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La Cultura de la Paz, Liberalismo y Justicia Social
La paz es más preciosa que los diamantes, la plata y el oro.
Marthin Luther King
El liberalismo social es una corriente que coloca en su centro el desarrollo interno y material de las personas, sin perder de vista su interacción social. Impulsa el desarrollo de los individuos y su bienestar, aborda los desequilibrios económicos y sociales y utiliza la intervención gubernamental para su corrección. Aplicando una política de esas características sería posible el bienestar social con una mayor cobertura y calidad.
El desarrollo social es una expresión de una política de bienestar y es posible a partir de un desarrollo económico sustentable, que implica servicios universales de educación, de salud y de generación de empleo. El liberalismo social se caracteriza por priorizar la dignidad personal, lo que es distinto al individualismo del neoliberalismo o el culto a la personalidad que caracteriza al creciente neopopulismo.
La justicia social se basa en la igualdad de oportunidades y en los derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia que se refiere a la aplicación del derecho por juzgadores. Está basada en la equidad y es indispensable para que toda persona esté en condiciones de desarrollar sus potenciales y para una sociedad de una cultura de la paz.
En la actual administración la política de desarrollo social se le ha encomendado a la Secretaría de Bienestar. El artículo 32 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal le confiere atribuciones para fortalecer el bienestar, el desarrollo, la inclusión y la cohesión social en el país mediante la instrumentación, coordinación, supervisión y seguimiento de las políticas relativas al combate efectivo a la pobreza, la atención específica a las necesidades de los sectores sociales más desprotegidos, en especial de los pobladores de las zonas áridas de las áreas rurales, así como de los colonos y marginados de las áreas urbanas y la atención preponderante a los derechos de la niñez, de la juventud, de los adultos mayores, de los pueblos indígenas y de las personas con discapacidad.
Los programas que se han diseñado para atender los objetivos planteados se traducen en la entrega de dinero a adultos mayores, a personas con discapacidad, y para niños hijos de madres trabajadoras, tandas para el bienestar, y sembrando vida, principalmente. Es de reconocerse que ese esfuerzo gubernamental es insuficiente y que cada programa carece de coberturas universales, de tal suerte que, para agosto del año pasado, de los 126 millones de mexicanos, el número de personas en situación de pobreza pasó de 51.9 millones a 55.7 millones.
Un país que no cuida que todos sus habitantes satisfagan sus necesidades de supervivencia propicia un sistema de injusticia social y de creciente desigualdad. En México millones de personas viven en pobreza extrema, carecen de alimentación suficiente, de educación, de servicios de salud y viven en un mundo violento, padeciendo todo tipo de conflictos en sus familias, sus escuelas y sus comunidades.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, estableció el 20 de febrero de cada año como Día Mundial de la Justicia Social. La ONU sostiene que "la justicia social es un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera" y que constituye "el núcleo de nuestra misión global para promover el desarrollo y la dignidad humana.”
La injusticia real o percibida es una de las fuentes más comunes de conflictos, de controversias y de violencia entre los individuos, las familias, las comunidades y los países. Por eso es importante que dentro de las políticas públicas de bienestar y justicia social se incluya la gestión y resolución de conflictos en todos los ámbitos de interacción social.
Existen dos grandes campos para la gestión, prevención y resolución de conflictos, el de controversias legales y el de controversias de carácter social. La mediación social se enfoca en el individuo teniendo en cuenta los diferentes ámbitos o escenarios en los que interactúa y que se interrelacionan, busca fomentar la cultura de la paz en la convivencia de las personas. Esos ámbitos de interacción social son la familia; la escuela y las comunidades, que pueden encontrarse en el barrio, el vecindario o la unidad habitacional; las comunidades indígenas; los establecimientos de servicios al público; los reclusorios; los estadios y el ámbito deportivo, por citar algunos.
Vemos con asombro que a jóvenes que se dicen estudiantes, las autoridades les permiten el robo de autobuses y de los recursos que corresponden a los peajes en autopistas de cuota, además de agredir a los agentes de la guardia nacional. Esa permisividad se parece mucho a la impunidad. Una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una familia, una escuela o una comunidad y se deja de respetar el derecho o la propiedad ajenos, el orden como la familia, la escuela o la comunidad empiezan a deteriorarse, usualmente de manera sorprendentemente rápida, se presenta un contagio negativo.
En México hemos sido testigos de casos importantes de contagio positivo. Las catástrofes que se vivieron con los terremotos de 1985 y de 2017 son ejemplos de ello en los que se mostró una sociedad amistosa, hospitalaria, fraternal y solidaria que se contagió positivamente para apoyar a los afectados a superar esas crisis.
Si las conductas incivilizadas se contagian, como hemos recordado, el contagio positivo también es posible.
La mediación es una oportunidad que antes no existía de acceso a la gestión y resolución de conflictos legales y de todo conflicto en cualquier ámbito de interacción social.
La construcción de una cultura de la paz y de la concordia sólo es posible con un contagio positivo que generalice la práctica del diálogo en todos los ámbitos de interacción social.
En la medida en que se amplía el acceso a los mecanismos pacíficos de gestión, prevención y resolución de controversias se contribuye a la consolidación de una convivencia pacífica y de la cultura de la paz, además de fortalecer el bienestar y la justicia social.
*El autor es abogado y mediador profesional.
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