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La curiosidad de Rodolfo Vázquez, advierte sobre el fanatismo
Decía Baudelaire que Dios es el único ser que para reinar no tuvo siquiera necesidad de existir.
Los poetas y los filósofos tienen la capacidad de construir puentes que rompen con el planeta Tierra. Su imaginación empequeñecen a la realidad.
Rodolfo Vázquez nos invita a recorrer el puente sobre el que ha caminado durante algunas etapas de su vida, y lo hace, como bien apunta Jesús Silva-Herzog Márquez en una reseña publicada en Reforma el 28 de julio, a través de un ensayo que bien podría representar una especie de “tertulia”.
En el libro escrito por Rodolfo Vázquez, No echar de menos a Dios (editorial Trotta), acuden Octavio Paz, Albert Camus, Bertrand Russell y José Gaos, entre otros, con un solo objetivo: dialogar con Rodolfo Vázquez durante su tránsito hacia la zona agnóstica de su vida; itinerario de viaje que transita de lo sagrado al ateísmo, instalándose en el ánimo agnóstico.
A la madurez, Rodolfo Vázquez, la ejercita con el conocimiento, pero sobre todo con la reflexión. Su posición frente a Dios, siempre mutable, sin embargo, No echar de menos a Dios no es un ejercicio personal o anecdótico, es una reflexión conjunta entre los personajes que inspiran a Rodolfo Vázquez a escribir el libro.
Al contemporizar el ensayo existe una necesidad de reflexionar a fondo el capítulo dedicado a Voltaire y David Hume, tolerancia y escepticismo. El fanatismo encuentra en la tolerancia como el enemigo de vida. La filosofía, escribe Rodolfo, debe servir para rechazar todo tipo de ignorancia presuntuosa, soberbia; y al mismo tiempo, debe ayudarnos a no sentirnos culpables de ser ignorantes dada nuestra extrema fragilidad y debilidad.
En este pasaje lúcido, Rodolfo hace una referencia a Voltaire: el filósofo, en realidad, no ha enseñado nada, y más bien ha reforzado una actitud escéptica con respecto a los grandes temas metafísicos.
Difícil ignorar a Amos Oz cuando se habla de fanatismo, pero sobre todo, cuando se trabaja en favor de la tolerancia. Rodolfo Vázquez recuerda que el fanatismo hace su aparición cuando se adopta una actitud de superioridad moral , de conformidad y uniformidad, y se demanda un culto a la personalidad o la idealización de líderes políticos.
Para Amos Oz, la esencia del fanatismo “reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano, en vez de dejarles ser. El fanático es un gran altruista. A menudo está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe. Quiere mejorar tus hábitos alimenticios o curarte de la bebida o de tu hábito de votar. El fanático se desvive por uno. Una de dos: o te echa los brazos al cuello porque te quiere de verdad, o se te lanza a la yugular si demostramos ser unos irredentos”.
El fanático se disipa entre tolerantes. Sobre la tolerancia, Rodolfo Vázquez escribe: “Con todo, si bien es cierto que en toda sociedad liberal la tolerancia desalienta la violencia y permite una mayor convivencia pacífica entre los miembros de la comunidad, lo cierto es que su valor debe entenderse en forma temporal: se debe trascender el límite impuesto por la tolerancia y aspirar al estado de respeto”.
El ensayo concluye con reflexiones sobre el tiempo. Es aquí donde Rodolfo Vázquez invita a Octavio Paz a caminar sobre su puente, y lo hace recordando Nocturno de San Ildefonso, uno de los poemas que hace estallar al placer como pocos. “La poesía, puente colgante entre historia y verdad, No es el camino hacia esto o aquello: es ver la quietud en el movimiento, el tránsito en la quietud”.
No se equivoca Rodolfo Vázquez cuando confiesa que su ánimo de adolescente le ayuda a renovar su curiosidad.
Y claro que lo hace, día a día. No echar de menos a Dios, una tertulia moderada por Rodolfo Vázquez.
@faustopretelin

