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Destruir instituciones

La única forma que encuentran los populistas para mantenerse en el poder, es el desmantelamiento de las instituciones propias de la democracia representativa. Utilizar a la democracia como instrumento legítimo para llegar al poder y desde ahí dinamitarla, ha sido el mecanismo utilizado por aspirantes a autócratas cuyo desprecio por el Estado de derecho que limita sus deseos de permanencia indefinida, termina por destruir todo aquello que implique limitación alguna a sus sueños de inmortalidad.
Es exactamente lo que hicieron personajes como Chávez y Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, así como López Obrador en México. También Erdogan en Turquía, Orban en Hungría, y Donald Trump en su primera versión fallida, pero con la revancha en su segunda aparición al frente de la nación más poderosa del mundo.
En los primeros días de su nuevo mandato Trump gobierna con decretos sin la necesidad de hacer uso de sus mayorías parlamentarias, ni de un Poder Judicial hoy sometido en su totalidad al Ejecutivo. La factible imposición unilateral de aranceles a México y Canadá violando flagrantemente el T-MEC bajo el argumento de narcotráfico e invasión migratoria, no es más que un paso hacia la destrucción de la legalidad y la construcción de una presidencia imperial sin contrapeso alguno dentro y fuera de los Estados Unidos.
La institucionalidad democrática norteamericana resistió la primera administración trumpista tanto por la inexperiencia del mandatario, como por la fuerza de aquellas instancias capaces de contener las barbaridades del populista. Hoy el escenario ha cambiado radicalmente y no existe dentro del gobierno voz alguna capaz de confrontar a un Trump ensoberbecido y rencoroso.
Hace unos días el Secretario de Estado, Marco Rubio, decía abiertamente que Trump no era un presidente tradicional como los que han existido en la Unión Americana, sino que se trata de un individuo con estilos y formas que rompen con la tradición de una figura incluyente y receptiva. Lo que Rubio describía era al típico líder populista que sustenta el poder en función de su propia voluntad, más allá de leyes e instituciones.
La sociedad norteamericana terminará sufriendo las consecuencias de un autoritarismo nunca visto en su historia moderna. De la capacidad de ésta por resistirse a aceptar medidas que van en contra de su propio interés y por supuesto del planeta entero, depende la posibilidad de contener la embestida trumpista en las elecciones de medio término dentro de dos años.
Son ellos, los norteamericanos, los únicos que pueden evitar la destrucción de su democracia y sus instituciones, aunque toda la humanidad sufrirá un eventual fracaso de este intento.