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Reseña: Las dos izquierdas de Jorge Castañeda G. y Joel Ortega Juárez

Una historia quizá apócrifa que me contó un amigo culto de izquierda ya fallecido, Rafael Mendoza Toro, cuenta que el día en que Marx con su característica energía, logró expulsar a Mijail Bakunin de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en el célebre Congreso de La Haya de septiembre de 1872; por la tarde-noche de ese día fatídico para Bakunin, él y Marx dejando de lado sus diferencias políticas se reunieron en un bar a beber cervezas y a discutir los asuntos del mundo como dos viejos camaradas. El propio Marx coherente con esta “postura liberal” de criterio amplio, en su pensamiento filosófico reconoció a Hegel como un gigante del pensamiento, no obstante, las posiciones conservadoras y reaccionarias del pensador alemán, quien justificaba al régimen prusiano. En su monumental “Historia critica de las teorías de la plusvalía” (1861-1863), Marx rehabilitó a innumerables economistas por su valía científica en el campo de la economía independientemente de su postura política. En similar actitud, el escritor argentino Jorge Luis Borges agradeció a Platón por haber inventado el dialogo, suprimiendo el monologo ligado al autoritarismo, y con él, la posibilidad de la civilización humana (J. L. Borges-Osvaldo Ferrari “Diálogos”, Seix Barral, febrero, 2024). Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho en más de una ocasión que, en política él no tiene enemigos, solo adversarios, y estos -según sus palabras- se han portado bien a pesar de la temperatura política candente de estos días.
Bajo esta perspectiva plural y democrática, examinaré el importante libro de Jorge Castañeda y Joel Ortega “Las dos Izquierdas: lo que nunca se contó sobre la izquierda mexicana” (Debate, 2024). Se trata de un libro de lectura fácil, de planteamientos históricos sólidos sobre el devenir de la izquierda mexicana en más de un siglo, dividida por sus autores históricamente en dos bloques, la izquierda gestada al calor de los principios nacionalistas que se forjaron con la Revolución mexicana, y la otra izquierda (con contornos imprecisos) que ha querido ser autónoma del gobierno cuando está en la oposición, y que con actitud más democrática ha querido modelar desde la oposición y a veces desde el poder un mundo menos injusto, menos desigual y con ello promover un mundo más habitable, más decoroso socialmente hablando.
Narra el libro con gran soltura las vicisitudes históricas de estas dos izquierdas. En la prehistoria del inicio de su evolución, y antes del estallido de la Revolución mexicana -señalan los dos autores- ya había inquietudes sociales de carácter político en intelectuales y en luchadores sociales, por forjar un mundo mejor, al amparo de las ideas emanadas de la primera Internacional (AIT), agrupación revolucionaria fundada por Karl Marx y otros distinguidos pensadores sociales y agitadores políticos en 1871. La narración que fluye ágil de este texto revela momentos estelares de la evolución de las dos izquierdas que, en un libro tan corto (161 páginas disminuidas por un sinnúmero de fotografías de personajes relevantes de las dos izquierdas) por fuerza se tuvieron que omitir muchos detalles históricos. Los dos autores proponen una fecha simbólica, el año de 1919, para el nacimiento oficial de las dos izquierdas que, ocurre con la muerte de Emiliano Zapata y la neutralización política de Francisco Villa ,y el creciente giro conservador del bloque postrevolucionario en el poder, lo que abrirá según los autores un espacio para una tendencia de izquierda dentro del gobierno de corte nacionalista vinculado al programa revolucionario, que progresivamente va desplegando un tono conservador bajo la divisa de: “No alterar el poder político vigente sólo orientándolo para preservar el proyecto nacionalista”.
La otra izquierda, marcada inicialmente por el radicalismo político inspirado por la revolución bolchevique de 1917, no desplegó en la praxis esta vertiente radical en México. En virtud de que, bajo la política estalinista de alianzas de los años 1930s (orientada por la Internacional Comunista) adquirió un tono marcadamente conservador. La embajadora soviética en México Alejandra Kollontai (1926-1927) en su conversación con Stalin cuenta que éste le expresó la misión siguiente: “Usted como ministra plenipotenciaria tiene como labor fortalecer las relaciones normales de amistad entre la URSS y México, no dejarse seducir por ninguna aventura revolucionaria” (Rina Ortiz Peralta “The Red Ambassador: Alejandra Kollontai and Mexico”, 2017). El mandato de Stalin a Kollontai significó una reversa a la posición activista en México del anterior embajador Pestkovsky. Esta izquierda formal (cuyo eje fue el Partido Comunista Mexicano -PCM-) subsumida un tiempo por Moscú, se tornó marginal para incidir en la dinámica política de los gobiernos postrevolucionarios del país. Recupera prestigio cuando rechaza la invasión a Checoslovaquia por el ejército del Pacto de Varsovia conducida por la URSS en agosto de 1968 liquidando (por un tiempo) la llamada primavera de Praga que, pretendía instaurar un socialismo con rostro humano bajo la dirección de Alexander Dubeck (ver la fascinante autobiografía del dirigente comunista checo en colaboración con Jiri Hochman “Hopes Die Last: The Autobiography of Alexander Dubcek”, Kodansha America, 1993), y se torna reflexiva y autocrítica cuando se legaliza al partido comunista mexicano en el régimen del presidente José López Portillo. Esta izquierda no duda en criticar tanto al maoísmo antidemocrático, como a la URSS por su giro imperial ya denunciado por el Che en sus “Cuadernos de Praga” (1966) en el que el revolucionario argentino anticipa el colapso de la URSS y considera a Lenin como un culpable no menor del giro pragmático y dogmático del marxismo bajo el socialismo real, siendo que, para el Che, el marxismo es una doctrina gigante que, sin embargo, fue manchada por la rigidez centralista del leninismo. En los Cuadernos de Praga, el Che afirma con cierta contundencia el giro capitalista que, la URSS está teniendo bajo el mando del politburó soviético. Por ello, su texto es tan melancólico, como el Hamlet de Shakespeare o más precisamente como el descrito por Alejo Carpentier en el “Reino de Este Mundo” (1949), que describe la desesperanza del héroe haitiano Ti Noel, quien después de participar en varias revoluciones, que terminan trágicamente en un gran fracaso, desespera de la especie humana. El texto, del Che es una sombría reflexión sobre el porvenir incierto de la gran utopía socialista. Es el vértigo de muerte, que sintió Hegel, con la derrota de la revolución francesa pese a su espíritu conservador porqué en él estaba latente la esperanza de la regeneración humana alentada por los jacobinos franceses. Sobre ese momento estremecedor escribió Hegel “La conciencia ha experimentado precisamente la angustia, a propósito de la integralidad de su esencia, porqué ha sentido el miedo de la muerte dueña absoluta. En esta angustia se ha disuelto íntimamente, ha temblado en lo profundo de sí misma y se ha tambaleado todo lo que ha construido”. Es la angustia que sintió Roger Garaudy legendario filósofo y miembro del partido comunista francés, cuando escuchó “El Informe Secreto de Kruschov” (1956), en el pleno del Comité Central del PCUS, que delataba los crímenes de Stalin. En su texto autobiográfico “Mi Vuelta al Siglo en Solitario” (Plaza & Janes, 1991), escribió Garaudy en un tono de tragedia shakespeariana lo siguiente: “Acabo de oír el Informe Kruschov en el XX congreso del Partido Comunista de la URSS […] La revolución ha fracasado […] es el Termidor, triunfan los corruptos […] Rompo a llorar en casa, en mi mesa de trabajo […] Sí todo el Informe Kruschov es falso, ¡Qué pesadilla!; Sí todo el Informe Kruschov es verdadero, ¡Qué catástrofe! […] ¿Por qué no confesar que, durante un instante, hemos sentido este vértigo vital de la muerte de toda esperanza? No lo habíamos conocido nunca, ni en las cárceles ni en los campos de concentración. Este es sin duda el vértigo vital que, también sintió el Che en las vísperas de su fatídica aventura revolucionaria en Bolivia, y que fue novelada con elegancia melancólica por el escritor argentino Abel Posse (“Los Cuadernos de Praga”, Atlantida, Buenos Aires, 1998).
La otra izquierda mexicana que, merece respeto por su sentido plural ha llegado a formar parte un tiempo de la revolución democrática, conducida por personalidades políticas que se deslindaron un tiempo del gobierno y del partido en el poder (PRI) por el giro neoliberal, que tomó a partir de 1983. Cabe señalar, que corre paralela esta izquierda sintetizada en parte por el Partido Comunista Mexicano, con la izquierda radical militarista impulsada por la revolución cubana, una izquierda, que no tuvo mayor éxito militar, porque fueron muy eficaces los aparatos de Estado para reprimirla y extinguirla de manera muy cruenta y contundente. Situación que describen los autores de “Las dos Izquierdas”
El año mítico, 1968 es un parteaguas para la izquierda relacionada con los movimientos sociales. Este movimiento fue descrito por Jorge Castañeda y Joel Ortega como la culminación de una serie de movimientos sociales rebeldes en el sentido de Camus (“El hombre Rebelde”, 1951), y que generó protestas de los ferrocarrileros, de los médicos y de los maestros de finales de los 1950s y principios de los1960s. La culminación fue el movimiento estudiantil de 1968, un movimiento en sintonía con lo ocurrido mundialmente, saturado de un ansia frenética de libertad, y de convivencia política y social pacifica, como la expresada por el mayo de Paris, y en lo particular en Estados Unidos por la revolución pacifista ligada al movimiento hippie de San Francisco. El distintivo fulgurante de esa revuelta social es la de distanciarse del poder gubernamental centralizado que, asfixia a la sociedad. Se trató, del anhelo juvenil de una vigorosa democracia.
En el capítulo final de este oportuno libro, se analiza la situación actual de las dos izquierdas. A la del gobierno vigente la denominan sus autores, cómo “la nueva vieja izquierda que se debate con la modernidad”, pero según Castañeda y Ortega se ancla en el nacionalismo revolucionario de la izquierda que delineó en tramos históricos a los gobiernos postrevolucionarios de México con tintes nacionalistas (que alcanzó su esplendor en la época del desarrollo estabilizador). Castañeda y Ortega reflexionando a la luz de la globalización, proponen que el cambio social que, está trayendo la globalización en México, generará mucho dinamismo social, la potencialidad del near shoring transformará al país si se aprovecha. Esta dinámica social se ubicará en el marco de un cambio generacional poderoso, esto constituirá las bases de una nueva izquierda – afirman Castañeda y Ortega-, que no será socialdemócrata, pero que si será digna de la etiqueta moderna.
Ojalá, Castañeda y Ortega en otro libro nos ofrezcan un esbozo más específico de esta nueva izquierda que proponen. Seguro no debe ser la del PSOE de Felipe González prometedora en un principio, pero manchada de corrupción al final de su gestión. Ni tampoco debe ser la izquierda cuasi-neoliberal representada por Tony Blair que, constituye una variante perniciosa emanada del laborismo destruido políticamente por la guerra de Irak y Afganistán en el que tanto se empeñó y destacó Blair.
Finalmente, dedicó este artículo a mi entrañable amigo Rafael Mendoza Toro fallecido hace poco más de un lustro, y que en sus días de calma antes de su grave enfermedad, recuerdo todavía haber discutido con él con vigor y hasta exaltación amistosa de la teoría estética marxista, tal como fue formulada por Gyorgy Lukacs el más grande teórico de la estética. Aún conservo parte de los volúmenes de la obra completa de Lukacs (editados por Grijalbo) que me regaló Rafael, en la que destacan: “El Alma y las formas” (1911); “Teoría de la novela” (1916-1920); el clásico por su canon metodológico marxista “Historia y Consciencia de Clase” (1923); “Fundamentos de una estética marxista” (1947); “El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista” (1948); “El realismo ruso en la literatura mundial” (1949), el infaltable análisis de la obra de “Thomas Mann” (1949), “Goethe y su época” (1950), “Realistas alemanes del siglo XIX” (1951), “El asalto a la razón” (1954), “Aportaciones a la historia de la estética” (1954). Por cierto, recomiendo la reciente biografía novelada del héroe de Gyorgy Lukacs, Thomas Man escrita por Colm Toibin, intitulada “Thomas Man: El Mago” (Lumen, 2022), cuyo autor hizo de un relato biográfico una verdadera obra de arte.
Por último, para evaluar el papel jugado por la Internacional Comunista en América Latina y desde luego en México, en las dos izquierdas de que hablan Jorge Castañeda y Joel Ortega, recomiendo al lector atento la obra “América Latina en la Internacional Comunista 1919-1943 Diccionario Biográfico”. Una obra voluminosa de 933 páginas compilada por Lazar Jeifets-y Victor Jeiftes (Clacso, 2017).