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La Marea Rosa debe convertirse en el Partido Rosa

Más de un millón de mexicanos inundamos las calles y las plazas públicas pintando a México de rosa y demostrando que estamos dispuestos a dar la batalla por México, por nuestras libertades y nuestras instituciones para salvar la República.
Hoy, ante el panorama tan desafiante en el que todo indica que el poder se concentrará de manera absoluta en unas cuantas manos, necesitamos urgentemente construir un muro de contención que impida la destrucción de lo que con tanto esfuerzo hemos construido los mexicanos: un orden constitucional, instituciones autónomas, contrapesos efectivos y una frágil democracia.
Veo y escucho a muchísimos mexicanos inconformes, frustrados y muy preocupados, pero al mismo tiempo deseando poder hacer algo. El problema es que no tenemos los medios ni los vehículos institucionales para lograrlo más allá de lo que ya hacemos desde la sociedad civil. Aunque muy valioso, aún es un esfuerzo insuficiente para cambiar la realidad.
En un estudio antropológico de la mayor relevancia para México, el analista Alejandro Motta afirma que, el 70% de los mexicanos dice querer algo diferente pero el problema es que consideran que, a pesar de todos sus errores, Morena está en esa transición para ofrecer algo “distinto”. Claramente sabemos que lo único diferente que ofrecen es empeorar más y más la realidad con los actores más nefastos del pasado.
Tras un proceso electoral tan controvertido, los ciudadanos libres nos quedamos sin representación real. Después de analizar todo lo que hemos vivido en los últimos meses, considero indispensable y urgente que la Marea Rosa se convierta en el Partido Rosa.
¿Un partido más? Se preguntarán o criticarán muchos, si el problema es que hay muchos, son un desastre y nos cuestan demasiado. Sí, pero los ciudadanos libres NO tenemos ningún partido que hoy realmente nos represente. No podemos seguir conformándonos con lo que hay. El PAN, el PRI y el PRD se niegan a (RE)inventarse y a abrir espacios de participación a mexicanas y mexicanos sin militancia. Lo que hicieron con Xóchitl Gálvez fue la excepción y no la regla pues dentro de sus filas, nadie tenía la fuerza para competir a ese nivel. Y de los demás, ni hablar.
Los partidos políticos son fundamentales en la vida democrática de un país. El problema es que hoy, todos, funcionan como filtros al revés. Por definición un filtro detiene lo que no sirve y deja pasar lo que sirve. Los partidos políticos suelen hacer lo contrario, privilegian las lealtades y facilitan la carrera sólo de aquellos que aceptan sus reglas del juego con las prácticas y vicios que conlleva. No necesariamente dan prioridad a la integridad, la capacidad o la trayectoria. Incluso, en muchos casos, estas cualidades se convierten en obstáculos para quienes desean hacer una carrera en el servicio público.
En la realidad, los partidos políticos definen sus propias agendas sin importarles lo que realmente quiere y necesita la gente, e impiden cualquier avance que no vaya en la dirección de sus intereses. Todo aquello que no les remunere de forma directa ya sea económicamente o en términos de control/poder, queda fuera de la jugada. Con las actuales reglas del juego, los ciudadanos quedamos al margen de las decisiones y sin mayor posibilidad de una incidencia real.
Una vez electos, la gran mayoría de los políticos se niega a escuchar y buscan proteger sus intereses y los de su partido con tal de mantenerse dentro de un sistema por demás obsoleto. La esfera de la política ha crecido al grado de ocupar el espacio que corresponde al servicio público: hoy, la grilla es más importante que el servicio. Estamos pagando las consecuencias de tolerar tantos abusos y no construir algo distinto que realmente le sirva a México.
¿Qué hacer cuando no existe una alternativa? La única opción es crearla. México necesita un nuevo partido que realmente defienda con mucha fuerza la vida, la verdad y la libertad. Un partido de ciudadanos libres que demuestren en los hechos que, “el poder de la gente es más grande que la gente en el poder.”
No podemos resignarnos a vivir sin alternativas de manera indefinida, tampoco podemos caer en un pesimismo que nos sumerja en mayor confusión y desánimo. Resulta prioritario retomar y defender una agenda de libertad y corresponsabilidad, en donde abramos un debate para (RE)definir el rol del gobierno, sus alcances y límites.
El premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa propone que, para perfeccionar las instituciones democráticas, es fundamental promover el mérito y sustituir la tradición del dedazo, de manera que, quienes están abajo puedan subir y quienes están arriba si no actúan con ética, responsabilidad y eficiencia puedan caer. México necesita partidos políticos que sean filtros funcionales, que abran la puerta a los mejores ciudadanos, a los más capaces y comprometidos cuya trayectoria los avale y acredite.
Si queremos salvar nuestra democracia de extremos tan peligrosos como el autoritarismo y el populismo, tenemos que movernos del dedazo al mérito, de la resignación a la exigencia y el compromiso.
El precio de permanecer callados, de hacer poco o nada es altísimo. No asumir nuestra responsabilidad esperando que alguien más lo haga, es el camino seguro para perder todas nuestras las libertades. Los mexicanos enfrentamos un dilema: ¿Ser o no ser libres? ¿Asumir nuestra responsabilidad? O, ¿dejar todo en manos de un gobierno autoritario? De las respuestas que demos, del valor que tengamos y de las acciones que emprendamos, dependerán nuestro presente y nuestro futuro y el de varias generaciones.
