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Opinión

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La Cultura de la Paz, ¡Llegó la hora de votar!

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Pascual Hernández Mergoldd

Retrasemos el sistema, pero no lo retrasemos, no lo hagamos ir hacia atrás. José Francisco Ruiz Massieu

No hay plazo que no se cumpla y esta carrera electoral llega a su recta final. Este 2 de junio votaremos por más de 20 mil cargos de elección popular entre los que destacan la Presidencia de la República, la jefatura de gobierno, 8 gubernaturas y el Congreso de la Unión.

En esta oportunidad exploraremos las dos opciones por las que tendremos oportunidad de votar.

Ejerzamos nuestro derecho, privilegio y responsabilidad que es el sufragio, vía que nos permite incidir en la construcción del futuro para el país de nuestras familias, de nuestros hijos y de nuestros nietos. 

La responsabilidad del ciudadano empieza con el voto para construir el mejor futuro, no se vote a ciegas ni inconscientemente. Sin embargo, se sabe que muchos electores deciden su voto el día de la elección sin la menor conciencia de su significado y su impacto en la vida democrática y que los abstencionistas podrían ser alrededor de 40 millones, no votar es una manera segura de que todo siga exactamente igual o peor, sin considerar que la situación que se vive hoy en México es insostenible. 

Los 60 millones que sí acudirán a las urnas han de razonar su voto y estar informados de los posibles escenarios de México en las opciones existentes y ver por el bienestar de la nación y de las futuras generaciones.

Más que por coaliciones o candidatos habrá de elegirse entre dos proyectos contrastantes: democracia o autoritarismo.

Lo razonable es detener el proceso de destrucción que ha ocasionado el hiperpresidencialismo; cancelar las malas réplicas del pasado autoritario; revertir las condiciones que han propiciado la violencia, los asesinatos de 7 niños cada día, de dos feminicidios diarios, del cobro de derecho de piso, de los desplazamientos involuntarios, del avance en el dominio de territorio por el crimen organizado, entre otras calamidades. Lo razonable es que signifique retomar el desarrollo para propiciar bienestar general, acceso a servicios públicos eficientes y restauración del tejido social, principalmente.

La coalición Fuerza y Corazón por México, formada por PAN, PRI y PRD, partidos que no enfrentaron su impopularidad propiciada por sus dirigentes, con la participación ciudadana postuló a su candidata quien, con su lema “Un México sin miedo,” ofrece regresar la esperanza a México, propiciar la prosperidad, acabar con la impunidad, apoyar a las clases medias y que los pobres dejen de serlo. Puso como eje de su campaña la inseguridad y envió un mensaje de aliento para quienes han perdido familiares o amigos que han sido asesinados o desaparecidos por el crimen organizado durante la actual administración. En su oferta de gobierno están el restaurar el tejido social; escuchar, no insultar; respetar, no humillar; unir, no dividir; recuperar la transparencia del poder; fortalecer la división de poderes; rescatar la posición que merece México en el escenario internacional, reencauzar el servicio exterior y retomar el crecimiento económico.

En 2018 poco más de 30 millones votaron por el actual presidente, quien se considera la personificación del pueblo y de la nación. Esos votantes tienen parte de la responsabilidad de este desastre y gravísimo error. No creyeron que el mandatario saliente fuera a atacar el INE y a la Suprema Corte, instituciones de las que llevaba quejándose por lustros, ni que cancelaría el aeropuerto en Texcoco, aunque lo anunció desde que se puso la primera piedra. Optaron por el cómodo anhelo de que no cumpliría, de que esa y otras advertencias eran sólo alardes.  Lo anunció, no le creyeron y lo cumplió. Aplicó en esos y en otros aspectos de la vida nacional la máxima popular: “tras advertencia no hay engaño.”

La opción oficialista ofrece continuar con el nacional-populismo de “izquierda” y el hiperpresidencialismo, es decir que una sola persona concentre todo el poder público, que el Legislativo se le subordine, se eliminen los contrapesos institucionales y la división de poderes; continuar con la opacidad, el fomento a la corrupción y solapar a las organizaciones criminales. Es mejor empezar a creer a la candidata oficialista a la Presidencia, quien ha advertido que está resuelta, en caso de ganar, a completar la destrucción de la democracia mexicana que arrancó el todavía presidente. No sería la versión light de su jefe, sería una versión recargada. Continuaría con el plan de cooptar a la Suprema Corte y destruir su esencia de contrapeso; apropiarse del INE y dinamitar su naturaleza de árbitro imparcial de la democracia, además de continuar con la militarización. Ese gobierno aumentaría la polarización, como lo advierte su abanderada “allá están ustedes y aquí estamos nosotros”, evidentemente, ante una eventual victoria, la oposición no cabría. No sería sorpresa la persecución, en vez del diálogo, para los críticos, periodistas, intelectuales, sociedad civil, clase media, activistas, feministas y madres buscadoras, entre otros. Quien piense diferente será inhabilitado moralmente. 

El candidato del lema “Lo nuevo comenzó” y su partido, sólo han operado como esquiroles a favor del oficialismo para alejar votos de la oposición y evitar perder su registro como partido. 

Pasamos por la peor y más profunda crisis de nuestra historia y observamos una débil institucionalidad que no pudo consolidar nuestra democracia y que fue lastimada por el actual presidente y sus correligionarios. 

El país no aguantará otros seis años de este tipo de gobierno.

Desde la perspectiva de la cultura de la paz es urgente la restauración del tejido social, la toma de medidas necesarias para disminuir la tensión y la violencia que generan las controversias y los conflictos crecientes. 

Como en todo proceso electoral surge una nueva esperanza, ahora es por la reconstrucción del país y del tejido social; por la disminución de la violencia; por que las cosas mejoren, y por detener la debacle nacional. Cumplir ese deseo dependerá de todos y de quienes ganen las elecciones.

Nuestro papel es protagónico, no de subordinación a encuestas ni a partido alguno. 

Gracias a los ciudadanos que en las casillas harán posible las elecciones el próximo domingo. 

¡Vamos todos a votar!

*El autor es abogado, negociador y mediador.

X: @Phmergoldd

mediador.negociador@gmail.com

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