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El estallido comenzó en aquella fiesta

Foto: Especial
Dicen que todo empezó una noche lluviosa y desapacible después de haber leído en voz alta cuentos alemanes de fantasmas. Cuando el anfitrión decidió que la velada debía terminar animando a cada uno de los invitados a escribir un relato de terror y todos aceptaron. La concurrencia llevaba varios días festejando aquel “año sin verano”, a orillas del lago oscuro, desde la Villa Diodati donde ya se habían bebido todas las extravagancias y practicado todos los juegos. Nada más faltaba arriesgar la pluma. Y ganar o perder el honor después de haberlo hecho.
Una fiesta cualquiera como de infancia fifí, donde todos juegan Basta o Cadáveres Exquisitos, pensará usted lector querido, pero se equivoca. La reunión se llevó a cabo en Suiza, en junio de 1816, año que resultaría clave para el devenir climático del hemisferio norte y sin igual para la creación literaria de Occidente.
Las bajas temperaturas registradas en Europa y en la región nororiental de América, con brumas, heladas y ventarrones, jamás se habían registrado. Se compusieron horrendas crónicas del desastre hablando de cosechas, hambruna y poblaciones perdidas y tuvieron que pasar varios años para que se identificara como un efecto de la prolongada erupción del Monte Tambora en un archipiélago de Indonesia, Se contó que las explosiones se habían oído a 2 mil km. y habían causado más de cien mil muertos y una enorme cantidad de polvo y gases volcánicos que durante meses se desplazaron por la estratósfera y cubrieron el planeta.
La otra detonación, la literaria, fue también de alcances ecuménicos y el estallido comenzó después del último juego de aquella fiesta. Sería porque el anfitrión era el diletante y genial poeta Lord Byron y sus invitados Percy Bysche Shelley, Mary Wollstonecraft Godwin, Claire Clairmont y John William Polidori. Creadores de monstruos, dicen algunos, pilares de la más fantástica literatura del mundo entero, afirman otros.
Lord Byron, cuyo nombre completo fue George Gordon Byron, nació en Londres el 22 de enero de 1778. Fue un influyente poeta inglés cuyo estilo innovador y apasionante personalidad lo convirtieron en una figura emblemática del movimiento romántico, tanto en Inglaterra como en el continente europeo. Su influencia, juran los expertos, es muy clara en escritores de habla inglesa como Alfred Tennyson o Robert Browning y Bram Stoker, pero también en escritores de otras latitudes como el ruso Aleksander Pushkin y todos los poetas malditos -y franceses- que cambiaron la literatura y la cultura del orbe en los siglos XIX y XX, y cuyos significados y símbolos permanecen hasta hoy. Sus obras, conocidas por su intensidad emocional, romanticismo oscuro y rebeldía contra las normas sociales, han dejado un impacto perdurable que tal vez usted, lector querido, no ha notado pero que está allí, a su lado y no desaparece.
Mire usted los resultados de la fiesta: Mary Wollstonecraft Godwin, esposa de Percy Bysche Shelley y hoy conocida como Mary Shelley, escribió la primera y más importante de sus obras, la novela "Frankenstein o el moderno Prometeo" que publicó en 1918. Un logro notable para una autora de 20 años que convirtió la historia del doctor Frankenstein, y su criatura subhumana, en un éxito de crítica y público que trascendió la palabra escrita y fue llevada al teatro, cine, serie y caricatura en varias ocasiones.
John William Polidori, médico y muy cercano amigo del anfitrión, escribió su relato "El vampiro" donde habla de un caballero londinense, muy elegante que suele ir a las fiestas de la buena sociedad casi de cacería. En su narración describe que en cuanto “llamaban su atención las risas de una reunión las sofocaba con una mirada que infundía temor en los pechos en los que reinaba la despreocupación. Quienes sentían ese sobrecogimiento no podían precisar la causa, le atribuían unos a la mirada pétrea, que al fijarse en el rostro del objeto de su atención, no penetraba en él hasta lo más recóndito del corazón, sino que se posaba en la mejilla con un rayo plúmbeo que pesaba en la piel sin traspasarla”
El mejor anfitrión y organizador de clubes y reuniones, Lord Byron, nació con una condición física que lo hacía cojear y lastimaba cada uno de sus pasos. Sin embargo, combatió en guerras propias y ajenas saliendo triunfante de todas. Lector voraz y escritor fecundo, con emoción, pasión, voracidad y pluma, transformó sus discapacidades en una inigualable capacidad para trascenderlo todo.
La noche de aquella fiesta, Byron también participó en el juego. Escribió un poema de miedo, titulado Darkness (Oscuridad) que decía así:
“Hoy he tenido un sueño que no era solo un sueño/ El luminoso Sol se había extinguido y las estrellas vagaban a oscuras por el espacio eterno sin rayos y sin rumbo, y la Tierra helada oscilaba a ciegas en el cielo sin Luna. Llegó la mañana y pasó/ Llegó de nuevo, sin alumbrar el día. Y olvidaron los hombres sus pasiones con el miedo a la desolación.”
Usted, lector querido, haga también una fiesta. Y de los estallidos y destellos de Lord Byron no se olvide.