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¿Quién vigila a los vigilantes?
Cuando fue publicada entre 1986 y 1987, Watchmen causó una revolución en el mundo del cómic. Apareció en doce números que más tarde se unieron en un sólo volumen volviéndose una de las novelas gráficas más vendidas de la historia y la única en aparecer en la lista de las 100 Mejores Novelas en inglés (publicadas después de 1923) según la revista Time en 2005.
Escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons, la serie rompió con muchas de las reglas, estructurales y temáticas que habían tenido los cómics de superhéroes hasta entonces. Watchmen, como dice Robert Harvey en El arte del cómic: una historia estética, “demostró como nunca antes la capacidad del medio para contar una historia sofisticada que no podía contarse de otra manera”.
El mundo que propone Watchmen cambió a partir de la aparición de “superhéroes” en 1938. Su existencia dio un giro a la guerra de Vietnam y a la presidencia de Richard Nixon. Hay que decir que aunque los enmascarados del cómic reciben el nombre de “superhéroes”, sólo hay uno que tiene “poderes” (Dr. Manhattan).
La novela empieza en 1985 cuando Nixon es todavía presidente. El Dr. Manhattan le dio la ventaja definitiva a los EEUU en la Guerra Fría lo que ha aumentado las tensiones con el bloque soviético. En 1977 los héroes enmascarados fueron prohibidos por una ley que se llama el Acta Keene. Dr. Manhattan y “El comediante” trabajan como agentes gubernamentales. Sólo un enmascarado opera al margen de la ley (el elusivo y anarquista Rorschach).
Moore refleja a través del cómic las ansiedades de la guerra fría tardía y la era Reagan. Mediante una estructura que juega con la historia alternativa, hace una sátira y una deconstrucción del concepto del superhéroe. Para esto, Moore y Gibbons se valieron de un marco visual poco común de paneles de 9 cuadros, temas recurrentes, documentos e historias en texto, y una historia paralela “meta” de piratas (un cómic dentro del cómic) que se llama Tales of the Black Freighter. Anticipándose a una tendencia narrativa que no sería popular hasta casi una década después, Moore y Gibbons utilizan una narrativa no linear que salta a través de tiempo, el espacio y la estructura dramática convencional.
Watchmen no era una historia escapista para niños, era una saga profunda y compleja dirigida a los padres de esos niños. A través de paralelos, repeticiones visuales, y subtramas oscuras, la historia hablaba más de las consecuencias en una sociedad donde los “héroes” parchan las deficiencias la justicia al margen de la ley. La novela aproximó un escenario realista y desencantado donde los superhéroes intervenían en la historia, incapaces de eludir las virtudes y defectos de los seres humanos.
Watchmen fue una lectura exigente y sofisticada que no se parecía a nada que hubiera sido publicado hasta entonces. Es curioso que el otro gran referente de la revolución del medio sea The Dark Knight Returns de Frank Miller: otra novela gráfica de DC Cómics publicada ese mismo año. Por ello muchos han dicho que ese fue el momento en el que el cómic llegó a la mayoría de edad. Trascendencia aparte, Watchmen fue un éxito comercial y puso a DC (temporalmente) a la cabeza del mercado por encima de su rival Marvel.
Watchmen fue adaptado al cine por Zack Snyder en 2009 (poco antes de que Snyder quedara a cargo de la creación cinemática del DC Universe). Fox había comprado los derechos en 1986 y había fracasado repetidamente al tratar de digerir el mundo creado por Moore y Gibbons para la pantalla. El proyecto había pasado por las manos de Warner y Terry Gilliam, quien terminó por rendirse calificando la historia como imposible de filmar. A principios del milenio, Universal intentó nuevamente un acercamiento vía Darren Aronofsky y después Paul Greengrass. Fue Warner la que se quedó con los derechos y finalmente enlistó a Snyder (después de su éxito con 300). El puro trailer de la película generó que se vendiera otro millón de ejemplares del cómic.
Snyder fue (más o menos) fiel al material original, cayendo por momentos en lo que después sería su sello personal: secuencias largas de acción, destrucción y complacencia visual. Tales of the Black Freighter se convirtió en una cinta animada que se estrenó al mismo tiempo pero directo en video. Aunque Gibbons asesoró (en teoría) al controlador Snyder, Moore se negó a ser vinculado con el proyecto, haciendo eco a Harvey: “hay cosas que hicimos que sólo funcionan en el formato del cómic y no en otros medios”.
Venga lo anterior a cuento, porque el domingo se estrenó Watchmen, la serie, en HBO. Quien espere un nuevo intento por contar la novela de 1986 se llevará un chasco. La serie a cargo de Damon Lindelof (Lost), transcurre en época actual, en la misma realidad alternativa que proponía el cómic y retomando los elementos en que este (no la película) dejó la historia.
El primer episodio está construido con docenas de claves, referencias, easter-eggs, repeticiones temáticas que funcionan también como guiños para el conocedor. La historia sucede en Tulsa, Oklahoma. Robert Redford ha sido Presidente por 20 años, dando un vuelco liberal al gobierno de Nixon. Si en el cómic, los héroes tuvieron que dejar las máscaras para volverse policías, en esta nueva realidad son los policías quienes se ven obligados a usar máscaras para salvaguardar su identidad.
Si los héroes cambiaron la Guerra Fría, en este Watchmen también redibujaron el mapa racial estadounidense, y es Tulsa el escenario: el sitio de la terrible matanza de 1929 en que el KKK y los ciudadanos blancos masacraron a los afroamericanos pudientes del “Black Wall Street”. Los nuevos villanos (la Séptima Caballería, modelada en el KKK y la imagen de Rorschach) quieren sacudir el mundo. La puesta en escena arranca una nueva historia tratando de valerse de las fortalezas de la serie episódica de televisión, como en su momento lo hizo el medio del cómic, para hacer su propuesta. El primer episodio es un buen punto de partida para que estemos atentos.
Twitter @rgarciamainou
