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Opinión

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Tenemos una deuda con la ciencia

Si la sociedad es indiferente y el Estado omiso en impulsar el desarrollo científico, la iniciativa privada debería tener un papel aún más protagónico. Esto es complejo porque involucra legítimos intereses particulares que determinan sus prioridades; la inversión en I+D requiere de tener capital disponible y de tiempo para madurar.

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En México existe poca difusión sobre los aportes científicos y poco se conoce sobre las disciplinas donde nuestros investigadores tienen liderazgo nacional y mundial. Claramente, falta una política de comunicación que conecte a la sociedad mexicana con las y los investigadores de nuestro país. foto: especial

Desde la invención de la rueda hasta la irrupción de la inteligencia artificial, la investigación científica y su aplicación en todos los ámbitos del quehacer humano ha sido clave para el desarrollo de la civilización. A lo largo de los siglos el conocimiento se ha acumulado de manera exponencial y avanza cada vez con mayor rapidez.

En la alimentación, la salud, el transporte, la comunicación y un largo etcétera de temas, ha sido el trabajo de hombres y mujeres dedicados a la ciencia lo que ha permitido que tengamos la posibilidad de acceder a mejores niveles de bienestar. Para comprender la importancia de su trabajo pensemos en la producción masiva de alimentos; en las vacunas que previenen enfermedades y las medicinas que las curan, o en los medios de comunicación instantáneos de los que hoy disponemos.

Sin embargo, en muchos países se da poco respaldo a las actividades vinculadas a la investigación, la ciencia y la tecnología, México destina apenas el 0.3% del PIB. Además, la sociedad da poco o nulo reconocimiento a los científicos y a sus contribuciones y la iniciativa privada no invierte lo necesario. Esta situación contrasta con lo que ocurre en países de mayor desarrollo económico y social que tienen en muy alto aprecio todo lo relacionado con la ciencia y el desarrollo de conocimiento, Corea, por ejemplo, destina el 3% del PIB. Sin duda hay un vínculo muy estrecho entre la capacidad científico-tecnológica, el nivel de desarrollo económico y el bienestar social.

Peor aún, y por diferentes razones (religiosas, ideológicas, políticas o simple ignorancia), existe una creciente actitud anticientífica en ciertos sectores de la sociedad que no dan crédito a algunos de los más importantes avances de la ciencia, a sus resultados o que desconfían de los científicos; como ocurre en el caso de la ingeniería genética, la biología molecular y, más recientemente, con las tecnologías CRISPR.

Tomemos el caso de las vacunas, rechazadas a pesar de que hace mucho tiempo se demostró su eficacia en la prevención y combate de enfermedades.

En el campo de la agricultura y la alimentación se cuestiona a los productos nutracéuticos, a los transgénicos y en general a todo lo derivado de la biotecnología, ignorando deliberadamente sus beneficios no solo en la agricultura, sino también en la industria, el ambiente o la medicina.

Paradójicamente, uno de los más importantes avances tecnológicos de la historia, el internet, ha propiciado que, como nunca, millones de personas tengan acceso a enormes cantidades de información, pero sin contar con las herramientas necesarias para discriminar la información científica de aquella falsa y tendenciosa.

Por un lado, la mayoría de las personas están acostumbradas a dar por sentados y disfrutar de los avances científico-tecnológicos sin darle mérito a quienes los hicieron posibles y, por el otro lado, hay una percepción de que lo científico “no es para tanto” o que detrás de la ciencia hay una intención maligna.

Ahora bien, si la sociedad es indiferente y el Estado es omiso en impulsar el desarrollo científico, la iniciativa privada debería tener un papel aún más protagónico. Sabemos esto es muy complejo porque involucra legítimos intereses particulares que determinan sus prioridades en esta materia; también se reconoce que la inversión en I+D requiere de tener capital disponible y de tiempo para madurar, por lo que no todas las empresas están en capacidad hacerlo, algunas prefieren pagar y aplicar lo que otros han desarrollado.

No obstante, es posible combinar el interés privado con el interés público para un esfuerzo conjunto en favor de la ciencia; por ejemplo que el Estado otorgue beneficios fiscales a las empresas que inviertan en I+D, que se fortalezca la colaboración con instituciones de investigación y enseñanza, sobre todo las públicas; recuperar el financiamiento a la formación de capacidades científicas y seguramente pueden encontrarse nuevas formas que coadyuven a ese objetivo.

¿Que ha provocado que en las últimas décadas haya crecido esta falta de reconocimiento a la comunidad científica por parte de la sociedad? En parte esto se debe a que existe ignorancia y cierta indiferencia respecto al quehacer científico y a su contribución social. El grado de interés y respaldo que recibe la comunidad científica de parte de la sociedad y su gobierno, descansa en gran medida en las prioridades de política definidas en sus planes de desarrollo.

Otro importante factor vinculado al anterior, es el tema financiero. Algunos gobiernos destinan cada vez menos recursos económicos para la investigación básica, así como becas para los nuevos talentos, compra de instrumentos, reactivos, acceso a la literatura científica y participación en congresos, por citar las inversiones más importantes. Dado que la cantidad de recursos económicos destinados a la investigación científica es siempre limitada para cualquier país, independientemente de su nivel de desarrollo, es esencial un adecuado ejercicio de priorización ¿a dónde asignar los recursos y en dónde se obtiene mayor impacto y cobertura para beneficio de la sociedad?

Además los tiempos en la investigación científica son indeterminados -generalmente un descubrimiento conlleva a otro- y los tiempos políticos están referidos en el corto plazo, lo que obstaculiza la secuencia de las líneas de investigación que a criterio de los científicos son prioritarias y de largo plazo. En el apoyo a la ciencia, se debe tener una política de financiamiento más allá de los periodos que duren los gobiernos.

En México existe poca difusión sobre los aportes científicos y poco se conoce sobre las disciplinas donde nuestros investigadores tienen liderazgo nacional y mundial. Claramente, falta una política de comunicación que conecte a la sociedad mexicana con las y los investigadores de nuestro país, que reivindique su quehacer y su importante papel en la formación de nuevos talentos, y en el desarrollo científico y tecnológico, mucho de lo cual se da en el aula y en el laboratorio.

La sociedad mexicana debería saber cuántos científicos trabajan en nuestro país; qué hacen; en dónde tenemos liderazgos; cómo nos comparamos con otras comunidades científicas de otros países y del mundo; cuántas patentes registramos y también cuales son las políticas y prioridades de gobierno en la materia. En un reciente artículo el Dr. Antonio Lazcano (“La hoja de ruta”. Reforma, 16 de mayo de 2025), señalaba que existen en el mundo poco más de 7 millones de científicos. Por otro lado, en México se reporta que la planta nacional de investigadores es de casi 50 mil (Unesco, Red iberoamericana de indicadores de Ciencia y Tecnología. El estado de la ciencia. Principales indicadores de ciencia y tecnología, 2024, obtenido de https://www.ricyt.org/wp-content/uploads/2024/12/El-Estado-de-la-Ciencia-2024.pdf). Esta comunidad, aunque pequeña, traza los rumbos del bienestar de la humanidad ante sus crecientes y complejos retos. Por conveniencia lógica, valdría de mucho poner más atención a la creación científica y desde luego brindarle más apoyo.

Dedicarse a la investigación científica en los tiempos actuales no es una tarea fácil, hay claras evidencias de que en algunos países, otrora líderes, han tomado la decisión política de poner freno a los avances científicos y a la innovación tecnológica al retirar el financiamiento para investigaciones en temas tan vitales como los relacionados con las ciencias básicas, ambientales, oceanográficas y atmosféricas, entre muchos otros. Connotados científicos tendrán que recurrir a financiamientos externos si desean continuar sus investigaciones o mudarse y buscar apoyos en otros países que les abran las puertas, como ya está ocurriendo en la Unión Europea que recibe a científicos de otras naciones.

Los impactos de la falta de financiamiento a la ciencia en países como Estados Unidos se verán en el futuro próximo; en tanto esto ocurre, será vital que países como el nuestro destinen más recursos y respaldo político a la investigación científica. Sería estratégico por ejemplo, crear un programa internacional de sabáticos invitando a investigadores de otros países a trabajar con científicos mexicanos, la coyuntura es favorable. Sumado a esto, habrá que convencer a los inversionistas de la industria nacional a costear parte del desarrollo científico nacional, que no es en nada inferior a la que se genera en los países científicamente más avanzados. Les corresponde en los tiempos actuales salir al frente ante los retos y, desde luego, oportunidades que tenemos enfrente.

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