros teléfonos, pero clave también en aspectos de seguridad y defensa. Basta ver las guerras en Medio Oriente y Ucrania, donde el principal cuello de botella para producir más y mejores drones es el acceso a chips. No es casualidad que la empresa más grande del mundo sea Nvidia, con una capitalización de mercado de 4.4 trillones de dólares (en inglés). Empezó diseñando tarjetas gráficas para videojuegos (GPU), pero con el tiempo este diseño se posicionó al centro de la revolución de la IA. Hoy los centros de datos en EU., Asia y Europa utilizan miles de estos chips.

Estos centros de datos, modelos de gran lenguaje (LLM) y algoritmos predictivos no solo sirven para que universitarios hagan trampa: se aplican en ámbitos gubernamentales, de seguridad y defensa. Los GPU son estratégicos porque su arquitectura de miles de núcleos permite procesar en paralelo enormes volúmenes de datos, algo esencial para IA, modelado científico, simulaciones militares, análisis masivo de datos y criptografía. Su uso creció primero en gráficos y videojuegos, luego en minería de criptomonedas y, sobre todo, en entrenamiento de modelos de IA desde 2012, cuando demostraron ser mucho más rápidos y eficientes que los CPU.

Hoy, el dominio tecnológico y el acceso a GPU de última generación —controlados por pocos fabricantes como Nvidia— son factores críticos de poder económico y militar: determina la capacidad de un país o corporación para desarrollar IA avanzada, fortalecer su defensa, innovar en biotecnología y energía, y competir en la frontera tecnológica. Su suministro es ya un activo geopolítico comparable al petróleo en el siglo XX.

Por ello, EU, desde el gobierno de Biden, ha buscado limitar el acceso de China a GPU de última generación. Desde 2022 ha impuesto crecientes restricciones por su valor estratégico en IA, defensa y supercomputación: en octubre de ese año incluyó chips como los Nvidia A100/H100 y AMD MI250/MI300 en la Commerce Control List, exigiendo licencias casi imposibles; en 2023 amplió la Entity List para bloquear a empresas como Inspur, Loongson, Biren y Moore Threads; y en 2025, la administración Trump prohibió la venta de modelos adaptados para evadir restricciones, como el Nvidia H20 —diseñado específicamente con capacidades limitadas— y el AMD MI308. Luego propuso permitir su exportación cobrando 25% de los ingresos por H20 y 15 % para otros chips, además de medidas encubiertas como insertar rastreadores en servidores con GPUs para detectar desvíos.

China, por su parte, intenta que sus gigantes tecnológicos reduzcan la compra de H20 y tratando de impulsar el desarrollo de la industria local. Sin embargo, aunque su experiencia en replicar tecnologías es amplia, los diseños de Nvidia son prácticamente únicos, y replicarlos exigirá tiempo y mucha inversión. Este es solo un frente más –quizá de los más críticos– en el inevitable enfrentamiento económico entre EU y China. Todo indica que la guerra por los chips apenas comienza. Y como en el siglo XX con el petróleo, su control definirá ganadores y perdedores.

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