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La Cultura de la Paz, Despertar

El pecado del silencio cuando deberían haber protestado, hace cobardes a los hombres: Abraham Lincoln
Ser ciudadano otorga derechos y deberes, implica la participación activa en la vida de su tejido social, de su comunidad, así como el respeto y cumplimiento de las leyes y reglas para una vida armónica y pacífica. Puede un ciudadano exigir y ejercer sus derechos de manera responsable y consciente.
La apatía de la gran mayoría de los ciudadanos ha sido una característica de nuestro tejido social que se ha manifestado en el ejercicio de sus derechos, particularmente en el derecho al voto. Esa apatía tiene su más nociva expresión en el abstencionismo.
Una señal del despertar de la ciudadanía y de una disminución de la apatía que nos ha caracterizado son las marchas y concentraciones del pasado domingo por la defensa de la democracia a las que convocaron organizaciones de la sociedad civil, en las que participaron cientos de miles de personas en todo el país, así como en Canadá, España y Estados Unidos, en poco más de 120 ciudades.
Esas manifestaciones revelan una inconformidad creciente de que el mandatario destruya la Constitución, al Poder Judicial, al INE y a otras instituciones autónomas, como lo plantea en su docena y media de iniciativas, instituciones que han hecho posible una vida democrática y que le permitieron contender y ganar las elecciones de 2018.
Desde luego no se pierda de vista que, aunque sea un presagio de las elecciones del 2 de junio, las elecciones sólo se ganan en las urnas, no con marchas ni protestas.
El partido gobernante, con apoyo ilegal de los denominados “servidores de la nación”, que son trabajadores al servicio del Estado, no ha cejado en amenazar a los beneficiarios de los programas gubernamentales de bienestar, para presionarlos a que voten por el partido del mandatario, so pena de perder las dádivas gubernamentales. Adicionalmente, en varias regiones del país los electores serán presionados por representantes del crimen organizado para que su sufragio beneficie al partido oficial.
La inequidad en la contienda electoral que impulsa el presidente se observa también en la transformación de las televisoras y radiodifusoras del gobierno en medios de propaganda partidista que provocan falta de pluralidad en los medios y limita cada vez más la información y propicia la desinformación al público.
Como efecto de los ataques del presidente a la democracia y a la Constitución, nuestra cultura cívico democrática, que forma parte de la cultura de la paz, es cada vez de más bajo nivel. A pesar de los avances logrados en la construcción de nuestra democracia, aunque no se hayan utilizado plenamente sus elementos como el diálogo, el debate, la crítica y la tolerancia ante la pluralidad, no merecen ser tirados por la borda.
El mandatario se ha empeñado en amenazar a la Constitución, a las instituciones y al Estado de Derecho, en obstaculizar la adopción de una cultura de la paz que nos permita negociar, escuchar al otro y dirigirnos al desarrollo tan anhelado para todos.
Una expresión de su rencor arraigado y ante la absurda creencia de que ellos son los únicos demócratas, es la intolerancia que han manifestado el mandatario, su candidata y sus seguidores a las marchas y concentraciones del domingo que, pese a quien le pese, fueron muy concurridas. Se trata de una respuesta a esa constante provocación y a la realidad en la que nos han colocado al sumergirnos en una democracia disfuncional con un autoritarismo encubierto, la simulación, la falsificación de la voluntad ciudadana, la violación sistemática de la Ley, así como en el populismo, que es una expresión de la corrupción política al ser un instrumento para dividir a la sociedad. Esa situación propiciada desde Palacio Nacional ha hecho que nuestro régimen sea considerado como híbrido, entre democracia y autoritarismo, conforme al índice publicado recientemente en la revista “The Economist”.
Es una frustrante realidad que los partidos políticos sólo utilicen a los electores para legitimar y patrocinar una competencia del poder por el poder. Casi nadie percibe que la ciudadanía sólo es un instrumento de los mencionados partidos para votar por los candidatos que sus jerarcas postulan en los procesos electorales y para financiar, con sus impuestos, campañas, dietas y salarios de funcionarios de elección popular y las prerrogativas de esos institutos políticos que, en los últimos años, sólo se han dedicado a polarizar, confrontar a la sociedad y a destruir las instituciones y a la cultura de la paz y, por excepción, representar los intereses de los mexicanos.
No olvidemos que nuestro padrón electoral tiene registrados a casi 100 millones de ciudadanos y que nuestro papel es protagónico, no de subordinación a partido alguno.
Si nuestra pretensión es seguir siendo libres y ser dueños de nuestro destino, que todos vivamos mejor en un ambiente de solidaridad, respeto, concordia y de dialogo, debemos acudir a las urnas el próximo 2 de junio.
Despertar implica sacudirnos la apatía por los asuntos de la democracia y apostar a la generación de una verdadera cultura de avenencia en la sociedad e involucrarla en la cultura de la paz.
*El autor es abogado, negociador y mediador.
X: @Phmergoldd

