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Opinión

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EL ITAM se queda aunque el ciclo termine

"Los años felices se caracterizan por nunca ingresar en el laberinto del tiempo, espeso lugar saturado de barricadas colocadas por el olvido”.

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Fausto Pretelin Muñoz de Cote

El 1 de diciembre tendrá lugar el cierre de un ciclo compuesto por dos generaciones (32 años) de itamitas al frente de la política económica del país. Entre Gustavo Petricioli (1986) y José Antonio González Anaya (2018), llegaron a la secretaría de Hacienda Pedro Aspe, Francisco Gil, Agustín Carstens, Ernesto Cordero, José Antonio Meade (en dos ocasiones) y Luis Videgaray. La excepción la marcó el presidente Ernesto Zedillo, entre 1994 y 2000, al elegir como secretarios de Hacienda a Jaime Serra Puche, Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría, los tres egresados de la UNAM aunque el tipo de sus política no varió.

Al ajustar en dos grupos a las dos generaciones, Petricioli, Aspe, Gil y Carstens quedarían en uno de ellos, y Cordero, Meade, Videgaray y González entrarían en el segundo bloque. Pocos meses después de la llegada de Gustavo Petricioli a la secretaría de Hacienda, Cordero y Meade ingresaban al ITAM.

Era el mes de agosto de 1987.

Los años maravillosos

Los años felices se caracterizan por nunca ingresar en el laberinto del tiempo, espeso lugar saturado de barricadas colocadas por el olvido.

Un tortuoso masaje de pies ocurría en el empedrado que inicia frente al mercado de las flores en avenida Revolución y termina en el callejón de los Licenciados, en San Ángel. Para quienes insistimos en que la Place des Vosges de París es un pedazo de paraíso arrojado a la Tierra, la Plaza de los Arcángeles del barrio colonial, pertenece a ese tipo de estéticas maravillosas. Durante muchos años ese fue mi plan de ruta para llegar a Río Hondo número 1, el ITAM.

Era la época del envejecimiento súbito del PRI donde las reformas políticas realizadas una década antes por Jesús Reyes Heroles, aún no lograban desarticular la maquinaria del partido hegemónico. En el interior del auditorio Raúl Baillères del ITAM se vivía la euforia de las campañas electorales de 1988: Maquío, Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo generaban entre los estudiantes la idea de que un cambio estaría por llegar. Curiosamente, Carlos Salinas no realizó ningún acto de campaña en el ITAM. La opacidad de la información y la desconfianza sempiterna sobre el sistema que se cayó, marcarían a mi generación universitaria.

Las aulas y pasillos del ITAM abrevaban de esa euforia electoral: se forman planillas para competir por la presidencia del Consejo de Alumnos, había debates, se redactaban planes de trabajo, se dialogaba con las autoridades para pedir campos deportivos, había encuestas y se votaba.

Una generación después, en el 2000, la competencia política dijo adiós al monopolio del régimen priista. Paradójicamente, la competencia inició mucho tiempo antes en los mercados industriales que en el electoral, o si se prefiere, primero ocurrió la perestroika y posteriormente llegó la glásnost.

El mundo se movía muy rápido. El derribo del Muro (1989) y la instalación de los nodos económicos Reagan-Thatcher (1979-1990) dejarían a la “mano invisible” la difícil tarea de desregular a los mercados. En el caso de México, la mano no era demasiado invisible, en muchas ocasiones, el capitalismo de los cuates se impuso al modelo.

Los modelos perfectamente explicados por Isaac Katz, Silvano Espíndola, Javier Beristain, Arturo Fernández o Ignacio Trigueros, entre muchísimos economistas de primerísimo nivel, los distorsionaba el capitalismo de los cuates instalado en la burocracia.

El nuevo sexenio

Los estigmas como los estereotipos nublan al conocimiento, impiden la reflexión y los matices. Andrés Manuel López Obrador etiqueta a los itamitas como neoporfiristas. Error. El ITAM no es responsable de las ovejas negras que puedan egresar de sus aulas.

Quienes hayan tomado clases con los economistas arriba mencionados, o con personajes como Carlos de la Isla, Rodolfo Vázquez, Julián Meza, Alberto Sauret, Félix Velez, Carlos Bosh, José Antonio Cerro, Rubén Hernández, Federico Estévez, Gonzalo Hernández Licona, Guillermo Guajardo, Olga Pellicer o Guillermo Gravinski, entre muchísimos profesores más, comprenderán que en el ITAM no se cultiva una sola idea. La propia etimología de la palabra “universidad” esboza al terreno universal como campo de cultivo del conocimiento.

¿Cuántos debates han habido en los salones 200 del campus de Río Hondo? ¿Cuántos en la sala de conferencias o en el auditorio? Miles.

El entorno global durante el sexenio de Obrador se proyecta como sombrío por el debilitamiento de la Unión Europea frente a los brotes del nacionalismo; el racismo impulsado desde la Casa Blanca no tiene parangón; el modelo económico de la zona euro impulsado por Angela Merkel ha frenado los déficits pero también el crecimiento; el mundo ingrávido se está comiendo a la vieja economía pesada; y la edad laboral se desdobla como nunca.

No es momento para polarizar a través de etiquetas universitarias. El ITAM se queda.

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Fausto Pretelin Muñoz de Cote

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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