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Opinión

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GEO ya es de los bancos acreedores

De máquina financiera que funcionaba sin echar aceite, GEO entró en concurso mercantil. Sobrevivirá; sí, pero como una empresa mucho más pequeña de lo que fue.

Luis Orvañanos Lascurain festejó ayer en un restaurante japonés de la ciudad de México. Se le veía de buen humor, a pesar de que todavía no se había secado la tinta del documento en el que entrega su empresa, GEO, a los bancos. El que fuera el empresario de la vivienda más importante de México mantendrá sólo 5% de una compañía que está en el abismo. El principal accionista será un grupo de bancos que capitalizarán la deuda y aportarán recursos frescos: Banorte, Santander, Bancomer y Banamex.

Orvañanos tiene muchas razones para estar de luto, pero tiene un gran motivo para celebrar: el acuerdo con los acreedores para llegar a un concurso mercantil pone fin a un largo periodo de incertidumbre. No habrá quiebra y volverá el crecimiento, desde una base mucho menor. La deuda será más pequeña, en buena medida porque los acreedores deberán aceptar un haircut. Esta deuda, en su punto más álgido, rebasó el equivalente a 3,500 millones de dólares. Los acreedores se sacrificarán. Recibirán centavos por sus pesos. Los bancos además pondrán una cantidad cercana a 2,400 millones de pesos para que GEO siga operando.

GEO tardó más de un año en llegar al acuerdo con sus acreedores. El monto de la deuda y la dificultad de valorar los activos hicieron compleja la negociación. Luis Orvañanos vivió este proceso a la distancia, en la medida en que delegó su negociación al financiero Orlando Loera. Lejos estuvo Orvañanos de la reestructura y lejos está de sus días de gloria. En el 2007 era líder en uno de los sectores más dinámicos de la economía mexicana. Su poder le permitía construir casas y definir el rumbo de crecimiento de muchas poblaciones. GEO era una máquina financiera que funcionaba sin echar aceite. Tenía la capacidad de convertir la deuda en círculo virtuoso: el apalancamiento le permitía multiplicar oportunidades. Así llegó a construir 460,000 viviendas, con capacidad de ser habitadas por alrededor de 2 millones de personas. Tenía presencia en 56 ciudades y más de 23,000 empleados.

La crisis del 2008 cerró la llave del crédito y las grietas comenzaron a aparecer en GEO. El negocio de la construcción de vivienda implica un proceso industrial que está a la vista de todos. Es también un negocio financiero de grandes proporciones, muy vulnerable a los ciclos de alzas y bajas en el otorgamiento de los créditos. El cambio de criterio gubernamental en torno a las reservas territoriales de las constructoras de vivienda fue el tiro de gracia para GEO. La adquisición de grandes terrenos en zonas alejadas de las zonas metropolitanas había sido una de los mecanismos de generar riqueza y activos para algunas de las grandes constructoras de vivienda. La decisión del gobierno acabó con esta parte especulativa del negocio y puso en marcha un proceso de deterioro acelerado. En el 2013, los títulos de GEO, URBI y Homex cayeron más de 90% en la Bolsa mexicana. Sus nombres dejaron de asociarse al éxito y comenzaron a ser sinónimo de riesgo.

GEO ha entrado al concurso mercantil. Es la primera empresa que utiliza la nueva ley para reestructurar su deuda y evitar la quiebra. Seguirá Homex, de los hermanos De Nicolás, y luego quizá URBI, de Cuauhtémoc Pérez. GEO sobrevivirá, aunque en su segunda vida será una empresa mucho más pequeña, cuando mucho un tercio de lo que llegó a ser.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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