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Opinión

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Los hombres de Calderón en Banxico

No parece un buen momento para que el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, presuma que está en la mejor de las disposiciones de aceptar un asiento en la Junta de Gobierno del Banco de México.

No debería haber ningún inconveniente en que el titular de las finanzas públicas del país tuviera voz, aun sin voto, en la institución que se encarga de definir la política monetaria. De hecho, la Comisión de Cambios, que se encarga de definir la suerte del peso, funciona con el trabajo conjunto de Hacienda y Banxico.

Pero en este país, donde hay una idolatría a los conceptos de nacionalismo y soberanía, como que a más de uno le suena a intervencionismo que un funcionario del gobierno federal quiera tener injerencia en una institución que tiene como uno de sus apellidos de abolengo el de autónomo .

Más cuando acaba de pasar el proceso de elección del Gobernador de ese instituto emisor y cuando los que apoyaban la permanencia del extitular se basaron en descalificar a su oponente precisamente con la advertencia de la pérdida de autonomía del banco ante el Presidente.

Es como Pemex, no importa que esté en la ruina o que no busque petróleo, mientras siga siendo la empresa de los mexicanos . Así, el autónomo banco central merecería vivir en una isla desierta, muy lejos de los tentáculos del Poder Ejecutivo.

Además, hay un dato que no se puede perder de vista, si se pretende tener un enfoque político del manejo del banco central. Si hacemos cuentas de cuántas personas de Calderón despachan en la Junta de Gobierno, podríamos ver que ya logró una mayoría.

Resulta que la Junta de Gobierno del Banco de México está compuesta por cinco personas, cuatro subgobernadores y el Gobernador. Cada uno con un voto, con el distintivo de calidad del que está al frente.

Bien, de los cinco: Carstens, bueno, despachaba como Secretario de Hacienda hasta hace un par de meses. De los otros cuatro, dos le deben el puesto al presidente Calderón. Uno es Roberto del Cueto Legaspi, quien es vicegobernador del Banxico desde julio del 2007, gracias a la designación presidencial y a la ratificación de la Comisión Permanente del Congreso.

Y de los tres que me quedaban... uno más, Manuel Sánchez González, fue designado en mayo del año pasado también por Calderón como sustituto de Everardo Elizondo en un asiento de Subgobernador.

En matemáticas opositoras simples quedarían dos sobrevivientes de la autonomía bancaria: Guillermo Güémez y José Julián Sidaoui. O sea, el coctel perfecto para el escándalo. ¡Pero no! Es muy probable que uno de esos diputados que toman tribunas no pueda entender la mística de un banquero central que respeta su trabajo y a la institución.

Sí sería conveniente que en la Junta de Gobierno del banco central participara como opinador el Secretario de Hacienda. Porque siempre un punto de vista más puede ser de gran utilidad. Y, dicho sea de paso, en el caso de Cordero, no le vendría nada mal aprender un poco de los viejos lobos de mar que despachan en esa Junta. Hay un temor, con más fundamento político que económico, de que la administración de Calderón descuide el control inflacionario con tal de fomentar un mayor crecimiento económico.

En primer lugar, el Banxico no puede hacer otra cosa, por mandato, que cuidar que la inflación se mantenga a raya. Sería fácilmente detectable que se desviara de su objetivo. Pero, además, a los gobiernos ya les quedó claro que la inflación es el peor de los impuestos populares.

Que en la carrera entre precios y salarios hay un invariable derrotado: el trabajador asalariado.

El instrumento de política monetaria que usa el banco central es el costo del dinero. Funciona bien para frenar precios, pero por más que bajaran las tasas de interés, con el bajísimo nivel de bancarización de la economía mexicana, su efecto en el crecimiento sería marginal. La política de acumulación de reservas que ahora anuncia el banco central está diseñada para agradar a las firmas calificadoras, acusan algunos. Y si es así, pues enhorabuena.

Si eso agrada a las firmas que ponen la palomita en el cuaderno de la confianza, pues no es mala idea. La confianza es un jugador fundamental de la economía. Y si en ella contribuye el Banco de México o la Secretaría de Hacienda, o los dos, pues bienvenido.

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