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¿Las criptomonedas salvarán al dólar?
La estrategia comercial de Trump, basada en aranceles y rechazo al multilateralismo, amenaza la hegemonía del dólar. Aunque las criptomonedas podrían reforzarlo, su volatilidad exige respaldo de la Reserva Federal. Trump prefiere soluciones privadas, evitando alternativas multilaterales.

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LONDRES – La agresiva estrategia comercial del presidente norteamericano, Donald Trump, pronto se enfrentará a una contradicción fundamental: imponer aranceles y rechazar el multilateralismo en nombre de la protección de los empleos estadounidenses choca con su objetivo manifiesto de mantener el papel del dólar como moneda de reserva dominante en el mundo. Algo tendrá que ceder, y lo más probable es que el dólar, a pesar de su fortaleza actual, sufra las consecuencias.
El papel del dólar como medio de cambio dominante en el comercio mundial ha impulsado el crecimiento del mercado offshore del eurodólar. Aunque este mercado proporciona al mundo una liquidez muy necesaria, opera fuera del alcance de la regulación estadounidense y, por tanto, carece de acceso directo a las facilidades de liquidez de la Reserva Federal. En tiempos de turbulencias financieras, la Reserva Federal debe actuar como prestamista mundial de último recurso ampliando las líneas swap —esencialmente, préstamos a corto plazo— a otros bancos centrales, permitiéndoles canalizar liquidez en dólares a los bancos comerciales que sufren escasez. Como demostraron las crisis de 2008 y 2020, la estabilidad del sistema financiero internacional depende de la certidumbre de la red de seguridad de la Reserva Federal.
Respaldar el sistema financiero internacional es, en cierto modo, el precio que Estados Unidos paga por lo que Valéry Giscard d’Estaing, ministro de Finanzas de Francia en algún momento, llamó el “privilegio exorbitante” de la hegemonía mundial del dólar. A lo largo de los años, el estatus del dólar se ha traducido en una enorme y persistente ventaja financiera tanto para el gobierno como para las empresas norteamericanas.
Otros países, en particular China, llevan tiempo tratando de reducir su dependencia del dólar. Las implacables amenazas arancelarias de Trump, junto con su aparente voluntad de explotar el tamaño y el poder de la economía estadounidense para garantizar mejores condiciones comerciales, están destinadas a acelerar estos esfuerzos.
Sin duda, esto no significa necesariamente que Trump plantee una amenaza seria para la posición internacional del dólar. Después de todo, no ha surgido ninguna alternativa clara al dólar. Asimismo, no es la primera vez que Estados Unidos trastoca unilateralmente el sistema financiero mundial. En 1971, el entonces presidente Richard Nixon —quizás el paralelismo histórico más obvio de Trump— abandonó el sistema de Bretton Woods sin consultar a los aliados europeos de Estados Unidos, obligándolos a lidiar con la repentina apreciación de sus monedas. La medida de Nixon, aunque drástica, funcionó: el mundo adoptó tipos de cambio flexibles y la supremacía del dólar resultó fortalecida.
Pero el mundo era muy diferente entonces. El comercio internacional estaba mucho menos integrado, y los lazos económicos entre Occidente y los países del bloque soviético eran prácticamente inexistentes. Las únicas amenazas potenciales al dominio económico de Estados Unidos procedían de Japón y Europa —aliados que, al igual que hoy, eran débiles y estaban divididos—. E incluso en esas condiciones favorables, el llamado “shock Nixon” tuvo consecuencias de gran alcance. Por ejemplo, hasta se podría decir que condujo a la creación del euro.
Hoy en día, cuando China y otras economías emergentes están al mando de una parte cada vez mayor del PIB y el comercio mundial, es difícil imaginar que los esfuerzos para desarrollar sistemas de pago independientes del dólar no se acelerarán si Trump continúa usando el dólar como arma. Utilizar la amenaza de los aranceles para amedrentar a los países para que cumplan —como hizo cuando Colombia se negó brevemente a aceptar vuelos de deportación que transportaban migrantes colombianos que habían entrado ilegalmente en Estados Unidos— es una forma segura de alimentar la búsqueda de monedas de reserva alternativas.
El abrazo entusiasta de Trump a las criptomonedas sugiere que él y su administración las ven como una solución a este problema. Las stablecoins, respaldadas por dólares estadounidenses, comparten muchas de las características y ventajas que en su día impulsaron el crecimiento del mercado del eurodólar. También en este caso, los emisores operan libres de restricciones regulatorias y no se benefician del acceso directo a las facilidades de liquidez de la Reserva Federal, pero con la ventaja adicional —para algunos— del completo anonimato.
La combinación de estabilidad y secreto ya ha hecho que las stablecoins resulten atractivas para libertarios y delincuentes. Pero si crecen con éxito, las mismas características también podrían hacerlas útiles para liquidar el comercio internacional y servir como depósito de reservas mundiales, reforzando así indirectamente la supremacía del dólar.
Por supuesto, este escenario no aumentaría la seguridad de la economía mundial. Dado que los balances de los emisores de stablecoins incluyen letras del Tesoro a corto plazo y préstamos garantizados a corto plazo (repos), son vulnerables a las corridas, al igual que los fondos de inversión del mercado monetario. En consecuencia, necesitan un respaldo, lo que las obliga a confiar en la certeza de la intervención de la Reserva Federal durante las crisis.
Este riesgo puede explicar la oposición de Trump a una moneda digital emitida por el banco central (CBDC). Una moneda de este tipo podría mejorar la estabilidad financiera, pero no garantizaría el anonimato, lo que la haría impopular entre los defensores de las criptomonedas y, de hecho, entre los bancos comerciales.
Quizá por eso Trump ha favorecido una política de criptomonedas impulsada por el sector privado. Notablemente, este enfoque refleja el de Nixon, quien, cuando el sistema de Bretton Woods se desmoronó a principios de la década de 1970, rechazó una solución multilateral a favor de un giro unilateral a tipos de cambio flexibles. Independientemente del razonamiento de Trump, una estrategia de este tipo podría ser su mejor oportunidad para preservar el estatus global del dólar sin tener que abrazar el multilateralismo que tanto desprecia.
El autor
Lucrezia Reichlin, exdirectora de investigación del Banco Central Europeo, es profesora de Economía en la London Business School.
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