Buscar
Opinión

Lectura 6:00 min

¿Desperdiciaremos la oportunidad que nos brinda la IA?

Durante más de 200,000 años, los seres humanos hemos creado soluciones a los desafíos que enfrentamos y hemos compartido nuestro conocimiento entre nosotros. La IA podría continuar esta tendencia, complementando las capacidades humanas y permitiéndonos liberar todo nuestro potencial, pero la tecnología se está desarrollando en una dirección diferente.

Descripción automática

Descripción automáticaCreditos automáticos

PARÍS – Tuve la suerte de participar en la reciente Cumbre de Acción sobre IA, celebrada en París, en la que muchos debates hicieron hincapié en la necesidad de orientar la IA en una dirección más beneficiosa para la sociedad. En un momento en el que Silicon Valley —y ahora el gobierno de Estados Unidos— hacen cada vez más llamamientos a la aceleración de la IA, la oportunidad de centrarnos en lo que queremos de la tecnología fue como un soplo de aire fresco.

Como señalé en una de mis intervenciones, deberíamos empezar por preguntarnos qué es valioso y qué vale la pena ampliar en las sociedades humanas. Lo que nos hace tan especiales, o al menos exitosos en términos evolutivos, es nuestra capacidad de idear soluciones para problemas grandes y pequeños, de probar cosas nuevas y de encontrarle sentido a esos esfuerzos. Tenemos capacidad no solo para crear conocimiento, sino también para compartirlo. Aunque el recorrido humano no siempre ha sido tranquilo —nuestras capacidades, máquinas y conocimiento a veces causan daños profundos—, la investigación constante y el intercambio prolífico de información son esenciales para lo que somos.

Durante más de 200,000 años, la tecnología ha sido fundamental en esta historia. Desde los tiempos de las herramientas de piedra hasta el presente, hemos creado soluciones para nuestros desafíos; y desde la narración oral y la invención de la escritura hasta la imprenta e internet, hemos desarrollado nuevas y mejores formas de compartir el conocimiento. En los últimos 200 años, también hemos descubierto cómo experimentar mejor y con más libertad, y hemos comunicado estos conocimientos. El proceso científico nos ha proporcionado hechos probados, permitiendo a cada generación basarse en los avances de las generaciones previas.

También ha sustentado el crecimiento espectacular de la mayoría de los países en los dos últimos siglos. Si bien el desarrollo económico ha creado una tremenda desigualdad entre los países y al interior de ellos, hoy en día la gente de casi todas partes goza de mejor salud y es más próspera de lo que habría sido en el siglo XVIII. La IA podría vigorizar esta tendencia complementando las habilidades, talentos y conocimientos humanos, mejorando nuestra toma de decisiones, experimentación y aplicaciones de conocimientos útiles.

Algunos se preguntan si necesitamos la IA para este fin. Al fin y al cabo, ya vivimos en una era de abundancia de información; todo lo que uno puede desear —y mucho de lo que uno no desea— es técnicamente accesible a través de internet. Pero la información útil es escasa. Hay que tener mucha suerte para encontrar lo que se necesita para abordar un problema específico en un contexto concreto de manera oportuna.

Es el conocimiento práctico relevante, no la mera información, lo que hace que los trabajadores de las fábricas sean más productivos; lo que permite a los electricistas manejar nuevos equipos y realizar tareas más sofisticadas; lo que ayuda a las enfermeras a desempeñar un papel más crítico en la toma de decisiones en la atención sanitaria; y, en general, lo que permite a los trabajadores de todas las habilidades y contextos desempeñar funciones nuevas y más productivas.

La IA, bien desarrollada y utilizada, puede hacernos mejores —no solo proporcionando “una bicicleta para la mente”, sino ampliando realmente nuestra capacidad de pensar y actuar con mayor comprensión, independientemente de la coerción o la manipulación.

Sin embargo, debido a su profundo potencial, la IA también representa una de las amenazas más graves a las que jamás se haya enfrentado la humanidad. El riesgo no es solo (ni siquiera principalmente) que máquinas superinteligentes algún día nos gobiernen; el riesgo es que la IA socave nuestra capacidad de aprender, experimentar, compartir conocimientos y obtener sentido de nuestras actividades. La IA nos disminuirá mucho si elimina constantemente tareas y puestos de trabajo; si centraliza en exceso la información y desalienta la investigación humana y el aprendizaje experimental; si da poder a unas pocas empresas para que gobiernen nuestras vidas; y si crea una sociedad de dos niveles con enormes desigualdades y diferencias de estatus. Puede incluso destruir la democracia y la civilización humana tal como la conocemos.

Me temo que nos dirigimos en esta dirección. Pero nada está predestinado. Podemos idear mejores formas de gobernar nuestras sociedades y elegir una dirección para la tecnología que impulse la adquisición de conocimientos y maximice el florecimiento humano. También podemos garantizar que la IA cree más empleos de calidad y mejores capacidades para todos, independientemente del nivel educativo y de ingresos.

Pero primero, el público debe reconocer que este camino socialmente deseable es técnicamente factible. La IA avanzará en una dirección favorable al ser humano solo si los tecnólogos, ingenieros y ejecutivos colaboran con las instituciones democráticas, y si los desarrolladores de Estados Unidos, Europa y China escuchan a los 5,000 millones de personas que viven en otras partes del mundo. Necesitamos desesperadamente un asesoramiento más reflexivo por parte de los expertos y un liderazgo inspirador por parte de los políticos, que deberían centrarse en incentivar la IA prohumana a través de marcos políticos y normativos.

Pero también necesitamos algo más que regulación. Es de esperar que las empresas e investigadores europeos de IA puedan demostrar que existen alternativas al modelo de Silicon Valley. Para lograr este efecto de demostración, la sociedad europea debe fomentar la dirección socialmente más beneficiosa de la IA, y los líderes europeos tendrán que invertir en la infraestructura digital necesaria, diseñar normativas que no desincentiven la inversión ni ahuyenten a los investigadores talentosos de IA, y crear el tipo de mecanismos de financiamiento que las empresas emergentes exitosas necesitan para crecer. Sin una industria robusta de IA propia, Europa tendrá poca o ninguna influencia en la dirección de la IA a nivel mundial.

El autor

Daron Acemoglu, premio Nobel de Economía en 2024 y profesor de Economía en el MIT, es coautor (junto con Simon Johnson) de Power and Progress: Our Thousand-Year Struggle Over Technology and Prosperity (PublicAffairs, 2023).

Copyright: Project Syndicate, 2025 www.project-syndicate.org

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete