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Opinión

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Las elecciones de España

La extrema derecha es un fantasma que recorre Europa. Domina Hungría, gobierna Italia y Polonia, ha estado a punto de llegar al poder en Francia, supera el 20% de los votos en Suecia y Finlandia, crece en Alemania y en Grecia. En España, el partido VOX, una escisión del partido tradicional del centro derecha Partido Popular (PP), apoyado por grupos católicos radicales, similares al Yunque mexicano, que hace uso de mitos y falsedades de la España imperial para embaucar a un sector de la población ibérica con el objetivo de impulsar una agenda que mezcla las ideas de la extrema derecha actual (la trumpista), con otras trasnochadas de corte falangista.

VOX básicamente no existía hasta 2019, cuando, en una elección nacional alcanzó el 10% de los votos, con 24 asientos en el parlamento y tras una segunda elección ese mismo año, realizada porque no se pudo formar gobierno, alcanzó el 15% con 54 diputados. En el parlamento, este partido ha impulsado propuestas legislativas en contra del aborto, para cancelar acciones a favor de energías limpias, para criminalizar a migrantes, para eliminar cuotas de género o para suprimir procesos de memoria histórica por la Guerra Civil del siglo pasado, entre otras linduras. Uno de sus dirigentes políticos señaló, por ejemplo, que no existe tal cosa como la violencia de género y otros han declarado buscar eliminar autonomías regionales que garantizan la plurinacionalidad española. Ante el crecimiento de VOX, el PP no desaprovechó la oportunidad para formar gobiernos en ayuntamientos y comunidades autonómicas. El resultado fueron ciclovías canceladas, obras de teatro prohibidas y programas de atención a las mujeres suspendidos. En las más recientes elecciones españolas, el PP no resistió la tentación de buscar dirigir el país con la oferta implícita de hacer gobierno con VOX, para remplazar al del PSOE, que en esta ocasión adoptó una postura más a la izquierda que de costumbre, gracias a su alianza original con Unidas Podemos.

El resultado, por suerte, no fue bueno para ellos. La situación actual del gobierno socialista no es la mejor, a pesar de políticas sociales innovadoras y el haber resistido mejor que el resto de Europa al incremento del precio de los energéticos. El desgaste de la crisis del Covid y los problemas propios de la convivencia del PSOE con Podemos pasaron factura. Después de una elección municipal en la que la derecha resultó victoriosa Pedro Sánchez, el presidente del gobierno convocó a elecciones generales. Jugaron con dos estrategias. Una fue la de desradicalizar a su compañía en el gobierno, con la creación de la plataforma de Sumar, que de alguna manera sustituyó a la marca de Podemos, como la opción para los votantes más de izquierda. La encabezó Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y vicepresidenta del gobierno, con credenciales progresistas por una exitosa reforma de protección a los contratos laborales, pero con posturas más convencionales en temas como el apoyo a la intervención de la OTAN en Ucrania. En las listas se excluyó a Irene Montero, la ministra de Igualdad, figura de Podemos, a la que se le atribuye el desastre de una legislación inadecuada, por deficiente, en materia de violencia de género. Eso detuvo la caída de votos y escaños por parte del polo de izquierdas, por lo que solamente perdieron siete asientos.

La otra estrategia fue hacer evidente que un gobierno entre el PP y VOX necesariamente concretaría algunas de las propuestas de la extrema derecha, lo que seguramente representaría un daño importante para la democracia y polarizaría al país. Seguramente porque esa idea permeó en sectores amplios de la sociedad fue que las encuestas que aseguraban la inevitabilidad del triunfo de la derecha fallaron. VOX tuvo 19 escaños menos que la elección pasada y el PSOE dos más. Paradójicamente, aunque el PP tiene 47 diputados más que la elección anterior, formar gobierno se ve muy lejano, ya que ningún partido regionalista, mucho menos nacionalista, va a acompañar a un gobierno de derechas que incluya a VOX, que tiene una visión unitaria de España. El resultado es afortunado debido a que, al menos por el momento, va a impedir que se concreten políticas de extrema derecha, en una nación en la que la izquierda y la derecha tuvieron aproximadamente la misma cantidad de votos. El resultado, por ejemplo, relaja la presión que ya estaban ejerciendo los partidos de ultra derecha, negacionistas, a las políticas de cambio climático en la Comunidad Europea. Será bueno también para América Latina, que se ahorrará un gobierno con tintes supremacistas en el país que es su puerta de entrada a Europa.

España entra en un futuro incierto en el que podría vislumbrarse el ascenso de un gobierno de izquierdas encabezado por el PSOE de Pedro Sánchez, apoyado por Sumar y, quizá, con el visto bueno de algunos partidos nacionalistas que no impedirían su investidura. Ahora mismo, Junts, uno de los dos principales partidos nacionalistas catalanes, podría desbloquear el impasse pese a que el día de la elección negó hacer presidente a Sánchez “a cambio de nada”. Nada queda resuelto pues, aunque es de celebrarse que la única certeza tras la elección es el freno al avance de la extrema derecha en España.

Twitter: @vidallerenas

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Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), cuenta con una Maestría en Política y Gestión Pública por la Universidad de Essex, Reino Unido y un Doctorado en Administración y Gerencia Pública por la Universidad de York

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