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Un buen pleito o un mal arreglo

Opinión
Todos sabemos que la guerra comercial afecta a todos. El objetivo será la construcción de un arreglo.
Nos encontramos ante un escenario que todos anticipaban (salvo la ingenuidad, que se paga caro en política). El Presidente de Estados Unidos, al igual que sus principales colaboradores, dicen un día y otro también que impondrían aranceles al comercio con nuestro país y, sin embargo, queríamos creer lo contrario.
Todo mundo sabe que la estrategia de negociación del magnate norteamericano consiste en agredir a sus interlocutores, deslegitimarlos y, una vez que están en la posición más débil, realizar las negociaciones en una clara posición de desventaja.
Algo similar sucedió en nuestro país con los golpes mediáticos que todos los días se realizaron y siguen realizando contra el poder judicial federal y sus integrantes.
Una vez que, ante la sociedad, las ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al igual que la mayoría de los magistrados y jueces del país habían sido catalogados como los responsables de liberar a los delincuentes o de obstaculizar las grandes obras públicas del gobierno del entonces Presidente de la República, se envió al Congreso de la Unión la reforma judicial para introducir a personas absolutamente leales al movimiento de la coalición gobernante.
Hay quienes se quieren envolver en la bandera nacional, ahora que le aplican al estado mexicano el mismo esquema de negociación, en el que se ha catalogado como débil al gobierno mexicano frente a las organizaciones criminales nacionales, incluso hasta cierta complicidad en algunos casos de gobiernos locales, además se calumnia a nuestro gobierno como responsable de la muerte de personas, que más allá de nuestras fronteras deciden consumir drogas sintéticas, entre muchas otras cuestiones.
Desde hace tiempo hemos venido insistiendo la importancia del Estado democrático de derecho. Nuestro país padece de una gran debilidad en el ámbito de la observancia de la ley. Los adversarios aprovechan esta lamentable situación para profundizar el desprestigio que ello implica y hacen responsable a nuestro país de cuestiones que, en todo caso, podría enfrentarse en forma coordinada, como es el tráfico de drogas, de indocumentados, así como de mercancías.
Más allá del discurso y la estrategia política del mandatario del vecino país del norte y que no podremos cambiar, nuestro país y sus líderes siguen tratando de concentrar sus esfuerzos en aspectos que no se pueden cambiar y que no dependen de ellos mismos, y, al mismo tiempo, lamentablemente, dejando de lado, aspectos muy importantes en los que sí podemos y deberíamos cambiar.
Si bien es cierto que la Presidenta ha comenzado a modificar la estrategia frente al crimen organizado, ello se comenzó después de que las amenazas sobre los aranceles tocaron a nuestra puerta, cuando desde antes debió haber sido parte no solo del discurso político, sino de las acciones gubernamentales.
Por un momento, reflexionemos sobre el mensaje que se envía a quienes acusan al Estado mexicano de estar coludido con las organizaciones criminales, cuando en el Congreso de la Unión se extiende hasta 2030 para terminar con el nepotismo político, e incluso, dentro del propio partido en el poder, existen voces que disienten de aprobar este tipo de legislación. La propia coalición gobernante no apoyó la propuesta como fue enviada por la Titular del Ejecutivo Federal y, supuestamente, tuvo que ceder a las presiones de sus propios aliados en el Congreso de la Unión para aprobar la propuesta, pero hasta 2030, es decir, antes sí se tolerará el nepotismo.
Lamentablemente, la principal debilidad de nuestro país frente a los ataques extranjeros no son los que el partido gobernante llama o pretende llamar traidores a la patria, sino quienes dentro de nuestro propio país continúan defendiendo sus parcelas de impunidad e ilegalidad.
El discurso y las acciones de gobierno continúan alentando la división nacional, en lugar de convocar a la unidad nacional, más allá de los constantes estereotipos de toda índole.